CAPÍTULO 16
SIN TIEMPO
Si tan sólo pudiera
Hacer un pacto con Dios
Y lograr que cambiara nuestros lugares...
RUNNIING UP THAT HILL
PLACEBO
Bangkok
fue agotador desde su llegada y adaptarse a estar juntos sin estarlo fue aún
más extraño para ambos, ya que uno de ellos estaba siempre prisionero del sol y
la otra, caminaba en soledad a través de ambos momentos del día.
Aún
así, la travesía soñada desde la adolescencia de ella no fue tan dispar de lo
imaginado, porque efectivamente, se vio a sí misma viviendo de primera mano
todo un mundo nuevo lleno de desconocimientos, experiencias singulares,
inseguridades y satisfacciones.
Era
una verdadera pena no tener a Edward a su lado en sus exploraciones y visitas a
lugares impresionantes y para compensar su ausencia, Elise tomaba cientos de
fotografías al día para mostrárselas y describírselas plenas de detalles y
emociones, cuando llegaba el anochecer y el momento de poder estar juntos de
nuevo.
A el vampiro resultaba muy cansado tener que recluirse y
fingir que todo estaba bien, a pesar de que disfrutaba enormemente de tener a
Elise rebosante de vida en su diálogo y colgada de su cuerpo, recreando el día para
él a modo de sueño maravilloso. Así que pronto se vieron alterando un poco los
planes de modo que ambos pudieran sentirse menos preocupados por el bienestar
del otro en sus ausencias. Gracias a la fortuna material de Edward los hoteles
cambiaron, las ubicaciones se adecuaron y lograron con ello una relativa
normalidad que no agotara tanto a Elise entre sus días de expedición y sus
noches como amante de un inmortal.
Aún con todo, los constantes desvelos fueron dejando marca
en el cuerpo y rostro femenino, hundiendo y oscureciendo la piel alrededor de
sus ojos de tal modo, que Elise comenzó a bromear una noche frente al espejo
respecto a que iban a empezar a preguntarles si estaban emparentados por culpa
de la palidez y las ojeras color púrpura. Edward rió la broma para complacerla,
pero en su mente se reprimió fuertemente por todo lo que pensó como
consecuencia de ello.
En
primer lugar se amonestó por no cuidar bien de su chiquilla en pos de su
satisfacción y anhelo de tenerla a su lado apenas la percibía cercana a la
villa; y en segundo plano, por la incomodidad que le causó el recuerdo de la
época en que fingía con Bella que efectivamente, eran familia intentando
disimular la evidente diferencia exterior de edades cuando ella ya había envejecido
una década a su lado y él aún parecía sólo un muchacho.
El
momento de dirigirse hacia las idealizadas playas de la región de Phuket, llegó
poco después de la húmeda celebración del año nuevo donde habían disfrutado
como nunca antes juntos una larga noche completamente despiertos e invirtiendo
el día como el momento de descanso, luego de tanta diversión y
espectacularidades de una tradición tan peculiar como la de empaparse los unos
a los otros si te pescaban desprevenido.
La Bahía de Phang Nga no había decepcionado para nada a
Elise con sus enormes riscos de piedra caliza emergiendo del mar como
solitarios gigantes agrupados y esparcidos de aquí a allá, para crear una de
las vistas más imposibles para cualquiera que las observase por vez primera.
Aún de noche.
Las islas Phi Phi eran exactamente como las había imaginado
desde la adolescencia, playas de arenas perfectamente blancas y un mar de
impactante azul claro y transparente que le recordaba a los ojos de Edward.
Perfecto, sí. Por todo, menos el ruido y la exorbitante cantidad de turistas
que las visitaban todo el tiempo y los estragos que la masiva invasión humana
había causado en el entorno. Eso, fue una verdadera lástima. El paraíso soñado de
Elise se había corrompido por el exceso de viajeros y la modernidad.
Además,
la habían molestado como nunca mientras había estado ahí, sin Edward durante todo
el día. Resultando en que el lugar más bello, había sido también uno de los más
incómodos. Ahí había comprobado que efectivamente, una mujer sola, joven y
atractiva como ella, parecía tener pintado un letrero rezando “estoy
disponible”, para una gran cantidad de estúpidos. ¡Cómo extrañó a Edward todo
ese tiempo!, pensaba mientras el lento ferri regresaba a tierra al ocaso. El
magnífico y purpúreo atardecer marítimo sólo le causaba desesperación por
reunirse ya, con él, deseosa de refugiarse en sus fríos brazos luego de tanto
desengaño.
Casi un mes después de su arribo a Bangkok, dejaron las
playas del sur para ir en contra de la corriente y volar hacia el norte. Hacia
Chiang Mai, vieja ciudad de grandes bosques y santuarios para elefantes y un
clima menos agobiante de calor. Ahí, la vida fue mucho más amable para con
ambos; en especial, para con la dieta de Edward…
La
tranquilidad y el ritmo más pausado de
esa antigua ciudad era justamente lo que el cuerpo de Elise estaba demandando a
esas prontas alturas del viaje. Edward había estado en lo correcto respecto a
la imparable travesía, que aunada a las exigencias nocturnas de la pasión de ambos;
la estaba dejando indefensa a gran velocidad contra su enfermedad.
Elise empezó a comer menos, dormir más, y a preferir
quedarse quieta en la cabaña, recostada junto al refrescante cuerpo de Edward.
A pesar de su pálida piel bronceada por el implacable sol asiático, la
demacración en toda ella empezó a hacerse muy notoria para terror de Edward. Tenía que hacerla ceder
en esa absurda negación suya. Esperaba que luego de ese tiempo juntos, su amor
por él le hiciera desear ganar más tiempo. Así que una tarde, luego de un
encuentro sexual y al sentirla relajada y contenta entre sus brazos, abordó el
tema.
-Elise.
La
sintió sonreír antes de contestarle con un perezoso sonido.
-Elise,
¿eres feliz, conmigo?
Ella
rodó lentamente hacia él, para poder mirarle de frente, intrigada por la
extraña pregunta.
-Claro
que sí. ¿Por qué lo dudas Edward?
-Porque
siempre voy a necesitar que tú me lo confirmes. Yo ya no puedo dar por sentado
nada, nunca más.
-¡Oh,
Edward! Te amo. Te amo muchísimo. Jamás había amado con esta intensidad hasta
que me enamoré de ti. No tengo idea porqué tuve tanta suerte de encontrarte a
tiempo pero soy feliz por ese regalo.
-Tiempo.
Eso es lo que nos falta Elise…
-Edward,
por favor, no vayas por ahí.- Le dijo ella mientras acariciaba su mejilla con
cuidado y ternura.-
-Elise,
tengo todo el derecho de expresar como me siento. Y justo ahora, tengo miedo.
Ella
lo miró con tristeza, sabiendo perfectamente a qué se refería. Ella también
había notado que el cáncer la estaba consumiendo más rápidamente de lo que
esperaba. Los medicamentos y la vida al aire libre estaban fallando en
ayudarla. Era lógico que Edward también lo supiera gracias a sus habilidades
sobrenaturales.
El
corazón se le encogió a la chica ante un viejo temor que le cruzó la cabeza,
pero ya tenía preparada la respuesta de antemano.
-¿Crees
que no vas a soportarlo, Edward? Deseas, ¿irte? Si es eso, hazlo.- Dijo con
ensayada dulzura que irritó hasta el pelo al vampiro.- No te sientas obligado
nunca conmigo, ambos éramos conscientes de los riesgos desde un inicio Ed…
Él
la atajó ahí mismo. ¡Cómo demonios se atrevía ella a salir con semejante cosa!
-¡Por
favor Elise! No se trata de nada de eso. ¡¿Es que acaso no lo ves?! Me está
volviendo loco la idea de que no quieras aceptar mi ayuda y que te estés
consumiendo ante mis ojos minuto a minuto.
-Pero
Edward… Carlisle me lo dijo, nada va a cambiar.
-Tendrás
más tiempo, podrás, ¡podremos tener más…!
-Edward,
mi Edward. Yo. No lo sé. No se supone que sea así.
-No
se supone que yo exista y que sea como soy. Y aún así, estoy aquí. Contigo.
Suplicando que me escuches. He sido paciente, he esperado pero tú… Elise, ya
casi no hueles a ti. Te está llevando mucho antes de lo que creías. ¿Por qué no
quieres quedarte a mi lado? ¿No me amas como dices?
-¿Tú
me amas a mí, Edward?
Preguntó
ella con voz controlada. Intentando como siempre, no delatarse delante de él.
-Sabes
que te quiero Elise.
-Quiero
saber si me amas ya.
-Elise.
Él
la miró compungido, deseando poder responderle lo que ella quería oír. Pero
ella no le permitió mentir.
-Edward.
No. Es evidente. Y yo no puedo forzarte a que hagas algo que no te es posible.
-Te
quiero. Me importas.
-Pero
no has logrado cambiar, ¿verdad?
Él
calló. Deseando encontrar un fallo en su afirmación. Un hueco por donde colarse
y elaborar.
-Edward.
Entonces, no me pidas que haga algo que tampoco puedo.
-¿Por
qué? ¿Por qué no Elise?
La
voz de él salió alterada, mucho más fuerte de lo que ella esperaba. Él nunca se
había dirigido así a ella.
-No
quieres saberlo.
-Por
supuesto que quiero saberlo. Puedo leer algo en ti. De hecho, ¡casi puedo palpar tu conflicto por aceptarme!
¿Qué falta Elise? Puedo darte todo lo que quieras, ¿por qué…?
Elise
estalló. Debilitada en su resistencia y sabiente de que Edward estaba en lo
correcto sobre el avance agigantado de su enfermedad. Finalmente lo dijo:
-Porque
no quiero ser como tú.
Edward
sintió como se fracturaba ahí mismo. Las grietas en su interior se abrieron
como abismos destrozando y tragándose todo a su paso.
Ella
lo despreciaba.
-Creí,
creí que no me temías… Te doy asco. Debí saberlo. ¿Cómo pude engañarme tanto? ¡Debo
estar completamente loco si no pude darme cuenta!
Elise
tembló de dolor apenas oírlo hablar. ¡No! Tenía que hacerlo detenerse. ¿Por qué
diablos le había dicho eso?
-¡No,
Edward! ¡No! No es a lo que me refiero. No te tengo miedo. NO hay nada en ti
que no ame. Es… Otra cosa…
El
vampiro se detuvo, intentando contener la devastación en su interior, abrazando
con toda su resquebrajada capacidad, sus desorientados pensamientos.
-Si
no es eso… ¿A qué te refieres?
-Yo…
Edward… Mírate. Estás… No eres capaz de ser. Sigues incompleto desde que la
perdiste. Sé que aún ves su espejismo. Que te acompaña siempre en silencio. Yo…
No quiero ser eso.
Edward no estaba seguro si empezaba a comprender, pero se
avergonzó tremendamente al saberse descubierto en sus pecados. La miró con
helado estudio. Elise era una simple mortal. ¿Cómo podía ella saberlo? No tenía
idea, pero ella conocía su tormento. Que Bella aún lo perseguía.
-¿Cómo?
-Edward,
siendo humana y sabiendo que tengo el tiempo contado puedo aceptar lo que me
des. Lo que eres capaz de entregar limpiamente, porque te amo de manera
incondicional y el hecho de que nunca serás completamente mío, puede
compensarse de algún modo con el saber de qué te encontré al final. Pero, si
fuese eterna como tú, el saberte incapaz de amarme del mismo modo en que yo lo
hago, me enloquecerá. Me perderé en perpetua tristeza y no deseo eso.
El
silencio del vampiro fue aún más claro que una respuesta. Negarlo tampoco
hubiese servido de nada.
Edward
nunca se percibía pleno. El lastre del pasado le atajaba hasta la más alegre
sonrisa o la más amorosa caricia. Esa era la verdad, pero pensaba que Elise siempre
sería incapaz de distinguirlo.
Sólo
que una realidad así, era indiscutible para quien amaba tan desapegadamente
como ella. Sin más demandas que el día a día.
Ante
la evidencia y el shock de verse expuesto en su secreto, la discusión terminó
tan pronto como había iniciado. No por ello tranquilizando a ninguno de los
dos. Con un cansado suspiro, Elise se levantó de la cama en pos de sus ropas, mientras
que Edward comenzaba a notar un temblor que se apoderaba de su dominio y temió
por las consecuencias.
-¿A
dónde vas? –La masculina voz salió alterada con un siseo.-
-A
dar un paseo Edward. No he dejado éste cuarto en todo el día y ambos
necesitamos espacio.
-Yo
soy el que debe irse, tú no debes cansarte. –Sus puños se cerraron, buscando
calmarse antes de que ella se diera cuenta de lo que le estaba sucediendo.-
Edward gruñó audiblemente. Dentro de su garganta comenzaba a
agolparse la sed y sus ojos se clavaron en ella, revisándola de arriba abajo
mientras terminaba de calzarse la delgada blusa verde musgo de algodón por la
cabeza y brazos. Enojado y tratando desesperadamente de controlar en silencio
al monstruo, se levantó a su propia velocidad y la imitó en acción,
deteniéndose ante la puerta para mirarla antes de huir de ahí, avergonzado y
salvaje.
Elise
se quedó con los holgados pantalones tipo árabe en las manos, justo frente a su
cadera, quieta, contemplando su desaparición en el nublado atardecer. Cuando
comprendió su ausencia sin haber notado nunca la oscura mirada en él, meneó la
cabeza, decepcionada. Se sentía muy incómoda a causa del primer pleito entre
ellos, pero más por haber tenido que descubrir ante él la verdad.
¿Para
qué querría ella alargar su vida? La tentación de permanecer por siempre con él
sólo iba a aumentar. Lo amaba. ¿Cómo no iba a desear más tiempo a su lado? Sólo
que dudaba que si luego de tanto tiempo juntos, él no había logrado enamorarse
plenamente de ella, llegase a hacerlo cuando fuesen iguales.
No.
Iba a volverse loca de depresión si optaba por intentarlo y luego confirmaba
que nunca, nada iba a cambiar. Su corazón se llenó de congojo.
Con
escuetas lágrimas escurriendo mudamente por sus mejillas, puso su mochila al
hombro y cerró la puerta tras de sí. El mercadillo nocturno le serviría de
distracción. Montó en su bicicleta rentada y se dirigió hacia allá lentamente.
La
distancia entre su villa y el bazar empezó a sentirse demasiado larga muy
pronto. Agotada y falta de aire, decidió amarrar su vehículo a un poste,
confiando en la seguridad de la tranquila ciudad y tomó un tuktuk* en vez; convencida
de que sería mejor volver por ella con ayuda de Edward más tarde por la noche.
El mar de puestos con mercancía y chucherías no estaba muy
movido ese anochecer, seguramente porque la temporada de monzón estaba por
comenzar y todo el día el cielo lo había evidenciado en un cerrado nubarrón que
también había abochornado el ambiente. El sudor le escurría notoriamente a
Elise por los brazos y pecho al bajarse de su vehículo. Se sentía agobiada por
culpa del clima aún antes de comenzar el recorrido, así que luego de menos de veinte
minutos, se dejó caer en una mesilla pidiendo un refresco para intentar
recuperarse.
¿A
dónde habría ido Edward? ¿Qué estaría haciendo él para calmar su mente?, pensó
la chica con sincera preocupación mientras bebía directamente de la botella.
¿De cacería quizá? Inconscientemente se negaba a visualizarlo en ese estado,
imaginándolo salvaje y cubierto de sangre mientras mataba algún animal. Ella
también se alimentaba de ellos, pero ¿era distinto, no? Torciendo el gesto y
sacudiendo levemente la cabeza, alejó esos pensamientos y se concentró en la
situación actual de su relación. Ojalá y estuviera ahí, en su habitación
esperándola ya tranquilo para cuando ella regresara.
Definitivamente
iba a pedirle no volviera a mencionar el tema. No quería volver a saber de la
tentación ni pelear por lo mismo con él. Después de eso, se recordó a sí misma
su promesa a modo de mantra: Vivir y morir, a su modo. Edward tenía que
entenderlo y respetarlo.
Ensimismada en sus pensamientos, se halló interrumpida por
palabras incomprensibles por parte del locatario. El hombre le señalaba al
cielo y le decía una y otra vez algo que parecía importante. Finalmente, otro
cliente también extranjero intervino con un deficiente lenguaje, pero
suficiente como para explicarle a Elise que intentaban alertarlos de que
estaban por cerrar ante la evidente tormenta que empezaba a gestarse.
Las
primeras gotas ya caían antes de siquiera llegar a las últimas cuadras del
bazar y de pronto, el cielo se vino abajo. No había donde refugiarse, todo
mundo corría en todas direcciones tratando de ponerse a salvo y dada la hora,
la mayoría de las tiendas se hallaban cerradas. Los tuktuks iban rebosantes de
pasajeros y ya no se detenían por más, ansiosos seguramente por resguardarse en
algún lado también ante la intensidad de la lluvia que estaba cayendo.
Ella subió empapada a uno pero para su sorpresa el conductor
se detuvo mucho antes de llegar si quiera a la zona donde ella estaba alojada,
negándose a seguir avanzando con el pavimento tan anegado. Así que tuvo que
seguir caminando en busca del poste donde había dejado atado su transporte.
Las
piernas y el cuerpo le temblaban para cuando llegó hasta su bicicleta, empapada
y con la ropa pegada espantosamente al cuerpo. ¿Sería prudente montarla o
seguiría a pie hasta encontrar algún taxi de verdad? La tormenta no parecía
declinar en lo más mínimo y se halló maldiciendo al clima. ¡Por Dios que se iba
a enfermar si no llegaba pronto a su casa y se bañaba con agua caliente! Y no
estaba en condiciones de arriesgarse a ello.
A
falta de esperanza de encontrar un transporte diferente, se subió al vehículo,
sumamente temerosa de caer a causa de la profusa corriente de agua que se
deslizaba por la calle.
Bajo estas circunstancias y luchando por controlar el
escalofrío que todo le producía, el accidente simplemente sucedió. Ninguno de
los dos pudo evitarlo a pesar de ir circulando con suma precaución. El
automóvil golpeó la llanta trasera de la bicicleta a pesar de haber frenado
antes y Elise intentado virar.
Ella
se sintió a sí misma espectadora del percance cuando el violento empujón la
tiró sobre el capó del coche dejándola sin aire y sintiendo un impresionante
dolor en todo el cuerpo. De ahí en adelante, su mente se entumeció cuando
rebotó y salió disparada tres metros contra el duro pavimento, rodando otros
tantos y hiriéndose el cuerpo terriblemente en el proceso; quedando
inconsciente al instante.
-----0-----
Edward
no había parado hasta llegar a las montañas y luego de utilizar sus instintos
para inspeccionar el área, dio con lo que estaba buscando. Un grupo de búfalos
de agua descansaba dentro del río intentando refrescarse de la agobiante
temperatura al atardecer.
Fue
fácil asustarlos para que salieran de ahí y lanzarse luego sobre ellos para
calmar su sed y temperamento. Una vez completamente saciado, gracias a uno de
esos animales de casi quinientos kilos de peso y luego de enmascarar sobre el
tipo de depredador que había atacado al gigantesco animal, se sintió más
tranquilo.
Cuando
terminó, se halló contemplando el cielo y sus relámpagos junto con las primeras
gotas de lluvia que el viento traía desde la ciudad. –El Monzón-, pensó. Sabía que esa tormenta no iba a terminar pronto
y que lo empaparía e pies a cabeza aún a pesar de su gran velocidad. Le dio
igual, de todas maneras, esa vez sí que había quedado sucio por culpa del lodo
pegado al noble y enorme animal que yacía inerte a las orillas del río.
Aún
estaba molesto a causa de la discusión con Elise, pero ya no con ella, sino
consigo mismo. Su niña tenía razón, ser eternamente incompleto era peor castigo
que la maldición en sí misma. Sabía que nunca se habría apegado tanto a Elise
si no le hubiese recordado a Bella en su propio aroma y calidez, o por las alucinaciones que reemergieron a
consecuencia de ello. Pero ya estaba consciente de que él mismo era quién las
provocaba, ¿por qué no podía detenerlas? Iba a perder una última oportunidad de
sentirse amado si no lograba superar su duelo.
En ése mismo instante, la mano suave e imaginaria de Bella
le acarició el rostro con cuidado y él volteó su vista hacia ella, suplicante.
-Amor
mío. No deseo ofenderte. No quiero que sientas que te olvido pero necesito que
me ayudes. ¿Cómo podré hacer lo que me pediste si no puedo separarme de ti?
Elise morirá y se irá y yo nunca, podré… Estoy maldito Bella. No importa lo que
diga Carlisle sobre ésta condición. He hecho demasiadas cosas horribles que ya
no tienen perdón. Jamás.-Sollozó quedamente en una pausa involuntaria antes de seguir.- Pero,
dejarla morir, cuando puedo ayudarla; ¿es lo correcto?
Edward no detuvo ahí su debate, verdaderamente perturbado por lo que estaba discutiendo con su propia locura sobre lo que era su absoluta realidad.
-Cuando
tú me rogabas te convirtiera no quise hacerlo, porque tú tenías alternativas,
una vida entera por delante. ¿Cómo iba yo a condenar tu alma y robarte todo eso
sólo por mantenerte a mi lado? Pero ella… ¡Bella! ¡Mi Bella! Sigo sin creer que
me perdonaste. No fui digno de ello. Sufriste tanto por mi culpa. ¿Por qué tuve
que enamorarme de ti y forzar mi presencia en tu vida? ¡Mi pobre Bella!
El vampiro se mesó los cabellos, desesperado al no encontrar respuesta a sus preguntas.
El vampiro se mesó los cabellos, desesperado al no encontrar respuesta a sus preguntas.
-Dijiste
que lo intentara, que aprendiera de mis errores, pero ¿cuáles? Fueron tantos…
Ella no lo desea amor, y por no rendirme a tu voluntad antes, te perdí. Si
ahora respeto la de ella, morirá. ¡Maldición, Bella! ¿Qué debo hacer?
Un impactante relámpago iluminó el campo con una explosión.
Un rayo había caído a tierra y eso fue capaz de llamar su atención lo
suficiente como para despabilarse y mirar en esa dirección instintivamente.
Cuando sus ojos volvieron a su entorno, la alucinación había desaparecido.
Edward frunció los labios con tristeza al comprenderse solo e inhaló
profundamente, concentrándose en el presente. Esa tormenta seguramente había
atrapado también a Elise fuera de casa. Ojalá y ella fuese prudente y buscara
refugio o al menos hubiese sido lo suficientemente juiciosa como para regresar a
casa apenas había iniciado la lluvia.
Imaginarla
empapada lo incomodó. Ella no podía hacer ese tipo de tonterías, no en la
condición en que se encontraba. De nuevo se sintió culpable. Si no hubiesen
discutido, ninguno de los dos estaría donde estaban.
Con
un resoplido, Edward se puso en pie y como un fantasma del bosque, se convirtió
prontamente en un borrón ante la vista, en cuanto empezó a correr a toda su
capacidad. Menos de una hora después, disminuía la velocidad a un incómodo paso
humano para adentrarse en la ciudad y hasta su destino.
Lo primero que notó fue que la bicicleta no estaba. Elise no
había vuelto a casa y el cielo seguía embravecido. De inmediato se puso
inquieto pero decidió darle una oportunidad. Elise era muy inteligente y tenía
que confiar en ella. Aún así, no perdió tiempo al meterse a duchar, limpiarse y
deshacerse de la ropa manchada. Además, estaba seguro que Elise tendría hambre
al regresar y preparó algo caliente para ella. No debía tardar mucho más, ya
era muy tarde.
A
media noche, el vampiro abandonó la casa. Elise no respondía al teléfono móvil
al que finalmente se había decido marcar. Había esperado demasiado queriendo
darle espacio a su niña, pero cuando no contestó a ninguno de los intentos,
estuvo completamente seguro de que algo malo había sucedido.
¡Maldita
lluvia! No había rastro del débil aroma de Elise por ningún lado, el agua lo
había borrado por completo. ¿A dónde podría haber ido ella? Esperaba no
equivocarse al dirigirse hacia el bazar nocturno en medio de la aún tenue
lluvia.
Los primero rayos del brillante y limpio amanecer lo
hicieron enfurecer y rabiar de desesperación escondido ya en la villa de nuevo.
Elise no estaba por ningún lado y no había vuelto tampoco. Él no podía salir de
ahí y delatarse, así que sumamente alterado tomó la guía telefónica y comenzó a
llamar a todos los hospitales, en busca de su pelirroja. Finalmente, casi a
media mañana, dio con quien parecía ser ella.
Ni
cubierto de ropa de pies a cabeza podría abandonar el lugar. Necesitaría un
milagro para que el lento sol se resguardara de nueves de nuevo. Desesperado,
se halló lanzando una silla contra la pared que cayó completamente destrozada al
piso con un fuerte ruido. Apenas oscureció, se lanzó en pos de ella, lleno de
culpa y temiendo lo peor.
-----0-----
El hospital al que habían llevado a la desconocida pelirroja
estaba acostumbrado a lidiar con accidentados extranjeros y la mayoría del
personal era bilingüe. Gracias a ello, Elise había podido reportar su nombre
cuando había tenido un episodio de lucidez, pero estuvo completamente sedada la
mayoría del día. Su estado de salud iba en picada.
Cuando
Edward llegó por fin a su lado
identificándose como su prometido, los médicos no le permitieron verla
de inmediato. El protocolo implicaba ponerlo al tanto de la situación antes de
ello. Su estado cuadraba justamente con el peor escenario que él temía dados
sus conocimientos sobre la medicina.
El
accidente le había dislocado un hombro, fisurado la muñeca izquierda, roto una
costilla y luxado el tobillo derecho. El líquido se había derramado en una de
sus rodillas y estaba cubierta de raspones y moretones por cuerpo y rostro al
por mayor. Pero eso no era lo único, el residente a cargo bajó un poco el
volumen de su voz para continuar con algo más difícil de explicar.
-Sr.
Cullen, quiero saber si usted está al corriente de la situación de su
prometida.
La
seriedad en el rostro asiático, la reverberación en la voz y el latido
ligeramente acelerado, delató por completo al joven médico. Estaba muy nervioso
buscando el mejor modo de darle las noticias a Edward.
-¿Se
refiere a su cáncer?
El
corazón se saltó un latido por un momento y luego volvió a acelerar su ritmo.
-Así
es. ¿Conoce usted la gravedad del mismo?
-Sí.
Es por eso que estamos aquí. Su último deseo. Su última aventura.
-Señor
Cullen, lamento decirle esto pero, debido a la metástasis, el cuerpo de la
Señora Cullen no se encuentra capacitado para luchar contra el accidente. Sus
niveles de plasma son muy bajos. Los daños físicos requieren de mucho para
repararse a sí mismos y si aunamos el cómo están reaccionando sus pulmones a la exposición del monzón, tememos
desarrolle una neumonía aguda.
Los
músculos del pecho de Edward se contrajeron al instante al oírle. Eso era
demasiado irónico y maligno. ¿Después de todo no iba a ser el maldito cáncer lo
que se la iba a arrebatar? Iba a ser la misma infame enfermedad que se llevó a
Bella. ¡No! ¡Eso no podía estar sucediendo!
-Señor
Cullen, no quisiera sonar alarmista, pero creo que es necesario contactar al
resto de la familia de la señora. Todo podría suceder y aún si logramos
contener la neumonía, las expectativas no son prometedoras. Quizá lo más
prudente fuese que ambos regresen a casa para el desenlace. Hemos tenido que
ponerle tres unidades de plasma, pero su cuerpo ya casi no las produce.
¿Entiende a lo que me estoy refiriendo, Señor Cullen?
La
mente de Edward comenzó a trabajar por sí misma ordenando a sus instintos
revisar el área a cabalidad mientras asentía y respondía como se esperaba de
él. Lo único que le interesaba ya, era que lo llevaran a su lado, de inmediato.
La
cortina se cerró tras de ellos cuando el médico los dejó a solas finalmente. La
boca le supo amarga apenas la vio. Su hermosa pelirroja estaba convertida en
una muñeca rota, conectada a varios tubos que la ayudaban a respirar y mantenerse
en paz; pero la verdad era que parecía casi muerta.
No
se detuvo a pedir perdón por lo que hacía, impulsado completamente por la
seguridad de que actuaba con la razón. Ya había pasado casi un día desde su
cacería, pero iba a arriesgarse, después pediría perdón aunque no estuviese
arrepentido en realidad.
Con un movimiento certero, desgarró su dura piel con los
dientes hasta hacer brotar la ponzoñosa sangre en ella. Con cuidado y frío cálculo,
la pegó a los labios de la chica. Unas gotas, lo que fuese necesario. Elise no
reaccionó, pero el pegajoso líquido escurrió garganta abajo hacia su interior,
para ser consumido. Al terminar, Edward lamió su herida, para sellarla y luego
la besó con cuidado para borrar cualquier rastro rojo sobre ellos.
-Despierta
Elise. Mi sangre corre ahora dentro de ti. No voy a permitir que te vayas así.
Siempre has dicho que quieres sea bajo tus términos. Está bien. Yo voy a darte
el tiempo para que lo logres.
Dicho
eso, procedió a sentarse, aguardando pacientemente a que todo resultara como él
esperaba mientras telefoneaba a Carlisle
y simplemente respondía lacónicamente cuando él le interrogaba qué sucedía un,
-Lo hice, Carlisle. Espero que funcione.-
-----
…Cuando conoces la trama de antemano, es tan fácil narrar todo. Y es
que uno está ahí, mirando, oyendo como mudo espectador. ¡Edward, Elise…! Yo
sólo estoy aquí para respetuosamente contar su historia. Pero aún así, me duele a veces.
-----
Este capítulo lo tecleé escuchando dos melodías, ambas igual de
adecuadas, pero opté por la segunda para dejarla guiar mi mano. Es “Running up that hill” de una vieja
banda británica llamada Placebo. El
ritmo es hipnótico. Es un corazón latiente en agitación aumentada. Una tormenta
que se avecina, un calor que proviene del esfuerzo. El amanecer de un nuevo día
luego de una pesada noche, pero no por ello una solución.
La letra trata completamente sobre otra cosa, pero yo he querido
tomarla casi en su totalidad en forma de discurso de Edward hacia Elise para
este episodio de sus vidas juntos. Quien la conozca y lea el capítulo, quizá se
sonría al entender lo que estoy diciendo.
Sí, estoy un poco loca. Lo sé. Pero, eso es parte de mí también y lo
amo.
Cariños: Sissy
------
No hay comentarios.:
Publicar un comentario