CAPÍTULO
4
PESADILLAS
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Por buscar en los confines del tiempo
Porque en todo el mundo no hay
Amor más grande que el mío
Amor, aún cae la lluvia
Amor, aún cae la noche
Amor, condenado por siempre.
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Déjame ser el único
Que te proteja del frío...
...Vuelve a éstos brazos de nuevo
Y libera a éste espíritu.
Porque en todo el mundo no hay
Amor más grande que el mío
Amor, aún cae la lluvia
Amor, aún cae la noche
Amor, condenado por siempre.
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Déjame ser el único
Que te proteja del frío...
...Vuelve a éstos brazos de nuevo
Y libera a éste espíritu.
LOVE SONG FOR A VAMPIRE
ANNIE LENNOX
Era
media tarde cuando Elise por fin llegaba a su casa acompañada por Marita y
Ralph. Edward había estado a su lado toda la noche y brevemente durante la temprana
mañana, pero poco después de la llegada de los primeros amigos de ella, se
disculpó para marcharse.
Elise
se había deshecho en agradecimientos para con él cuando por fin los dejaron a
solas, pero eso se sentía insuficiente. Edward le había salvado la vida y
estaba en eterna deuda con él. Simplemente no había modo de compensarlo. Su
caballerosidad lo había hecho discutir con el encargado y seguirla hasta el
tercer piso para no abandonarla en el solitario estacionamiento, llegando a
tiempo para librarla de morir ahí mismo.
Él
había sido enviado por un ángel, no había otra excusa para sus dos oportunas
apariciones. Quizá, él era algo más, lo había conocido para algo más…
Fue
terrible que se despidiera sin saber su domicilio, sólo con la promesa de estar
en contacto con ella, ya que a través del papeleo del hospital conocía sus datos.
Luego
de dejarla instalada y alimentada, sus amigos la dejaron sola a petición de
ella. Quería asearse y llamar a casa, oír a sus padres, decirles que siempre
los amaría, no importara donde estuviese; pero no iba a contarles lo sucedido
tan pronto. No quería preocuparles.
Abrió
la llave caliente y se desvistió cuando ya empezaba salir el vapor. El agua cálida
le mojó el cuerpo y el pelo; y mientras comenzaba a limpiarse, volvió a llorar
al revivir todo. Estuvo así bastante tiempo, hasta que de repente la visión de
Edward se interpuso entre ese miedo y ella. Al pensar en sus ojos, volvió a
sentirse como hipnotizada, y se dejó caer en los misterios que escondían en su
profunda claridad. Sólo así, tomándolos como un amuleto protector, se calmó por
fin.
Se
fue a la cama sin tener noticias de él luego de haber realizado su llamada y
preparado el uniforme y el almuerzo para presentarse al trabajo como cualquier
otro lunes. Fue una mala noche, llena de pesadillas e imágenes oscuras que la
acosaban, haciéndola retorcerse dormida. La más terrorífica de ellas, fue la
que regresó desde los recuerdos de su infancia.
Una
figura humana, escuálida y calva, la miraba con oscuros y espeluznantes ojos
parada al lado de una cama de hospital. Elise se vio a sí misma transformada en
una chiquilla indefensa, imposibilitada por su propia debilidad para gritar por
ayuda, o para alejarse de ahí. El ente, de sexo amorfo, se le acercó lentamente
hasta colocarse en la cabecera y desplegó su mano hacia ella. El sólo hecho de
ver el huesudo dedo extendido en su dirección la hizo sentir una horcajada y
vomitar hacia un costado. Débil, sucia, febril y asustada quiso suplicar que la
dejara en paz, pero su voz era muy tenue como para ser escuchada. La criatura sólo
la miró, analizándola impasiblemente en su descompuesta apariencia y ahora se
concentró en su rostro, llevando esta vez, el apéndice cerca de sus ojos. Elise
elevó los brazos aterrorizada, tratando de protegerse el rostro y la cabeza con
ellas, y mientras lo hacía, un mechón de pelo se enredó en sus dedos. Elise,
tiró de él para liberarse de la sensación aprensiva, y una gran cantidad de
cabello cayó sin dificultad. En un gesto infantil, intentó recolocarlo en su
lugar, pero en vez de eso, más y más del mismo se le venía a puños
adhiriéndosele a la cara amenazando con asfixiara.
Elise
empezó a llorar, podía verse a sí misma hecha un amasijo lastimoso y cómo la
figura, la muerte misma, se cernía ahora sobre ella para cubrirla con su cuerpo
y extinguirla…
Gritó,
gritó sin control. Y por fin despertó, sudorosa y con el corazón saliéndosele
del pecho, desbocado. De un manotazo encendió la luz de su mesa y se hizo un ovillo contra la cabecera. Intentó de
muchos modos tranquilizarse, pero no podía volverse a dormir. La imagen del
espectro la amenazaba apenas cerraba los ojos. Eran sólo las dos de la
madrugada y temió que iba a ser una larga noche. Encendió el televisor y esperó
que éste la distrajera lo suficiente como para relajarla y adormecerla en algún
punto.
No
supo cuando eso sucedió finalmente; pero la pesadilla no la iba a dejar escapar
tan fácilmente, y cuando ésta amenazó con comenzar otra vez, una repentina sensación de
frío amparo la invadió y una suave y aterciopelada voz le dijo desde algún
lado: “…Estas segura conmigo, Elise…”.
Aquello fue suficiente para que el miedo se alejara y los ojos que tanto
admiraba, la resguardaran dentro de ellos para librarla de todo mal.
El
vampiro sólo había visitado su hogar brevemente esa noche, el sueño de Elise
era demasiado perturbado como para arriesgarse a que lo viera ahí. Los
monstruos de su imaginación eran suficientes para la pobre chica como para
tener a uno real a su lado, y eso no era
necesario, decidió él.
Cuando
la oyó gritar de terror, deseó poder consolarla, ayudarla a saber que estaba a
salvo, pero se contuvo. Él había sido el consuelo para los más desesperados, lo
más solos en una lucha perdida; pero en el caso de Elise, eso hubiese sido una
aberración. Sintió pena por ella, por no tener a nadie a su lado para cuidarla
y deseó poder en verdad ser más cálido para ofrecerle sus brazos… ¿Aún
recordaría como era dar cariño a alguien? La imagen de Bella lo miró triste en
su imaginación. – Sólo tú, amada; sólo a ti…- Y suspiró con tristeza.
Tuvo
que esperar, escondido e inmóvil, a que Elise recuperase el sueño. Únicamente se
acercó de nuevo a su lecho para observarla, hasta que notó que su respiración
se había hecho más profunda. En verdad era una indignación lo que le había
sucedido a esa niña. Tenía el rostro hinchado, tanto por el llanto, como por
los golpes; y de los suaves labios partía una gran sombra morada hacia su
cuello y orejas.
¡Malditos!
¡Ah!
Pero él estaba ahí, ahora. Se dijo, sonriendo con su verdadera naturaleza
expuesta de modo terrorífico repentinamente. Ésa, era una de sus funciones,
como lo llamaba a veces. Él era, el Devorador
de Monstruos, y esa misma noche se alimentaría de ellos…
Repentinamente,
el pulso de Elise volvió a alterarse en su descanso, y Edward supo que la
pesadilla atacaba de nuevo. Pasmado por la acción que realizaba con voluntad ajena,
y por encima de su pensamiento racional, contempló como su mano se dirigió
hacia el rostro de la chiquilla asustada en el lecho, y le tocó la frente con
sumo cuidado. Lleno de piedad por ella, permitió revivir a su promesa, y la
elaboró en un mínimo susurro:
-Tranquila
Elise… Estás a salvo conmigo…
Para
su satisfacción, notó la pronta respuesta en el cuerpo de ella, que poco a poco
se relajó finalmente.
La
semana de trabajo se regularizó de inmediato. Sus compañeros y superiores se
mostraron todos compasivos y solidarios con la agresión que ella había vivido y
el rumor se extendió como fuego en el hotel, cuando el empleado nocturno del
estacionamiento simplemente no volvió a presentarse, de que era obvio que
estaba involucrado en el fallido intento de robo y había huido antes de que la
policía lo detuviese. Nadie supo de la nota amarillista que hablaba una semana
después, del hallazgo de tres cuerpos sin vida; que además los identificaba
como implicados en varios asaltos con arma de fuego y cargos por violación no
probados.
Edward
tampoco apareció tan pronto, para desencanto de Elise; y a pesar de añorarlo
tanto, luego de varios días, tuvo que aceptar la idea que quizá todo había sido
demasiado intenso para él, y simplemente no quería saber más de ella.
La
verdad era que luego de vengarla, él se encontró a sí mismo indigno de
acercársele de nuevo; pues aunque justo, también era el verdugo y sabía que
nadie podría querer nunca nada que ver con un monstruo como él.
Estuvo
completamente quieto en su refugio luego de ajustar cuentas con esos asesinos.
No salió, ni movió un músculo si quiera en ese tiempo, más allá de los de su
mente; donde contempló mudamente a la visión del pasado, que para estas alturas
era ya imposible de contener. Ella nunca decía nada, sólo le miraba con
decepción, recordándole lo indigno que era por seguir existiendo.
Los
recuerdos de su vida con Bella fueron resurgiendo uno a uno en la oscuridad y en
el día, específicos, claros y conmovedores. La primera vez que la había visto…
La primera noche que la vigiló en sus sueños y escuchó como ella lo llamaba
desde ahí… El cómo su corazón muerto volvió a latir a partir de ese momento… Y
el cómo se había detenido de nuevo al perderla.
Elise
le había llenado de dolor con su mera existencia, ¿por qué había seguido esa
sensación y ese aroma hasta ahí? Quizá debería marcharse para siempre. A nadie
le convenía que él rondara a la chica. De todas maneras, Bella no iba a
revivir. Eso, sólo sucede en las malas novelas…
Su
amada volvió a observarlo con reprobación
y dándole la espalda, desapareció lentamente, entre la neblina de su mente.
-Está
bien. Iré a buscarla, si eso es lo que quieres. –Le dijo él, casi sin emoción,
pero ella no regresó.
Así
fue que decidió por fin tomar un alojamiento real y conveniente en la ciudad. Comprar
ropa, asearse y aparentar con mayor calidad, ser sólo uno más de ellos, los
humanos.
El
viernes, poco después del último segundo del atardecer; se presentó a las afueras
de su trabajo, a la espera de Elise.
La
cabellera rojiza, sometida en un peinado formal, dejaba despejado por completo
el claro rostro, dándole un aspecto refinado. Seguramente en otra época también
hubiese sido considerada muy atractiva y sobresaliente. En estos días, los
pelirrojos estaban en vías de extinción, pero las mujeres dueñas de una
cabellera con ése color, siempre caían en la lujuriosa imagen mental de ser
ardientes… Aún en el siglo donde debían cubrirse hasta la barbilla y llevar
pesadas capas de ropa para disimular sus formas femeninas. No pudo evitar
sonreír torcidamente al imaginarla ataviada de esa manera y cuestionarse como
alguien como ella, hubiese sido en esa edad de la inocencia.
Difícil…
Él
había aprendido que en la intimidad de una pareja, la esencia era la misma; sin
importar la generación de que se tratara. La hipocresía no tenía cabida en el
amor verdadero y la pasión. Bella se lo había demostrado. La imagen en su
cabeza se ruborizó al contemplar sus pensamientos y él le dedicó otra sonrisa
pícara en respuesta.
Concentró
su atención de nuevo en Elise, que dejaba por fin el edificio, bolso en mano y
aún con el uniforme marino puesto; y se encaminó hacia ella.
-Hola
de nuevo, extraña…
Elise
se sobresaltó al escuchar la voz a su espalda, pero la reconoció de inmediato.
No pudo evitar sonrojarse de gusto, ni contener la acción de lanzarse a los
brazos de él, apenas giró en su dirección.
-¡Edward!
A
él le tomó por sorpresa el gesto tan familiar de ella. Sabía que el apretado
abrazo era completamente sincero, pero no lo esperaba. Aún así, le permitió
prolongarlo cuanto quiso y se separó sólo cuando ella lo soltó. Sonreír ante la
muestra de afecto fue automático, la chiquilla le miraba con adoración y se
sintió avergonzado e inmerecido de semejante devoción.
Los
ojos de Elise destellaban felicidad. Edward estaba ahí.
-¿Dónde
te habías metido extraño?
-Por
ahí, Elise. Discúlpame por no comunicarme contigo antes…
-¡Ni
lo digas! Ni te disculpes… Volviste, y eso es lo que cuenta.
Él
volvió a sonreír, contagiado de la suavidad inherente en ella. Ésta vez no era
el señuelo del depredador lo que la hacía reaccionar así; sino un sentimiento
auténtico y honesto. Era agradable que alguien lo mirase así de nuevo.
-¿Cómo estas, Elise? Estoy apenado por dejarte sola
con todo lo sucedido.
-¡Por
favor, Edward! No soy tu obligación, apenas me conoces… Soy yo la que está en
deuda contigo.
-No
Elise, no es así. Simplemente estuve
ahí, hice lo que se debía hacer. Además… Ya lo hablamos mucho en el hospital,
me gustaría mucho aceptaras que no hay compromiso alguno.
Ella
rodó los ojos, arrugando graciosamente la nariz con ello. No iba a discutir con
él, sólo quería gozar del tiempo a su lado.
-Ya…
ya… Yo sé mis asuntos, Edward.
-¿Ibas
a casa? ¿Has comido aún?
-Sí,
no… Iba a comprar algo para llevar, –agregó alegremente. La verdad era que
desde el asalto corría directo a casa y se encerraba, comiendo lo que hubiera o
le pudiesen entregar en su puerta-. ¿Y tú? ¿Quieres ir a cenar?
-Oh…
Ya lo hice Elise, gracias.
-Mmm…
Y… ¿ya decidiste si te quedas? –sus ojos no pudieron ocultar la esperanza que
su respuesta le provocaba, y no le pasó desapercibido a él.-
-Sí…
Renté una, cabaña, en la zona al sur de la ciudad. Cerca de lo que llaman, La Loma, creo…
-¡Oh,
sí! Ubico el área… Un poco alejada, pero creo que es bonita, cerca de la
naturaleza y mucho más tranquila que la urbe… Yo vivo al otro lado
prácticamente; pero cuenta con que ya tienes otra casa aquí si es que prefieres
ahorrarte la renta. Tengo un dormitorio extra desocupado…
-Te
agradezco el ofrecimiento Elise, pero estoy bien. Además, apenas me conoces. No
deberías meter a un extraño en tu casa así como así. Eso es peligroso.
-Edward,
tú, no eres peligroso. ¡Eres un caballero!
Él
pensó en corregirla, pero se contuvo y sonrió.
-Elise,
nadie ni nada es todo blanco o negro. Por favor, recuérdalo cuando inicies tus
travesías, ¿de acuerdo?
Él y sus comentarios
crípticos, pensó Elise;
y le devolvió la sonrisa mientras asentía.
-Oye,
Edward; bueno… Y… ¿Qué tal un café al menos?
-En
realidad no apetezco nada Elise, pero ¿porqué no vamos por algo para ti y te
acompaño?
-Me
parece bien.
Comer
acompañada sonaba fantástico, aunque resultó un poco incómodo que él en verdad
no probase un solo bocado. Tanto, que Elise temió que el motivo fuese una
escases financiera y decidió hacer hincapié en que era el turno de ella de
ayudarlo. Empezando por la cena y siguiendo en buscar empleo para él.
Edward
la miró con paciencia. Esa parte de la fachada humana casi nunca había sido tan
complicada de sostener, ya que siempre mantenía una beneficiosa distancia de
las personas con las que llegaba a relacionarse en los sitios donde permanecía
por breves años. Esta vez, tendría que hallar el modo de encubrir los detalles
sobre su dieta con mayor esmero, pensó.
Un
modo de distraer a Elise sobre su alimentación fue el de ofrecerse a pagar por
todo. Quizá así ella comprendería que él no necesitaba de sus preocupaciones.
Ciertamente,
Elise se quedó sorprendida luego de pelear por la comanda y ver como la cartera
de él estaba bastante llena. ¿Acaso uno de sus medios de supervivencia incluía
el robo? Le dio pena creer semejante idea. Edward no parecía ser capaz de ese
tipo de bajezas, ¿o sí?
Apenas
ella había realizado semejantes meditaciones, él pareció leerle el pensamiento
y le compartió una sorprendente información.
-Elise,
quiero decirte algo. Creo que con todo lo que, azarosamente hemos compartido,
puedo confiar en ti…
Ella
enmudeció, temiendo escuchar algo inconcebible sobre de él, pero decidió que no
quería juzgarlo antes de tiempo.
-La
verdad es, que, Elise… Bueno, provengo de dinero viejo… Yo… Mi familia, ha
estado y estará protegida en ese aspecto por generaciones. Y te comparto esto,
porque quiero que entiendas y lo aceptes, cuando te pida me permitas hacerme
cargo de tus gastos. Compartir esto que me sobra, es casi una obligación para
mí Elise, ¿puedes entenderlo?
Ella
se quedó fría. ¿Qué? ¿Heredero vagabundo? … Y por un momento se quedó en
blanco, para luego empezar a atar cabos. ¡Por supuesto! Desde un principio él
le había parecido una persona demasiado fina; con una conducta, apariencia y
vocabulario intachables. ¿Acaso éste era un rebelde niño rico? -¡No! Recuerda
lo que él te contó, está huyendo de un pasado… Su padre debe estar de acuerdo
con su huida, quizá conoce la historia y por eso lo apoya…-. Y en un instante,
toda su percepción de él cambió.
-Pero,
Edward… ¿Generaciones? ¿En serio?
-Sí.
Mi padre… Su familia es de origen italiano, muy antiguo. Y en mi caso, bueno,
mi madre también me dejó algo cuando ella falleció y mi padre se encargó de
cuidarlo y multiplicarlo por mí. Pero aún así, la herencia de él, me cubre y
por mucho…
-¿Tu
madre falleció, Edward?
-Sí,
pero fue hace tanto, que ya apenas si la recuerdo. Además, mi padre es un
hombre muy sabio y ha sabido ser un buen guía y un gran ejemplo, Lástima que
jamás podré estar a su altura…
-Edward,
no digas eso. Eres una excelente persona; no tienes porqué intentar ser igual a
él, eso no es correcto.
-Elise,
hace mucho que disto de ser digno si quiera de llamarme su hijo. Todas sus
enseñanzas, las he deshonrado por completo… Pero tienes razón… No puedo ser
como él. Yo he hecho mi propio camino…
-Edward,
por favor, no seas tan duro contigo mismo.
-Elise,
recuerda que no me conoces en realidad, y que aunque estoy siendo honesto
contigo de un modo que me sorprende a mí mismo; no conoces toda mi verdad. Y,
espero que nunca la conozcas… - Y no añadió más, aparte de la penetrante mirada
azul, que le causó a Elise un escalofrío por sentir que la desproveía por
completo, de la capacidad de ocultarle nada a él.
Edward
no dejaba nunca de sorprenderla. Sus acciones y su educación eran, invariablemente
perfectas; pero su conversación de frases a medias, siempre dejaba una inquietante
incógnita. ¿Qué clase de culpa cargaba que lo atormentaba tanto?
La
cuenta la liquidó él y luego de salir de ahí, se dirigieron por el auto de
ella. Obviamente, ésta vez Elise fue escoltada hasta el interior del mismo por
Edward. Cuando llegaron a la calle, Elise insistió de nuevo en llevarlo hasta
su casa, pero fue rechazada con la misma consigna de la última vez; su
seguridad. La única diferencia, para sorpresa de Edward, fue que ella consiguió
obtener de él la confirmación de reunirse al día siguiente, al anochecer; justo
donde se habían encontrado la primera vez.
Cuando
el auto de Elise se perdió entre los otros, Edward decidió que si iba a encontrarse
con ella al día siguiente, necesitaba estar bien alimentado para evitar
accidentes. La imagen de Bella le sonrió en sus adentros, felicitándolo por la
idea. Con ella fue siempre precavido. Un caballero siempre debía asegurarse de
proteger el bienestar de una dama.
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Mmm… sí, chicas. Éste Edward
me gusta, me gusta mucho. Es… Bueno… Es como le soñé aquella vez. ¿Les está
pareciendo atractivo también a Uds.?
Cariños: Sissy
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CAPÍTULO ESCRITO EL 22 DE MAYO 2013, PUBLICADO EL 24 DE JULIO 2013.
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CAPÍTULO ESCRITO EL 22 DE MAYO 2013, PUBLICADO EL 24 DE JULIO 2013.
me encanto este capitulo y porfa como te dije en Pienso en Forks no tardes en publicar que muero por saber que pasa es la próxima sita. Gracias por compartir tu talento y si me encanta este Edward
ResponderBorrarGracias Healcar! Gracias por venir y tomarte el tiempo de volverme a leer!
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