ANDARES
...Tu amor es mi vuelta de pagina
Solo permanecen las palabras dulces...
Solo permanecen las palabras dulces...
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...Estamos sujetos
A la historia que tenemos que contar
Cuando te vi
Bueno, supe que la contaríamos bien...
A la historia que tenemos que contar
Cuando te vi
Bueno, supe que la contaríamos bien...
SLEEPING AT LAST
TURNING PAGE
Al
parecer las vitaminas y suplementos que le habían dado en el hospital no
estaban funcionando. Otra vez, el aseo de su casa la había dejado exhausta. Le
habían encontrado una anemia y ordenado un montón de nuevos estudios, pero no
había regresado por los resultados. Odiaba los hospitales. No soportaba si
quiera el aroma que colgaba de todas las paredes de ellos. Sí, aceptó, había
adelgazado mucho los últimos meses, pero eso podía controlarse poniendo mejor
atención a su dieta… Ella no se iba a parar de nuevo ahí por nada del mundo.
Luego
de terminar comer y reposar un rato, se metió a la ducha largo tiempo, y al
salir; se sorprendió a sí misma eligiendo lencería sexy. Rió por lo bajo
mientras se la ponía y se rociaba el perfume. No era que esperara que alguien
más la fuese a ver, pero saberse guapa por dentro era un placer secreto que la
hacía sentir bien.
Mientras
se arreglaba, se puso a pensar en Edward y lo peculiar que era en su encanto. ¡Sí
que era muy especial!, sin duda alguna él hubiera estado fuera de su liga si lo
hubiese conocido en su propio ambiente; pero viviendo él como lo hacía ahora,
era definitivamente, otra historia…
-¿Y qué esperas tú de éste encuentro Elise?- Se
preguntó a sí misma, mientras se daba los últimos toques de maquillaje. -Edward está de paso, siempre está de paso…
Te lo dijo él mismo; y según tú, también estas ansiando volar… Esto no va a
llegar a ningún lado… A menos que… Bueno… Te hagas tan amiga de él; que no le
pese esperarte a que puedas acompañarlo en alguna travesía… Al menos por un
tiempo, mientras aprendes las mañas del oficio… Se rió de buena gana al imaginarse en algún lugar
lejano, recostada a su lado, tomando el sol en una playa hermosa y exótica.
-¡Seguro Elise!- Se dijo con sorna, -Primero, conócelo mejor y deja de soñar. El que te sientas como hipnotizada cada vez que estás a su lado, no quiere decir nada más allá de que el tipo exuda feromonas, justo de tu marca preferida…- Y soltó la última carcajada, feliz.
-¡Seguro Elise!- Se dijo con sorna, -Primero, conócelo mejor y deja de soñar. El que te sientas como hipnotizada cada vez que estás a su lado, no quiere decir nada más allá de que el tipo exuda feromonas, justo de tu marca preferida…- Y soltó la última carcajada, feliz.
Ella
llegó sólo un poco tarde pero él ya estaba ahí, esperándola. Edward se puso de
pie para recibirla y luego de saludarla con esas manos heladas suyas, le ayudó
con la silla. Esos gestos inesperados, propios de un caballero de antaño, la
tomaron por sorpresa agradablemente; y los valoró mucho al estar casi extintos
en los hombres jóvenes de hoy. Posiblemente era cosa de la educación de élite, que
seguramente él había tenido, pensó.
En
realidad, Edward, a pesar de su conducta atenta; había estado a punto de no
presentarse a la cita. Pasó demasiadas horas debatiendo consigo mismo y, bueno,
con el fantasma en su mente; sobre si asistir o no a la misma. Bella no le había
ofrecido ninguna respuesta, simplemente le había acompañado escuchando todos
sus alegatos sobre lo mal que estaba en acercarse tanto a un humano como lo
había hecho con Elise, y por más que la inquirió por un poco de guía al
respecto; ella sólo lo miró con la misma expresión de frustración que él seguro
portaba en esos momentos.
-¿Por qué volviste amor? ¿Quieres condenarme de nuevo a
través de ella? ¿Aún necesitas que pague por mi daño?
Obviamente,
el rostro de delicada estructura y grandes ojos chocolate, no contestó; y sólo
se llenó de tristeza.
-Está
bien… Si así lo quieres amada. Sé que debo sufrir por siempre por haberte
herido y mentido como lo hice, pero… ¿Y ella? ¿Qué debo hacer con ella?
Bella
Swan, la única criatura que lo había amado con la vida misma, lo miró una
última vez, antes de desaparecer calladamente entre la neblina de su
pensamiento.
Si
su corazón no estuviera roto y muerto, seguramente estaría aturdido de tristeza
y compulsión para cuando estrechó la mano de la niña humana, creyó él; pero aún
así le sonrió a Elise. Había decidido que si tenía que pasar por todo de nuevo,
para poder comprender el por qué Bella había regresado, lo haría.
El
depredador se interpuso entre ellos al inicio de esa reunión. Elise actuaba
nerviosa y su conversación era cortada, perdiendo continuamente el rumbo de sus
pensamientos cada vez que se enganchaba en los penetrantes ojos de él; y Edward, consciente del qué estaba
sucediendo, se esforzó para mantenerlo a raya tratando de ayudar a Elise a
recuperar su cálida y amigable personalidad. De otro modo, jamás iba a
descubrir la respuesta que estaba buscando ahí.
-Elise,
¿no te gustaría dar una caminata? La noche es muy agradable.
Quizá
si ambos se ponían en marcha, la actividad física les ayudaría a esquivar el
problema en la comunicación esa noche, pensó él; y le sonrió lo más cordial que
pudo, tratando de no deslumbrarla.
Elise
accedió a la idea de buena gana y luego de que él, una vez más, pagara por la
cuenta; se dieron a la marcha sin rumbo fijo.
Efectivamente,
el tener los estímulos sensoriales activados, permitió a Elise relajarse y ser
de nuevo ella; logrando una plática interesante y alegre, distrayendo de tal
modo a Edward de sus recuerdos, que le sirvió como un bálsamo a su veloz y
saturada mente. Aún así, no pudo dejar de reflexionar en lo diferente que eran
el uno del otro. Él, estaba ensombrecido por la muerte y Elise estaba llena de
vida.
Ella
era uno de esos esporádicos humanos que en verdad eran felices y agradecidos
por todo lo que tenían y, que además, soñaban. Hacía mucho que no se topaba con
personas como ella…
No,
torció el labio en su diálogo interno. Más bien, él había elegido alejarse de
todo muchas décadas después de la muerte de Bella; cuando sus bisnietos fueron ya
mayores y habían formado sus propias familias. El nombre Swan, había
desaparecido más de cien años atrás junto a su amada, pero su amor por ella,
permanecía igual. Sólo que ya no tenía caso rondar por el lugar donde su
historia con Bella había existido.
Y
así fue, que desapareció. Migró hacia el viejo mundo y rompió con todo. El
amanecer del siglo veinte y su belicosidad, le mostró un modo de subsistir a
través de la locura humana. Uno, que traicionaba todo lo que Carlile le había
enseñado. Uno, que lo alejaba del dolor de la ausencia, al concentrarse en
aliviar el de otros.
Durante
las dos primeras grandes guerras se había avocado a dar respuesta a las
súplicas de los agónicos que clamaban por el fin, cuando éste era demasiado
lento para presentarse. Edward, se miraba a sí mismo como un Ángel de la Muerte, que les socorría
donde otros no podían; otorgándolo caritativamente.
En
medio de tanto conflicto, nunca fue descubierto y sus necesidades de sed, pasaron
desapercibidas también.
Cierto.
Algunas veces, algunos de de sus… necesitados;
intuyeron quién era él y le miraron con temor, cuestionándole por lo que seguía
después; pero Edward jamás pudo ofrecerles más consuelo que el de asegurarles el
fin del sufrimiento, porque también
desconocía que había más allá. Y, sabiente de esos miedos compartidos, siempre
intentó ser gentil con ellos, en la responsabilidad que se había autoimpuesto.
Las
cosas cambiaron, cuando el mundo no entendió que la guerra era una aberración.
A
pesar de que los grandes conflictos terminaron en rendiciones y pactos de paz,
siempre hubo un país, en algún continente donde la batalla estallaba. Religión,
política, etnia… Todo eso encubría la ambición de unos cuantos y excusaba el
derecho de proclamar ataques.
Edward siempre estuvo ahí.
Los
recuerdos de los peores sitios en los que él había rondado y el monstruo
gigantesco en que se había convertido en ellos, lo abrumaron de inmediato por
la vergüenza y asco que siempre sentiría por sí mismo. Ni siquiera un ente como
él, pudo librarse de ser afectado por la demencia en lugares perdidos como
aquellos.
Sólo
la Bella de su mente conocía sus pecados y atrocidades. Y su recuerdo lo había
ayudado a intentar redimirse una vez más y retornar a América. Intentar ser de
nuevo, aquél Edward de ella; y no, El
Devorador de Monstruos…
Tardó
una década en poder acercarse de nuevo a una población sin perder el control.
No había vuelto a matar a nadie voluntariamente, pero el vampiro en él, se
rebelaba contra su búsqueda de paz interna y resurgía, sediento. Aún así,
eventualmente, lo logró.
La
ciudad dónde actualmente residía, había manchado su record de nuevo… Pero no
había podido controlar la furia que le habían provocado las acciones de esos
malditos al intentar acabar con la deliciosa niña que caminaba a su lado; la
criatura de risa alegre que le había traído a Bella una vez más a su lado.
Y
fue, justamente esa risa en la que él estaba pensando, la que lo trajo de
vuelta al momento presente, a la conversación que mantenía con Elise.
Luego
de contestar al comentario de ella y reír un poco juntos, decidió que no quería
recordar más esos oscuros días y que prefería dejar fluir la magia de Elise por
su mente, cubriéndola con el bálsamo de su contagiosa felicidad.
El
tiempo pasó volando para ambos luego de eso y pronto fue muy tarde para sólo
caminar. Además, le era evidente la palidez en Elise. ¿Por qué se le veía sí?
¿Acaso era algo de ella? Su corazón se notaba esforzado de nuevo…
Sentados
en una banca del parque, Edward notó de repente que ella se había quedado
callada por demasiado tiempo ya, mientras lo miraba a los ojos. ¿La había
deslumbrado de nuevo? Lamentó tener ese efecto en ella, no quería que el
depredador la cortejara por ningún motivo y suspiró apenado.
-¿Elise?
A
ella sólo se le dilataron un poco más las pupilas con su voz.
-Elise,
¿qué piensas? ¿Estás cansada ya?
Él
decidió tocarla para aumentar el estímulo, y con un leve roce de sus fríos
dedos, acarició su mano…
La
temperatura inesperada la ayudó a recuperar la voluntad de su mente y se
sonrojó profusamente al captarse perdida en sus ensoñaciones por los ojos
azules. Ella parpadeó visiblemente e inició una amplia sonrisa abochornada, aún
con los párpados cerrados.
-Discúlpame,
Edward. No estoy cansada –mintió-, es que no sé qué me pasa que me pierdo a
veces cuando te miro. Es… muy extraño, además de vergonzoso…- Remató la
confesión con una contagiosa y traviesa risa. Aún así, era evidente en su
expresión que lo afirmaba limpiamente, sin ánimo de parecer una fresca, y
resultó aún más encantadora en su develación.-
-Sí…
Lo he notado, Elise… -rió él en respuesta.- Es sólo que especulo demasiadas
cosas cuando te quedas así. Y créeme que no eres a la única que le avergüenzan
sus pensamientos.
-¡Par de bobos que somos los dos, Ed! Dame un pellizco la
siguiente vez que me pase por favor, ¿de acuerdo?
Los
dos rieron ampliamente de la idea y se miraron con alegría. Y con ése gesto, Elise
aceptó que Edward le gustaba demasiado, desconociendo dos cosas trascendentales
para semejante sentimiento. La primera, lo peligroso e imposible de su
situación. Y la segunda, el cuanto en realidad Edward necesitaba de su calidez.
-Edward,
¿te gustaría ir a un club a tomar algo y oír música? Digo… Es que ya es un poco
tarde y tengo que ver qué hacer con mi auto…
Él
suspiró ante la mirada esperanzada, y Elise supo de inmediato que él no
accedería.
-Sabes,
Elise… Es que, no soy muy bueno para estar en lugares tan ruidosos como tu
Rêve. No me malinterpretes, me gusta mucho la música, pero no la distorsión.
Además, no bebo mucho en realidad. Es una regla que he aprendido. Cuando
siempre estás de paso, no es bueno tomar de más. –Y la miró como contándole un
gran secreto.- Espero lo tengas en cuenta cuando tú estés de viaje, ¿sí?
¡Qué
adorable hombre!, pensó Elise mientras sonreía. Siempre preocupado por ella…
-Entonces,
¿eres de lugares más tranquilos, Edward?
Él
elevó la vista a lo lejos y buscó la mejor forma de responder sin falsear
mucho.
-No
exactamente Elise. Yo percibo la música con mucha fuerza, y eso me permite
liberarme de mis pensamientos y sólo sentirla. Cuando estoy solo, es magnífico,
pero temo a esa exacerbación estando rodeado de otros.
Ella
no podría jamás comprender el alcance de la confesión sin conocer la verdad de
Edward; y evidentemente no lo hizo, porque simplemente rió y contestó
juguetona.
-¡Oh!
¡No me digas que te vuelves todo un groupie! No puedo imaginarte así.
Él
torció los labios con paciencia y sorna.
-No…
Definitivamente, no Elise. Quizá algún día te lo muestre… Tocando al piano. Así
no temería por ti.
-¿Temer?
¡Vamos, hombre! –Ella soltó una risotada, pero luego mordió el anzuelo a través
de la sonrisa que le dedicaba Edward.- ¿Sabes tocar? ¿Eres bueno?
-Eso
no lo sé. Tendrás que juzgarlo por ti misma. Yo tampoco conozco tus gustos en
música.
-De
acuerdo… Pero si empiezo a conocerte, creo que eres tan bueno como lo estás
resultando en muchas otras cosas.
-Elise…
No soy bueno… Recuerda eso siempre, por favor.
La
seria respuesta descolocó a Elise por su incongruencia en la inocente charla.
¿Qué era lo que él cargaba? ¿Por qué se despreciaba tanto a sí mismo? Tenía que
estar errado, alguien tan noble como él no podía ser malo, y lo miró con ternura.
Ansiosa por consolarlo.
-Edward…
Déjame juzgar eso a mí. El pasado no es el presente y lo que sea que te
molesta, tienes que aceptarlo. Quizá puedas incorporarlo a ti, reconociendo que
ha sido parte de tu crecimiento, o quizá tengas que simplemente perdonarte;
pero no vivas a la sombra de tus recuerdos. No vas a encontrar la paz, si sólo
lo usas para abrumarte.
Edward la miró en blanco. ¿Cómo era posible que esa
niña…? Ese bebé humano, ¿supiera tanto de la vida? ¿De él? De nuevo las sombras
de sus atrocidades saltaron a su mente, con el monstruo sentado sobre ellas,
reinando; y del mismo modo lo hizo el recuerdo de la joven Bella, llorando
desesperada cuando la abandonó… Y cuando regresó a su lado para el fin… No. No
habría paz para él, nunca. ¡Ojalá pudiera llorar! Quizá se habría convertido en
río ya de tanto hacerlo.
Con
la cabeza gacha, caída por el peso de sus reflexiones, la miró de lado. ¡Pobre
niña! ¡Dulce niña! Qué enorme fe tenía en las personas, a pesar que dos de
ellas habían estado a punto de matarla unos días atrás.
En
medio de esa renuencia, Bella reapareció de pronto en su mente, mirándolo con
dulzura y él la observó atónito. ¡No podía ser!
-Elise…
Eres demasiado ingenua.
Aquella
aseveración la irritó un poco. Sí, quizá sí lo era, pero lo prefería a siempre
esperar lo peor de todos.
-Y
tú estás siendo muy cascarrabias, jovencito. –Le contestó con burla- Ambos
tenemos mucho por delante y celebro que seas tan analítico, porque eso te
ayudará a la larga… Pero, déjeme informarte que de momento, estás haciendo
un muy mal uso de esa facultad.
Ella
soltó una sonora carcajada para rematar su afirmación y Edward no pudo sino
imitarla. ¡Jovencito!, y rió con más ganas. Tenía más de doscientos años de
edad, pero Elise había acertado de nuevo. Él siempre sobreanalizaba las cosas.
-¡Andando!
-Dijo Elise poniéndose de pie con ligereza.- Que vayamos o no a otro lado, de
todas maneras tengo que recuperar mi auto.
Él
la miró aún riendo torcidamente de sus chistes privados y se puso de pie a su
lado, completamente erguido e imponente;
superando con ello a Elise por varios centímetros y notando como ella
registraba por primera vez, su verdadera fisonomía y no el desgarbo con que se
conducía normalmente para mezclarse con las personas. –Bien- pensó, -Ella tiene que
darse cuenta de algún modo que soy mucho más de lo que se observa…- Y
decidió que le permitiría al seductor monstruo mostrarle, sólo eso, a Elise.
¡Dios mío!, tembló Elise por dentro al percibir
el sutil cambio en la apariencia de Edward, sintiéndose terriblemente
impresionada por el bello hombre que caminaba a su lado. Su mente desconectada
sin haber caído si quiera en el encanto de sus ojos…
Luego
de avanzar algunos bloques en completo y ajeno silencio, siguiéndolo mansamente,
notó que se habían detenido y que Edward la estaba mirando con risa traviesa
desde su majestuoso aspecto. Ella simplemente le correspondió, embelesada,
hasta que el alegre sonido se filtró hasta su mente.
-Dime,
Elise… ¿Te pellizco ahora?
La
mandíbula se le cayó al instante, mientras que el bochorno la incendiaba
vorazmente y la reacción vino espontánea. La libre y ruidosa carcajada de ella
fue acompañada de un dulce y cariñoso beso a la mejilla de Edward.
El
gesto tomó más por sorpresa a él, que a ella. Elise era simplemente así,
gentil, impulsiva, cálida. Besarlo había sido una acción de lo más natural para
ella, sobre todo sintiéndose como lo
hacía respecto a él; y no se arrepintió en lo absoluto a pesar de notar la rigidez
en Edward. Luego de dejarlo pasmado, se encogió de hombros, le guiñó un ojo y
retomó la marcha, siendo ella la delantera ahora.
Edward
lo había visto venir con la velocidad que él era capaz de percibir su entorno, pero
no lo creyó posible. Que alguien estuviese dispuesto a tocarlo voluntariamente,
era inconcebible. Y para su asombro, aunque se hubiese podido retirar a tiempo
y esquivar ése contacto, no lo hizo; permitiéndole a ambos ése raro instante de
humanidad.
El
verla caminar frente a él, percibiendo la danza de su corazón al ritmo de su
risa, fue muy agradable. Y mientras le alcanzaba, recordó un momento en que se
había sentido vivo, hacía mucho. La imagen de Bella acurrucada en sus brazos se
apareció brillante como un rayo de sol en su memoria. Ellos charlaban, hechos
un ovillo sobre el campo de flores y Bella reía feliz, con su mano descansando
sobre su pecho mientras que él la acariciaba con suma delicadeza. Su Bella, su
frágil humana. Su amor.
Elise
viró a verle, aún riendo, y él le devolvió la sonrisa, agradecido por el
segundo de calor que le había regalado con su amada.
Para
cuando llegaron al estacionamiento, la camaradería entre ambos había aumentado
a pasos agigantados, pero el sentimiento de paz se le había pasado por completo
a Edward, acallado por su sentido de responsabilidad.
-¿En
verdad vas a rechazar mi ofrecimiento de nuevo Edward?
Le
preguntó Elise, fingiendo estar ofendida.
-Sí.
Sabes bien cómo me siento al respecto de que andes cruzando la ciudad a media
noche, sola. Será en otra ocasión.
-¿Y
cómo vas a regresar a casa?
-Del
mismo modo que siempre.
-Eres
demasiado anticuado a veces, Edward.
-Lo
sé.
Era
absurdo, pero aceptó su decisión. Ahora, tenía que asegurarse de verlo pronto.
La idea de pasar tantos días sin saber de él, la angustiaba.
-Edward,
ven a comer conmigo a casa mañana. No estés solo en ésta ciudad.
-Te
lo agradezco Elise, pero aún me estoy instalando y tengo muchos pendientes por
resolver.
-¿Estás
seguro que no necesitas ayuda?
-Sí.
Estoy acostumbrado a esto, gracias de todas maneras.
-¡Oh!
Está bien…
Esto,
no está funcionando, pensó ella. ¿Por qué siempre le daba la impresión de que
no lo iba a volver a ver o saber nada de él en cuanto se despidieran?
-Edward…
-agregó ella dudosa- Dime una cosa. ¿Te molestaste por lo de hace rato? Quiero
decir, ¿te pareció incómodo que te haya besado por haberte burlado de mí?
Él
elevó las cejas, sorprendido. Elise era muy directa a veces y el modo de
responder a esa actitud era la de ser honesto con ella. Además, eso le
ahorraría a Elise formar ideas equivocadas. Con quien había jugueteado ella
había sido con el monstruo, de ninguna manera pudo haber sido un gesto para con
él.
-Mira
Elise… - Y suspiró para darle espacio para prepararse.- No se trata de eso, es
que… Bueno, no quiero sonar presuntuoso pero, necesito aclararte algunas cosas…
¡Oh,
por Dios! -Pensó ella mortificada.- ¡Es gay! ¡Dios mío! ¡Es gay y yo lo estoy
acosando! Ya decía yo que era demasiado hermoso para ser real. ¡Oh! ¡Qué gran
desperdicio! –Se mordió el labio compungida mientras se decía todo eso en su
mente.-
Edward
notó que ella hacía un gesto extraño y deseó poder terminar con todo lo más
pronto posible. Si Elise estaba confundida aún, la verdad la ayudaría a
ubicarse mejor respecto a él, sin necesidad de saber razones mucho más
macabras.
-Elise,
ya te he contado en parte los motivos del por qué deambulo de un lugar a otro…Y
bueno, yo… Sigo enamorado de ella, Elise. Siempre voy a estar enamorado de
Bella. No importa el tiempo que pase, o lo que haya sucedido con ella… Isabella
Swan, será siempre lo más preciado para mí.
Elise
se choqueó un instante, digiriendo lo escuchado. De no ser por la solemnidad y
seriedad con que Edward había pronunciado esas palabras, hubiera jurado que
estaba leyendo un viejo y absurdo libro romántico de antaño. ¿Único amor? ¿Para
siempre…? ¿Acaso era él tan ingenuo? ¡Uy! Y… ¡¿si era virgen?! O si la tal
Isabella había sido su primera y única… ¿Cómo era posible que un hombre de ésta
generación afirmara semejante disparate? ¿Le estaba tomando el pelo? Volvió a
mirarlo, buscando desesperada por un asomo de broma en su expresión, pero nada.
Edward parecía creer a ciencia cierta lo que había dicho, y se sorprendió aún
más.
-Bueno,
en ése caso, lamento terriblemente haberte importunado con mis acciones,
Edward. Yo, simplemente actué por impulso, para responder a tu sorna y
devolverte la burla. Quería que te sintieras un poco avergonzado como yo. No
quiero que te sientas acosado. Es… bueno… Es simplemente como soy. Si decides
seguir siendo mi amigo lo entenderás.
-Elise,
lo comprendo perfectamente, y eso es lo que más me agrada de ti; pero no quiero
defraudarte luego, cuando tú también te des cuenta de que lo que dije es
verdad. Yo… El cambio es raro en mí. ¿Puedes tú también entender eso?
Elise
soltó la respiración que había estado sosteniendo mientras evaluaba el
discurso. De acuerdo, si él creía que sólo había un modo… Ya después
descubrirían entre ambos, qué tanto de la balanza se recomponía al mover las
piezas. Y como fuese, ella le debía la vida a Edward. Tenía que encontrar el
modo de aligerar la deuda para con él…
-De
acuerdo, extraño. Nada de ideas románticas. Pero aún así insisto, no te creas
solo aquí. Ya tienes una amiga en esta ciudad. ¿Lo entiendes?
Edward
sonrió con amabilidad. ¿Amiga? ¿Alguna vez había tenido una? No. Aparte de Bella,
que le dio todo; sólo hubo mujeres que le dieron pasión cuando la necesitó para
acallar su pensamiento. Quizá era la hora de empezar a averiguar si podía tener
una amiga simple, y llanamente.
Isabella
le miró interrogante desde su mente y él se encogió de hombros para ella. -Espero que esto sea lo que tú quieres para
mí, amor-; le musitó, ahí dentro, con cariño.
Elise
dejó a Edward sobre la avenida principal para que le fuese más fácil tomar un
taxi y al despedirse, volvió a besarlo en la mejilla con ligereza. Edward dudó
un segundo, pero luego la imitó. A fin de cuentas, eso era lo normal en éste
siglo. Así como el quedar en verse con una amiga, en los días siguientes.
Dentro
de su cama, Elise repasó toda la salida y todas las actitudes de Edward. Era una
lástima que él tuviese el corazón tan roto y se mirase a sí mismo con tanto
desdén. Deseó mucho poder ayudarle a encontrar consuelo, y para ello, tenía que
empezar por aceptarlo tal y como era él.
Cansada
de verdad, se quedó dormida muy pronto. Y se soñó bailando con Edward al ritmo
de una hermosa y conmovedora melodía de piano. Sí, definitivamente la música
lenta era mejor, te permitía estar en los brazos de alguien y acurrucarte ahí,
segura y protegida de todo.
Edward
vigiló su descanso brevemente, no sintió la necesidad de permanecer a su lado
para alejar a las pesadillas. Elise sonreía dormida, por algo que la alegraba
en sus sueños.
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Me está gustando mucho éste
Edward, tan complicado como siempre, tan enamorado de su Bella como siempre. ¿Y a ustedes?
Besos: Sissy
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“Slepping at Last”--- Creo que todas las conocemos, ¿no?
Dulces sueños chicas.
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CAPÍTULO ESCRITO EL 2 DE JULIO 2013, PUBLICADO EL 9 DE AGOSTO 2013.
por aqui maria veronica siempre siguiendo tus historias! y esta me encanta! tienes un gran talento!!! ya espero con ansias el proximo capitulo! saludooos!
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