CAPÍTULO 15
CARLISLE - ALTERNATIVAS
FLY
LUDOVICO EINAUDI
Carlisle
había regresado hacia ellos cuando creyó conveniente luego de haberles dado
espacio y atendiendo al ruego que Edward
le había formulado de un modo tan bajo, que Elise no pudiese notarlo.
Aún
era evidente el desánimo en ella cuando entraron a la oficina de Carlisle para
charlar. A instancias de Edward y con permiso de Elise, él había solicitado el expediente
médico de ella para analizarlo innecesariamente. Para ningún inmortal le sería
desconocido el estado físico de ella. Estaba en su naturaleza detectar a
aquellos seres cuya sangre estaba intoxicada o enferma, produciéndoles rechazo
a alimentarse de ellos. Pero Carlisle lo hizo como muestra de cariño para con
su hijo.
Luego de revisarlo y entenderlo, se llenó de piedad para con
la chica. ¡Cuánto había sufrido la pobre durante su corta existencia! Qué
injusto era que alguien como él, poseedor de todo el tiempo, no pudiese
sentarse a encontrar una cura para enfermedades tan devastadoras como esa.
Hacer una investigación tan trascendental para la humanidad resultaría
demasiado llamativa y simplemente no había manera de eludir la notoriedad de
sus contribuciones o descubrimientos.
Principalmente,
el que estaba por develarle a Elise. Y para el cual, ordenó a Edward los dejase
a solas, avocando el derecho de confidencialidad entre médico y paciente, para desagrado
de éste. Lo que tenía que decirle a Elise era del completo conocimiento de
Edward, más no así el resultado de esa charla. La última decisión al respecto
era prerrogativa única y exclusiva de Elise y estaba seguro de que Edward
terminaría presionándola de un modo u otro para aceptarla.
Cuando
estuvo seguro de que la distancia entre Edward y ellos era la suficiente, se
dirigió a ella para plantear el asunto con toda la ética y delicadeza que le
fuese posible. Era evidente que Elise estaba muy alterada en su interior pero
no había tiempo que perder.
-Entonces,
Carlisle, ¿revisaste mi expediente? ¿Encontraste alguna novedad?
La
voz de Elise no denotaba ninguna esperanza, si acaso un poco de curiosidad y
Carlisle deseó poder consolarla del modo correcto, pero eso no era posible.
-Me
temo que no Elise. Los diagnósticos que te han dado son acertados.
-Oh,
no hay nada que se pueda hacer…
-Lo
lamento Elise.
Ella
sonrió suavemente con ironía.
-Lo
sabía. Se lo dije a Edward, pero él insistió tanto.
-Él
es así a veces. No te molestes por su intensión.
-No
lo estoy. Es sólo que, bueno, por un momento creí que siendo tú lo que eres,
con la vida tan larga que has tenido, quizá… Sabías algo que no se había
intentado antes.
-De
hecho, así es Elise.
-¡¿Cómo?!
¿Tienes una cura?
-No
precisamente. Lo que te voy a contar no es algo que pueda compartir con la
comunidad médica lamentablemente.
Elise
torció la cabeza. Eso no. No era aceptable.
El
mohín de desagrado no le pasó desapercibido a Carlisle, sintiéndose intimidado
por ese simple gesto. ¡Pobre Edward! Era casi palpable la opinión de Elise respecto
a algo que aún no le había formulado siquiera.
-Elise,
estas en una casa llena de vampiros. Pero eso no quiere decir que los forcé a
ser lo que son.
-¿Ni siquiera a Rosalie?
Carlisle
elevó las cejas desconcertado por la incisiva pregunta.
-No.
Ella, pobrecilla… El aroma de la sangre emanando de sus heridas fue lo que me
hizo encontrarla. Rosalie apenas estaba con vida cuando llegué a su lado.
Ciertamente tomé la decisión por ella, pero en ese momento creí que estaba
haciendo lo correcto. Lo que le sucedió fue muy injusto.
-¿A
qué te refieres?
-Por
favor, espero que entiendas que esto le pertenece sólo a Rose, aunque sea de un
pasado muy lejano e irrelevante para ahora, pero… Rosalie fue ultrajada y
golpeada a tal grado, que sus agresores la dieron por muerta cuando la dejaron
tirada y abandonada. Yo pensé que ella podría ser para Edward lo que Esme se
convirtió para mí, pero me equivoqué. El amor, ni en ésta especie ni en otra, se
puede forzar; y ninguno de ellos se vio a si mismo enamorado el uno del otro en
algún momento. Fue un error, lo sé, pero en aquel entonces desconocía muchas cosas.
-¿Rosalie
y Edward? No me imagino eso.
-No,
¿verdad? –Carlisle sonrió con complicidad ante lo evidente.-
-¿Y
los demás? ¿Tiene uno que estar muriendo para convertirse en esto?
-No. Eso, es bueno, cosa mía. La vida humana es un tesoro
Elise, no hay nada más que yo respete tanto.
-¿Entonces?
¿Crees tú que yo debería…? –La lengua se le trabó ahí. No podía siquiera
formularlo. Cada vez que pensaba en eso, le asaltaba la imagen de soledad
eterna que le había planteado Rosalie, para el más evidente de los escenarios.-
-Transformarte
es una opción Elise, pero no es la única.
-¿Cómo
dices?
Carlisle
se levantó de su asiento, necesitado de movimiento para poder desarrollar su
exposición.
-Elise.
Mi corazón de padre se ahogó en pena cuando vi sufrir a mi hijo. Su renuncia a
Bella fue un suplicio para todos. Y cuando ella murió, no pude hacer nada para
ayudarlo. Fui testigo del derrumbe de su cordura y su caída. Enloqueció. Lo
perdí. Eso fue un duro golpe para mí. Décadas enteras pasaron sin saber nada de
él, y luego de repente, un día hice un descubrimiento en pos de una lucha ante
el remordimiento que el dolor de mi hijo me causó.
-¿A
qué te refieres Carlisle?
-Soy
médico Elise y debes comprender lo irracional que eso es para alguien cuya
dieta es única y exclusivamente la sangre. –Ella asintió pero no interrumpió,
llena de curiosidad.- Mi deber es para con mis pacientes, mis horas, para
salvarles. Y tengo muchas. Un día, ante un caso terrible por el cual había
agotado casi todas mis fuerzas, me llevó a realizar algo impensable. Compartir,
mi, sangre.
-¿Sangre? ¿Acaso no es ponzoña lo que les fluye por las venas?
-No
Elise. Necesitamos sangre para mezclarse con el veneno, éste se alimenta de
ella. Cuando toda es absorbida, debemos llenarnos de nuevo.
-Entonces,
van de cacería, ¿no?
-Exactamente.
-¿Y?
-Pensé… Estaba tan preocupado por éste muchachito que
agonizaba bajo mi responsabilidad, que apenas volví de alimentarme, fui a su
lado. Estaba a solas con él a media noche. Sus padres se habían marchado a casa
agotados física y espiritualmente, completamente conscientes de que su hijo
libraba una batalla perdida… Cuando se me ocurrió. Pensé que si en ése momento
mi cuerpo estaba completamente impregnado de sangre, la ponzoña estaría diluida
en potencia y que quizá, ella sería tan poderosa que podría ayudarle.
-¡¿Le
diste tu sangre?!- Preguntó Elise sumamente escandalizada. Tanto, que le
recordó la reacción de Esme, al compartirle lo que había hecho con el chico que
tanto le recordaba a Edward.-
-Sí. Mordí mi muñeca y la puse en su boca. Tan solo unas
gotas. Temía desencadenar una transformación para la que no estaba listo y
sabía que si no sucedía lo que esperaba, tendría que hacer algo para evitar que
Mark se convirtiera.
-¿Y
qué pasó?
-No
fue instantáneo, pero si gradual. Su cuerpo reaccionó tal y como lo había
imaginado.
-¿Lo
salvaste?
-Me
temo que no, su enfermedad estaba muy avanzada. Pero le di un poco más de
tiempo para irse en paz.
-¿Ha
habido otros? ¿Lo has probado con otros Carlisle?
-Sí. Pero he tenido que ser muy selectivo. No puedo llamar
la atención sobre mí o mi familia. No debo quebrantar la ley de los Vulturis.
-¿Ley?
-Riguroso
secreto, so pena de verdadera muerte.
-¡Oh!
-¿Están
ustedes en peligro por mi culpa Carlisle?
-No
Elise. La posibilidad de que ellos se enteren es muy remota.
-Pero
entonces… ¿Has tenido éxito? ¿Has salvado a varios? ¿Nadie se ha dado cuenta?
-Sí,
sí y no.
-¡Por
Dios! ¿Cómo? Es decir, ¿una sola toma es suficiente? ¿O tienen que ser varias?
¿Cómo funciona eso?
-Depende
de cada persona Elise y de lo que padezcan.
-¿Me
estás diciendo que quizá podría curarme si yo, si yo…? ¿Tomo de tu sangre?
Carlisle
la miró apenado. La burbuja de esperanza alrededor de ella era enorme y
zumbando con fuerza desde su pecho. ¡Pobrecilla!, pensó antes de contestar
lleno de compasión en su voz.
-No
Elise. Lo siento. Lo tuyo ya no tiene marcha atrás.
-¿Q…?
¿Qué? ¡Entonces! ¿Por qué me cuentas esto?
-Elise,
no puedo aliviarte, pero si podemos extender tu vida. No sé por cuanto tiempo,
pero definitivamente mucho más de lo que tienes. Te sentirías bien, casi normal.
Pero la ponzoña no podrá revertir el daño que ya existe en tus órganos, sólo
retrasarlo. Para que quedes libre del cáncer completamente sólo hay una opción.
-… Transformarme…
-Así
es.
-No
quiero eso, Carlisle. No quiero ser un vampiro.
-No
somos monstruos Elise, tú misma has comprobado que eso, es una opción.
-No
es eso a lo que temo Carlisle.
-¿Entonces?
Elise
se mordió el labio, nerviosa. No estando segura sobre si decir lo que tenía en
mente o no.
-Lo
que te responda, ¿queda entre médico y paciente o, se lo contarás a Edward?
-Puedes
estar segura que soy leal a mi juramento. Si tú no quieres que él lo sepa, no
lo hará por mí.
-Temo
a la inmortalidad en soledad.
-Edward
te quiere.
-Pero
no me amará. Él ya lo hizo una vez, y no está en ustedes repetir ese evento, ¿o
sí?
Carlisle
abrió mucho los ojos. Lo que ella le preguntaba era un completo enigma.
-No
lo sé Elise. Nunca antes he oído de alguien de nosotros que se haya enamorado
dos veces.
-Ahí lo tienes Carlisle. Al menos, en mi forma humana todo
terminará sin engaños. Yo lo amo. Él será mi último amor. Esto que siento por él
no va a cambiar ni siquiera si me vuelvo eterna, ¿lo entiendes? Dime, ¿qué será
de mi si nunca lo tendré completamente? Me llevará a la locura, terminaré igual
que en ésta vida humana. Muerta. ¿Lo comprendes? ¿Ves lo que quiero decir?
Imagina tu vida sin Esme, por siempre. ¿Podrías tú sobrevivirla o te volverías
loco como Edward?
La
punzada que le hirió el corazón ante la sola imagen de una existencia sin Esme
fue suficiente para que Carlisle pudiera entender la razón de ella y calló,
asintiendo con la cabeza.
No
hubo necesidad de extender la reunión más. Las posibilidades estaban agotadas. Sólo
Elise podía decidir si tomaría la opción de detener el avance de su enfermedad,
o dejarla correr. En lo que ninguno de ellos dos dudó, fue sobre la
desesperación que esa incertidumbre le causaría al aún frágil Edward.
Por
ello y no queriendo ser desleal, Elise le prometió a éste que lo pensaría, pero
que por ahora sólo deseaba regresar a la normalidad, a esa travesía que tanto
había deseado realizar desde chica y creer por un rato, con su ayuda, que todo
estaba bien a pesar de las evidencias que el cáncer empezaba ya a dejar en su rostro
y cuerpo.
-----0-----
De
vuelta al presente y en el pueblo de Elise, todo eso rondaba aún por la mente
de Edward cuando inquieto y ansioso por volver al lado de su pelirroja querida,
maldecía al sol por su lentitud para ocultarse y negarle preciosos segundos con
ella mientras que no pudiera decidirse al respecto.
Edward
rabiaba mientras corría. ¿Cómo era posible que aún teniendo alternativas Elise huyese de lo que podía él
regalarle? ¿Qué tenía que hacer él para convencerla de permanecer a su lado? Elise
no tenía idea en realidad de lo rápido que se estaba deteriorando. El viaje que
ella tenía planeado iba a ser mucho más breve de lo que creía si no se dejaba
ayudar.
El
vampiro sintió un extraño malestar ante la imagen del vacío por la muerte de
Elise. Era irreal, pero su boca supo a bilis de repente.
¿Por qué?, ¿por qué?, se preguntó contrariado. Si ella le
amaba como sólo él era capaz de percibirlo, ¿por qué no era Él suficiente? ¿Acaso
el daño por haberle mentido no iba a poder ser superado a tiempo? ¿Qué la
detenía? Carlisle le había pedido prepararse para cualquier decisión que ella
tomase. Pero… ¡Dejarla morir! Le temblaban los puños de imaginarse teniendo que
respetar esa determinación de ella.
Fingir
calma al tocar a su puerta fue verdaderamente arduo. La luz en la piel de Elise
era claramente más tenue a su vista aumentada y no había sonrisa que ella
entregara amorosamente, que pudiera demostrar lo contrario.
Apenas
se vio libre de apariencias, se encontró a sí mismo besándola con desesperación
en el interior del reducido auto de ella, luego de aparcarse donde percibió la
más privada ubicación cerca del Parque Jefferson.
Fue
muy extraño darse cuenta mientras la besaba cuan jubiloso se expresaba también monstruo dentro de sí. Reconocerlo tan excitado
e imperioso de necesidad de Elise como a él mismo, no le espantó. Tampoco temió
perder el control. Pero sí fue perturbador saber de ese dualmente acrecentado
deseo por la chica a la que casi asfixiaba entre sus labios, con el ansia de
más.
Con los ojos cargados de sexo y voz alterada, conjuntó a
ambos en uno, al expresar el deseo de su permiso para estar con ella. Y cuando Elise,
deliciosamente olorosa a excitación aceptó; no hubo satisfacción, sólo prisa
por no perder tiempo.
Luego
de correr con ella en brazos envuelta en una manta protectora, se vio a si
mismo depositándola en el suelo con cuidado e hincándose ante ella para
contemplarla, aún temblorosa de impresión.
¡Cuánta adoración le causaba el sonrojo de ella en su
alterada respiración! Qué hermosa se le veía ahí, plantada frente a él, con su
pelo rojo alborotado cubriendo sus hombros. Los labios aún hinchados por los
besos y la presión que hizo Elise para controlarles,
mientras Edward corría con ella en brazos.
Aún
hincado, le tomó la tibia mano y la llevó a su rostro. Con cuidado y delicia
aspiró el aroma de su piel y besó su palma, elevando desde ahí su vista hacia ella, notándose
observado con amor en cada reflejo de los ojos de Elise. Y así, luego de esa
declaración, procedió a desnudarla con lentitud en su ansia por tenerla toda.
Ahí,
en medio de la soledad del parque, se dedicó a amarla como pudo, frustrado por
no poder ser él a cabalidad con su frágil humana. Excitado cada vez más y
teniendo que limitarse a tomarla con el cuidado que debía mantener siempre con
ella en esa forma.
Hacerle
el amor a su Elise era adictivo. Oírla gemir y gritar de placer mientras le
hacía eco, hipnótico.
Atesorar
cada temblor de su cuerpo en las embestidas, lo aturdía en la interminable
repetición de los mismos en su mente cuando cerraba los ojos y casi en su
estado puro como vampiro. Con todo y ello, jamás la hirió, ni la tocó con más
fuerza de la que debía. Eso sí, estaba tan ansioso de ella que incluso lamía la
sudorosa y caliente piel, por no dejar nada sin tomar. Haciéndola llegar una y
otra vez al orgasmo en esa extenuante e intensa provocación. Para que al
finalizar el encuentro, dejarla agotada y dormitando a su lado, mientras la contemplaba
aún excitado en gloriosa y sonrosada desnudez.
Haberla dejado montarlo al final había sido bueno, pensó; protegiéndola
del contacto del suelo que la manta casi no prevenía. También lo había sido el
poder observarla mientras sus pechos subían y bajaban en la cabalgata y el cómo
las venas en su cuello se dilataban palpitando sonoramente al compás de su
placer. Urgiéndolo a ayudarla a aumentar el ritmo hasta un punto frenético para
ambos, tomándola por las caderas y guiándola sobre sí hasta que ambos
terminaron juntos.
Cuando
la impresionante oleada de contracciones sobre su miembro terminó, sintió como
el cuerpo de Elise perdía tensión al derrumbarse al instante sobre él con un
sonoro gemido; perdiendo completamente el contacto con la realidad en su
éxtasis y extenuación. Luego de ayudarla a colocarse a su costado y en un gesto
sumamente primitivo, Edward posó su mano en el húmedo sexo de Elise
penetrándola con sus fríos dedos, para luego llevarlos a su boca y probar la
culminación de ambos. Era lo más cercano que estaría a la sangre de ella,
mientras que no se decidiera a ser eterna.
La hubiese amado toda la noche y todo el día si hubiese sido
posible, pero el tiempo siempre estaba en contra de ellos. Y más aún en la
fachada que tenían que sostener ante la familia de Elise. Con muda renuencia de
su parte, ayudó a su niña a vestirse mientras ella protestaba entre risas por
el trato infantil y al mismo tiempo lo aceptaba, al emitir quejidos ocasionales
por los recordatorios físicos que algunos movimientos le causaban de su
vivencia con Edward. Su amante insaciable.
Cuando
estuvo lista, colocó sus brazos alrededor del masculino cuello y Edward la
cargó con cuidado, riendo torcidamente y pensando para sí lo bueno que era que
nadie más que él pudiera percibir en realidad todo el aroma suyo en ella.
Aquello que demostraba en privado, cuánto le pertenecía esa chiquilla.
-Te
quiero Elise. – Le dijo besándola castamente en los labios, sintiéndolos
sonreír bajo los suyos.-
-Y
yo a ti, Edward.
-Quédate
conmigo Elise.
-Estoy
contigo Edward. Ya estoy contigo.
El
vampiro sonrió a su vez al escucharla, leyendo el amor en ella y creyendo que
todo iba a estar bien. Ignorando aún, si en verdad Elise lo acompañaría por
siempre o no.
-----0-----
Los
últimos días en la residencia Renaud fueron agridulces para Elise, demasiado bellos
en su cotidianeidad y aderezados con la visita nocturna de su Edward, para
amarla cuanto fuese posible antes de fingir se retiraba a la casa paterna para
disponer de todo lo necesario para acompañarla en la travesía con la alegre
supuesta mejora de la hermana.
Finalmente, la fecha de partida llegó. El vuelo de
veinticuatro horas de duración pintaba agotador partiendo de Seattle, pasando
por Vancouver, Hong Kong y terminando en Bangkok. Todo ello sin sol y en primera clase gracias a
la insistencia y derroche de Edward.
La
despedida en el aeropuerto fue no sólo acompañada por la familia de Elise para
sorpresa de los Renaud. Conociendo ahí, en la terminal Tacoma Internacional, a
Esme y Carlisle Cullen. Así como a Alice y Jasper y a Rose y Emmet, en la fría
madrugada de abril.
Edward tampoco esperaba su presencia ahí, pero recibió con
agrado el apoyo que al parecer todos ellos le ofrecían en ese viaje tan
incierto para su futuro. Y aunque Carlisle había respetado su voto de silencio
para con Elise, la tristeza en la expresión de Alice no le pasó desapercibida a
Edward. En uno de los últimos abrazos de despedida le susurró al oído la obvia
pregunta.
-Alice.
Ella… ¿Aceptará?
-No
sé qué decirte hermano. Siento tu felicidad y tu tristeza en todo esto. Sólo
quiero que seas fuerte y que pase lo que pase, no te vuelvas a alejar de
nosotros por favor.
La
evasiva respuesta de ella le inquietó demasiado. Él podía percibir demasiada
pena en todos los Cullen, pero a la vez un grande amor en Elise. Así que no se
dejó vencer por la incertidumbre. Él haría que Elise optara por él.
En
el interior del avión y ayudando a Elise a acomodarse a su lado. Se sintió
feliz. Éste era seguramente el inicio de su vida, juntos.
En la quietud del vuelo, Edward dejó a su mente en libertad
para fantasear al respecto. Imaginaba a Elise con piel brillante como el nácar,
sonriéndole y tomándolo de la mano para guiarle por caminos nuevos. Se sintió iluminarse
al mirar en su pensamiento la femenina espalda coronada por la rojiza mata en
lugares en los que él mismo no conocía y que descubriría a su lado. Y de nuevo, experimentó la alegría.
Con
esos pensamientos recreándose en su cabeza, Edward se encontró añorando revivir
la sensación de plenitud que había experimentado ya antes con otra humana. Pero
para su pánico, en medio de la penumbra de la cabina durante la última escala y
con su mente encerrada esa farsa de cansancio, un fantasma de largos cabellos
marrones y ojos chocolates apareció de la nada.
Bella le miraba con callada extrañeza y Edward se removió a
una velocidad impensable en su asiento sin respirar si quiera. Sabía que ella
no era real. Estaba consciente que era su propia invención la que la conjuraba.
Pero la pregunta era, ¿por qué ahora? ¿Para qué la hacía volver justo en medio
de esas fantasías de un futuro con Elise?
¿Qué
estaba pasándole? Tenía que controlarse. No podía permitir que las esperanzas
de una vida que no fue, le hicieran perder la oportunidad de salvar a Elise.
¿Esta
vez sí lo haría bien?
-----
¡Ay! Mi corazón. Pobre Edward. No vuelvas a enloquecer.
Cariños: Sissy
-----
Música: “Fly” parte del Intouchables Soundtrack, de Ludovico
Einaudi. Tan bella como el film mismo al que sirvió. Pero si soy honesta, sólo
me acompañó a partir de la escena en el Parque Jefferson. Besos a todas
aquellas que quieran entrar en mi mente a través de mi música para mis escritos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario