CAPÍTULO 36
EL FINAL
¿Flores y corazones? ¿Unicornios y mariposas? ¡Vamos,
chicas! Eso sólo pasa en los cuentos que leíamos cuando teníamos siete años.
¿Acaso creían que enfrentarme a Robert, el punto de quiebre de mi vida adulta,
iba a ser así de simple? No. Éste reencuentro tenía que ser hecho con la mayor
madurez que me fuese posible luego de tanto error. Faltar al trabajo al día
siguiente era indispensable.
Era un hecho que ambos seguíamos pensando el uno en el otro
y aunque él me había dado la opción de alejarlo, no le había llamado. ¿Por qué?,
me pregunté. Nuestra relación siempre había sido desatinada e hiriente, ¿había
cabida en mi vida de nuevo para él? ¿De verdad podía verme a su lado sin
sentirme una estúpida total? ¿Acaso perdonarle y aceptarlo no significaba que
yo carecía de suficiente amor propio? Mucho tiempo lo había repudiado por todo
lo que él simbolizaba, pero… ¿Valía la pena arriesgarme una vez más? Claro que
necesitaba verlo de frente, oírle, incluso saltar a la sartén caliente para saber
si es que eso era posible pero, ¡no quería quemarme de nuevo! Y más que
posiblemente, estaba a punto de hacerlo.
Respiré profundo para controlar esos desconcertantes
pensamientos y me obligué a reconocer que sí, que él se había esforzado por
hacer las cosas bien. La última vez que habíamos hablado, mi negación no había
socavado su decisión de protegerme. Nunca si quiera, hubo una señal de mi
existencia en todo el escándalo de la infidelidad de Kristen y él había quedado
como el estúpido más grande de Hollywood sin rechistar. Dudaba que fuese sólo
por lo que Aarón alegaba, por proteger su imagen de chico bueno.
Aún así, Robert era el hombre que más me había herido en mi
vida y eso no lo podía negar ninguna buena acción. Dos veces me había rechazado
y despedazado. Dos veces me había traicionado en toda su capacidad y era por su
causa que yo había sufrido tanto y había hecho sufrir a otros a la vez. Y aún
así, le quería; y al parecer él también a mí. ¡Qué insensatez! Desesperada, evoqué
los rostros de Aarón e Imanol, tratando de comparar lo que cada una de sus
memorias me provocaba contra la de Robert, intentando con ello, entenderme a mí
misma.
Imanol había sido mi primer gran amor. A su lado había
aprendido a entregarme y soñar, a vivir la ilusión infantil del romance y
también lo horrible que eran los celos. Lo había querido mucho, muchísimo y él había
torcido el camino a causa de su inseguridad. Tardé demasiado en reaccionar, en
darme cuenta de que a pesar de que le amaba de verdad, eso no era suficiente para
él. No supo dominar el veneno que su malsana imaginación le inyectaba y casi
nos destruyó a ambos en su ira. Estuve demasiado cerca de desaparecer, de vivir
perenemente asustada de la persona que la dominaba a través de un falso amor.
No. Haberme casado con Ima hubiera sido un error a pesar de que él había logrado
al fin controlarse. Cuando le superé, aprendí que nadie valía la pena si eso
implicaba mi propia esencia y vida.
Recordando eso reconocí cuán trascendental había sido la
llegada de Robert a mi vida, justo en esos momentos en que casi cedía a unirme
a Imanol de nuevo. ¿Cuánto de él y su cariño me había ayudado a dejar
definitivamente a Ima? Quizá más de lo que nunca antes había aceptado. Su
cándido amor me había impulsado hacia arriba con gran fuerza y había dejado el
miedo atrás, gracias a él.
Luego fue el turno de pensar en Aarón… Aarón era aún un
sentimiento de pérdida y vergüenza muy latente. ¿Cómo era que me había yo
atrevido a lastimarlo tanto? ¡Ojalá y él hubiese sido la persona indicada para
mí! ¿Por qué no se podía ordenar al corazón de quién enamorarse? Él era
esforzado, cariñoso, culto y tenaz… Pero con todo eso, nunca había llegado a
sentir que mi alma entera temblaba cuando me besaba como lo había sentido con
Ima o con Robert. ¿Por qué? Y si Robert nunca más hubiese reaparecido, ¿sería
ahora su esposa? Estuve muda un momento, tratando de evocar la imagen casera
que esa idea planteaba, y me descolocó. No. Por más cariño que habíamos
logrado, nunca habíamos dejado de reñir, nunca le había amado lo suficiente.
Era muy posible que tarde que temprano uno de los dos, o ambos, termináramos
por declarar que lo nuestro era un fracaso terrible, al borde del repudio del
uno por el otro. No. Casarme con el segundo mejor hubiese sido una gran estupidez.
Robert. Robert. Robert. Robert Pattinson; el chico de
portada que me encantaba desde que lo vi por primera vez interpretando al
masoquista vampiro de Twilight. Sí. Definitivamente eso le había facilitado el
camino a mi corazón. Él ya tenía terreno ganado cuando se convirtió en algo
real y tangible en mis sentimientos y cuerpo. Ojalá y hubiésemos sabido ser sólo
un simple romance de verano el uno para el otro; eso me hubiese evitado muchos
problemas.
Pero de no ser por él, tampoco sería quien era yo ahora.
Antes de Robert, me derrumbaba, me lamentaba, me quedaba en el suelo; pero
luego de él, luego de sentir su rechazo, me convertí en una sobreviviente. Una
de esas que a veces hace cosas malas para prevalecer. Suena horrible pero es
verdad; fue mi modo de salir adelante y cometí muchos errores en el camino. Arrasé
con muchas personas, yo misma entre ellas y mi querido Aarón también.
Una vez más comprendí lo fácil que era equivocarse cuando de
amores se trataba. Darle una última oportunidad de hablar a Robert parecía
justo pero, sin importar que él fuese aún un famoso actor de cine y yo una
mujer común y corriente, todo iba a tener que ser muy distinto a cómo había
sido antes si es que aún existía la posibilidad de… Torcí el labio inquieta, la
duda continuaba ahí, ¿podría yo sobrellevar los malos recuerdos? ¿Habría él
madurado finalmente?
Cuando el timbre de mi apartamento sonó esa noche, me di un
último vistazo al espejo y la mujer en el reflejo me devolvió una mirada
ansiosa.
Mi pelo era largo de nuevo y casi de su color natural, un
castaño claro con reflejos luminosos alrededor del rostro de grandes ojos
cafés. Esa chica ya no era peligrosamente delgada por culpa de un corazón
exánime, sino saludable. Madura. Distinta a las “Ninas” que Robert había conocido. Y tenía que confiar en ella para
enfrentarme al pasado.
Inspiré profundamente cerrando los ojos por un instante
justo antes de girar la perilla, tratando con ello de reprimir la ansiedad que
me controlaba y enfrentarle de nuevo, y abrí… Lo primero que noté después del
cómo se enderezó de su desgarbada postura de manos en los bolsillos al sentir
el movimiento de la puerta, fueron el cabello y los ojos. El primero estaba
desprovisto de sus largos y rebeldes mechones de antaño en un corte más prolijo
y sentador, y los segundos, me descolocaron un momento al contemplarlos. Eran
de una mirada verde transparente y
nerviosa, tan nítida, que casi pude jurar no podían esconder nada. Después vino
la mordida involuntaria en sus labios antes de esbozar una cortés y amable
sonrisa en el rostro pálido que empezaba a ruborizarse traidoramente de
perturbación.
-Nina…
Su voz fue suave, modulada, en un saludo que denotaba
contención; pero agradable. Chequé mi respiración, y aunque superficial, estaba
ahí; así que pude hablar a mi vez.
-Hola Robert.
-Yo… -Sonrió torcida y ampliamente.- Me alegro de verte Nin…
Uh… -se enderezó de nuevo inconscientemente mientras que me envolvía con su
mirada. - Asumo que ésta vez sí sabías que vendría, ¿no es así?
-Sí... Yo… Hablé con Arturo luego de recibir tu carta.
-¡Oh, bien! –Elevó sus cejas levemente sorprendido antes de
volverme a mirar nervioso- ¿Cómo está él? –La pregunta implicaba con evidencia
mucho más que el interés por la salud de mi hermano; denotaba más bien la duda
por descubrir si Arturo había nuevamente incumbido negativamente en nosotros.
Yo no tardé en contestar a ambas interrogantes del mismo modo ambiguo que él lo
había planteado.
-Él está bien Robert, gracias. Te manda saludos. –Añadí con
una entonación extraña en mi voz que denotaba la curiosidad que sentía respecto
a su encuentro con mi hermano.-
-Me alegro… -el alivio fue evidente en su mandíbula con mi
respuesta, pero la tensión volvió ahí, cuando con cuidado preguntó,- ¿Me
invitas a pasar Nin?
Pestañé un par de veces, avergonzada y me hice a un lado para
hacerle espacio.
Él entró a mi departamento y luego esperó educadamente por
mí para dejarme guiarlo. Estábamos prácticamente en la sala, así que lo invité
a tomar asiento; lo cual aceptó con un movimiento de su cabeza y lo hizo sobre
el más largo de mis dos sillones, dejando lugar para mí a su lado. Yo permanecí
en pie, demasiado nerviosa para actuar en concordancia.
-Es un lindo lugar el que tienes aquí Nin. Acogedor… -dijo
mientras plantaba las manos sobre sus muslos, tratando de controlarlas con ese
gesto.-
-Gracias. Es un buen lugar para vivir, pero supongo que no
se compara con lo que tú estás acostumbrado.
-Las casas son sólo eso Nin; no son tan buenas si se sienten
huecas. –Sus ojos se clavaron en los míos, interrogantes y yo respingué bajo su
escrutinio.-
La inusitada respuesta con esa voz educada y el hecho de que
él seguía siendo avasalladoramente sensual en su sola presencia, me alteraron hasta
del pulso, y no me convenía sentirme así; por lo que me recordé a mi misma no
perder de vista al enorme elefante sentado en el cuarto y me pregunté cuánto
tiempo iba a tardar él en hablar con la verdad. Deseaba ansiosa que no fuese
demasiado.
-¿Puedo ofrecerte algo de beber Robert?
-No hace falta Nina, gracias. ¿No vas a sentarte?
Lo hice finalmente a su lado con un gesto de desconcierto
extendido por todo el rostro y cuando me crucé de piernas, noté como a él se le
iba involuntariamente la vista sobre ellas un segundo para luego enfocarse en
mi rostro de nuevo. Estaba… perturbado, ¿igual que yo? No quise seguir el curso
de ese pensamiento y me forcé a pasar saliva mojándome los labios inconscientemente
en ese acto. Él abrió los ojos atajado por mi delator gesto e inspiró aire,
pero luego de ello cerró los labios firmemente.
-Y… ¿Cómo has estado Nin? Te ves bien.
Asentí con la cabeza para agradecerle, pero me mordí los
labios, tensa.
-Gracias. Tú también… Tu pelo –señalé levemente con el dedo-,
te sienta. –Él sonrió abochornado encogiéndose de hombros.-
-El trabajo, sabes… Éste año me ha forzado a mantenerlo
corto, pero… Bueno… ¿Y tú? Si me permites, me alegro que ya no estés tan
delgada, antes te veías demasiado frágil. Estás más guapa ahora. –Me sonrojé al
acto, pero sólo le agradecí en silencio.- ¿Qué tal tu vida Nin, el trabajo…?
–Siguió.-
-Oh… Ya sabes, lo mismo de siempre. Papeles, viajes,
visitas…
-¿Amigos?
Sus ojos inquisidores añadían con nerviosismo lo que su boca
no decía. Mi rubor sólo aumentó ante la implicación sobre mis anteriores
costumbres.
-No, bueno… No como antes. Ahora prefiero estar tranquila…
¿Y tú?
-¡Oh no! –Su respuesta fue inmediata y firme.- No… Hace
mucho que no salgo con nadie. Y bueno, tampoco te lo pude decir en el momento,
pero, aparte del acuerdo con Kristen, la Summit nos hizo firmar un contrato
respecto a apariciones públicas con terceros mientras no terminaran ellos de
publicitar y explotar todo lo relacionado con los filmes. Necesitaban mantener
viva la idea del amor épico de Bella y Edward a través de Kris y mío. Fue
desagradable, pero… -Se encogió de hombros sin
añadir más.-
-¿Un contrato? ¿Pueden obligarte a eso, en serio?
-Oh, si… Es común incluir una cláusula de ese tipo cuando
filmas una película, algo como no hacer ni decir nada que pueda dañar la imagen
de la historia. Kristen tuvo una sanción económica por lo mismo, pero nunca
imaginé cuando me embarqué en esto cuan bajo iba a llegar a ser ese compromiso.
-Hum… ¿Y tú, también te multaron? Digo, ¿ellos supieron de,
bueno…? ¿Lo que tuvimos entonces?
-Si… Kris se encargó de poner al tanto a altos ejecutivos
del estudio, pero a ellos les dio igual si yo la quería o no. El contrato nos
tuvo amordazados por varios meses y sometidos a presentaciones y apariencias,
lo cual le favoreció mucho a ella, pero ya terminó. Hace tiempo que estoy libre
de todo aunque no se supone que debo hablar al respecto. Aún así, el pacto
entre Kristen y yo sigue en pie.
-¡Oh! Supongo que si ella habla, tu imagen se vería dañada
también.
Su frente demostró lo molesta que le parecía mi afirmación.
-Nina, me importa poco si ella lo hace público o no. No me
costaría nada afirmar que estaba enamorado de ti y que fui un idiota al no
elegirte pero; no se ha tratado de mí, sino de tu paz.
“…No ser
más tu secreto…”. ¿A eso se refería en su carta? Las ansias me
dominaron y ya no pude esperar más a hacer la pregunta que me acosaba desde la
tarde anterior.
-Robert, disculpa mi falta de tacto, pero… Aunque todo esto
es muy interesante y en parte me incumbe, quisiera saber…Luego de tantas cosas y
tanto tiempo podrás entender que encuentre tu repentino contacto muy
desconcertante. Tu mensaje era… No entiendo lo que quieres… Te he recibido
porque Arturo intercedió por ti, lo cual es tremendamente inusual y
desconcertante, pero…
Su entrecejo se cerró un poco al igual que sus labios, dándome
una mirada evaluativa que luego de un instante, llegó a una resolución
exhalando el aire que había contenido mientras pensaba.
-Nin, no me llamaste. Estuve esperando esa advertencia aún
cuando estaba tocando a tu puerta. Quiero presumir entonces que, -hizo una
pausa jalando aire para poder elegir sus palabras con cuidado al continuar- me
darás la oportunidad de estar… Intentar…
Ahora fue mi turno de morderme el labio, nerviosa. ¿Querías
franqueza Nin? Pues ahí la tienes. ¿Qué vas a hacer ahora? Me preguntó mi mente
muy sarcástica.
-Discúlpame pero, –repliqué a su pausa, sólo que al ver sus
ojos inseguros refrené mi lengua. “Pies de plomo, Nina”, me dijo mi mente y
pacté con ella hacerle caso.- Robert... Es que simplemente no puedo entender
que estas aquí una vez más, buscando… Lo único que sé es que eres terriblemente
malo para mantener tus promesas… -Agregué con lo que pretendía ser una atenuante
sonrisa.-
-No todas ellas Nin. –Su cabeza torcida me miró fijamente y supe
bien qué se refería al silencio que había guardado para protegerme de Kris y la
prensa; pero fue lo que agregó luego, lo que me hizo temblar.- … Solamente la
de mantenerme alejado de ti.
¡Wow! Enmudecí al escucharle y me obligué a tranquilizarme;
no podía echar a volar toda mi dignidad por una frase, ¿o sí?
La mirada de Robert se mantuvo inmóvil sobre mi rostro, en
una espera silenciosa y honesta. Cómo no respondí, él lo tomó como el pie para
seguir hablando con esa voz calmada y británica que me estaba calando.
-¿Aún estás enojada conmigo Nina? Me pareció que… Empezabas
a perdonarme la última vez que hablamos.
Yo asentí con la cabeza, un flashazo de malos recuerdos
asaltó mi pensamiento y me revolvió las entrañas. ¿Perdonado? Sí… ¿Asumido las
consecuencias de mi parte en todo? También…
-Sabes bien que me hiciste mucho daño Robert, pero, eso ya
lo dialogamos… ¿O es que todavía necesitas hablar de ello? Tus errores, mis
errores… ¡Fue toda una colección de malas decisiones…! -Me encogí de hombros
mientras lo miraba con desánimo.-
-Pésimas las mías, Nina, verdaderamente decepcionantes. Si
yo… -Suspiró de nuevo y detuvo su discurso. Finalmente liberó sus manos del
ancla que habían sido sus muslos y en un delatador gesto, revolvió su pelo una
y otra vez, como antaño, antes de descubrirse fallando en autocontrol y regresar
apresuradamente a su contenida postura anterior.- Nina… No te casaste… Otra
vez… –dijo virando el tema y sonrió con suavidad y descaro por debajo del
rostro. Yo suspiré en complicidad al entender a qué se refería.-
-No, no lo hice… Me
gustaría mucho saber cómo te enteraste de ello. ¿Arturo…?
-No… Fue antes… A principios de año… Ya te lo dije, me es
difícil no saber de ti. Necesitaba confirmar que todo estuviera bien, que nadie
te había molestado. Había muchos rumores sobre una rubia misteriosa relacionada
conmigo y temí, más bien supe que Kris había soltado un poco de veneno y
sembrado la carnada para la prensa. De poco sirvió que saliera con Sarah Roemer
aquella vez para despistarla. Kristen sabía que era casi imposible que ella
fuese la chica de Londres y estaba decidida a dar contigo tarde que temprano. Así
que excusándome en ello, hice que te llamara a la oficina… Urgh… Mi hermana...
Ese fue un momento… Interesante, por decir algo. –Se mordió el labio divertido
y yo visualicé escandalizada a una de las chicas Pattinson haciéndole ese
extraño favor a su hermanito menor.- La mujer del conmutador te odia de verdad…
-agregó entre dientes y con risa mal contenida,- pero me alegro de que haya
sido tan comunicativa…
-Hum… sí… Espera un momento… ¿Sarah Roemer? Saliste con ella,
¿por mí…?
¿Cómo? Y… -pestañeé sumamente aturdida con la información que estaba procesando.- ¿Tu hermana llamó a mi trabajo? Ella… ¿Le dijiste…? ¡¿Le contaste…?!
El sonrió torcidamente sacudiendo los hombros.
-Sí… Victoria está empecinada en conocerte lo más pronto
posible. Y obviamente, gracias a ella, toda mi familia.
Respingué involuntariamente. ¿¡Su familia!?
-¡¿Cómo?! Ellos… ¿¡Saben…!?
-No lo tomes a mal, Nin, por favor. No tienes idea… No
pretendo comparar mi dolor con el tuyo, sólo quiero que sepas que… Yo… Nunca
dejé de quererte Nina, perderte fue… Muy malo. Cometí tantos errores… Pero Nina,
no estaba preparado a mis veinte y tres años a enamorarme de éste modo, a
conocer… - Bajó su mirada cohibido por sus propias palabras- No me parece
apropiado decírtelo aún pero… Nina, de verdad, creo que… Hum… Nin, sé que no lo
merezco; eso lo tengo muy claro, pero…–Sus ojos de aguamarina se clavaron en
los míos mientras se acercaba un poco; y en mí, sentirlo tan cerca, desató una
oleada de calor interno que amenazó con asfixiarme.- Nina… No puedo cometer más
errores. No cuando estoy completamente seguro de lo que quiero… Yo, ¡por fin
soy libre de todo! No hay nada que me impida decirte cómo me siento; personas,
chantajes, contratos, ¡nada...! Sólo que temo presionar demasiado o
decepcionarte nuevamente.
Carraspeé un poco para aclarar la voz que se me había
atorado en la garganta.
-¿Qué estas intentando decir, Robert?
-Nina… Yo… -Y se acercó un poco más aún, sin soltar el agarre
de sus manos sobre sus piernas, denotando con ello que contenía más que sólo sus
palabras. Su voz sonó baja y pausada, tratando de escoger con cuidado lo que
articulaba en ese interrumpido discurso.- Nina, yo, sé perfectamente que puedo
ser un iluso al pretender…, pero… Quisiera
mucho me permitieras volver a ser parte de tu vida, sé que te estoy abrumando
con todo esto, es sólo que no puedo dejar de decirte cómo me siento. Estoy
dispuesto a hacer lo que quieras con tal de que vuelvas a confiar en mí. –Añadió
con voz serena y controlada.- Yo, ya no estoy más deslumbrado. He tratado de
recuperarme, de ser lo que tú me dijiste debía ser. Quiero… Por favor Nina…
¿podrías? –Se frenó en seco, y mojando sus labios de nuevo, viró hacia mí con una
mirada muy seria desplegada en sus ojos.- Si tú quieres un anillo… Si quieres
que todo el mundo lo sepa… Yo estaré más que dichoso de poder pararme a tu lado
y decir con libertad que te amo…
Y con esas graves afirmaciones, sus manos ya no se hallaron
cautivas de su agarre, sino que volaban una y otra vez de arriba abajo exponiendo
sus palmas abiertas mientras que su rostro se contraía en un esfuerzo de
honestidad. No intentaba tocarme, pero podía notar como estaba luchando
desesperadamente no hacerlo y por un momento me alegré de ello; sabía que
perdería la cordura si es que sentía su piel sobre la mía y ¡Dios me librara!,
sus labios de nuevo, besándome.
Pero entonces, el zumbido interno que amenazaba
con paralizar mi cerebro por completo se acalló cuando la frase “… un anillo…”, se hundió finalmente en
él.
-¡Robert! ¡Por favor! ¡Para! ¿¡Qué estás diciendo por Dios!?
¡¿Un anillo?! ¡¿Estás loco?! - Me levanté de su lado, conmocionada, urgida de
espacio. ¿En verdad él sentía eso? ¿Esperaba que yo…? Pasado el shock inicial,
tuve ganas de abofetearlo ahí mismo por estúpido. Ahora fui yo la que me halé
el cabello, muy irritada.- Eres un idiota Robert. –La cara se le puso
transparente al oír mi reacción.- ¡No has crecido un ápice! ¡¿Un anillo?! ¿Para
qué rayos crees que te va a servir eso? ¿Intentas hacerme lo de Kristen? Un
anillo no significa nada, no cambia nada si quien lo da y quien lo recibe no lo
toman en serio. ¿De verdad crees tú que yo te voy a aceptar semejante
disparate? ¡Eres un niño! -Estaba yo casi furiosa, tanto miedo que había yo
sentido por tanto tiempo y ahora resultaba que él seguía siendo un niñato bueno
para nada, el mismo inmaduro de siempre. ¡Qué decepción!-
Al instante, lo vi perder la calma y buscar palabras en el
aire con desesperación mientras se humedecía
los labios para ayudarlas a salir a la par que me alcanzaba en movimiento, a punto de perder ya
la batalla por contener sus ganas de tocarme.
-Nina, ¡no! No es como lo planteas… ¡Oh, por favor! Te lo
dije, sabía que eso iba a sonar muy pretencioso pero, lo que quiero que
entiendas es que estoy dispuesto a lo que sea. Sólo necesito que me des una
oportunidad. Yo… Confío en ti, Nina, si tú hubieses dicho que eso es lo que nos
hacía falta, no dudaría. Quiero ser parte de tu vida ya, dejarme de tontadas,
aunque parezca que estoy haciendo justamente lo opuesto. No quiero que me
ocultes más. No te avergüences más de mí, por favor. Déjame demostrarte que
valgo la pena… Permíteme…
Yo me abrazaba a mí misma, tratando de soportar la oleada de
emociones que me estaban azotando a causa de sus palabras. Creerle… Poder
creerle… ¿Un anillo? ¿Según él, decirme eso era jugarse el todo por el todo
para ganarme? Yo no quería eso, ¿o sí? No me di cuenta de que mis ojos me
picaban por las lágrimas que estaba conteniendo.
-Robert, entiende que aunque trates de justificar tan
absurda pregunta que acabas de plantearme, yo no puedo ya confiar tan
fácilmente; y menos porque hay muy poco en ti que me permita suponer otra cosa posible
que lo que mis propios ojos no hayan visto antes.
-Nina, lo sé. Sé que he sido un miserable perro jurando que
actuaba por las razones correctas. Sé que merecería que me enviases al infierno
directo por esa puerta, pero te pido por favor me escuches… ¡Siempre lo he
intentado Nin! ¡Siempre te he buscado y seguido! –paró su discurso no queriendo
agregar otra cosa que sonara a disparate y plantándose desesperado, con los
brazos quietos de nuevo, afirmó con conocimiento.- Nin, yo puedo a ir mil veces hacia ti pero,
sólo tú puedes acercarnos... Lo entiendes, lo sabes, ¿verdad?
-¡Oh, Robert! ¿Cómo voy a poder yo…? –Temblé con el suspiro
con que exhalé esa pregunta. Me sentía tan triste, tan incapaz de darnos esa
oportunidad…-
-Nina… Por favor…
Su voz era tan baja, un susurro casi. Ambos estábamos ya muy
cerca, yo con los brazos sujetándome y él con los suyos, casi derrotados,
colgando a sus costados.
-¿Nin…?
Un beso, una última súplica cargada de duelo pero aún
luchando por nosotros. Aquella lentitud y delicadeza con que lo plantó, fue
como la gota que con el paso del tiempo puede perforar la dura piedra. Mis
lágrimas finalmente alcanzaron mis mejillas y mis sollozos acallaron su
intensión. No me había tocado más que con sus labios pero aún así todo mi
cuerpo se sentía desbordado, enfocado únicamente en percibir lo que en ese beso
había sentido. Sus ojos, repletos de dudas, miraron silenciosos y derrotados por
mi llanto. Y sintiéndose vencidos, se soltaron de los míos llenos de humedad a
su vez. Todo su cuerpo se derrumbó, pareciendo agotado y desahuciado, sin
atreverse a mirarme de nuevo.
-Nin… ¿De verdad…? ¿No puedes…? -El murmullo de su voz
parecía llenar todo el espacio y ocupar mi pensamiento.- ¡Oh, Nin! ¿Qué voy a hacer…?
-Miró al techo, buscando nada y tratar de recomponerse en ello.- Eres un torpe,
Pattinson… -sonrió sarcástico para sí mismo.- Un estúpido bruto. Nin, ¡cuánto
me hubiera gustado…! Soy un imbécil… Quise creer que podría ganarte de nuevo y
sólo me engañé con mis ideas… -Sus manos estaban apretujadas en sus bolsillos y
sin atreverse a mirarme a los ojos, ruborizado y nervioso. -Nin… Nina… Creo que
es hora de marcharme, ¿no? – Y se alejó hacia la salida, encorvado sobre sí
mismo e incómodo, sin mirarme- Yo… Estaré algunos días aquí, por trabajo, pero…
Supongo que eso ya no importa… ¿¡Qué diablos estoy diciendo!? “…Cuando esté viejo y cansado…”, -Agregó
riendo por no llorar- ¡Qué bien elegí el maldito poema! Nin, me marcho, y
discúlpame por todo… Sólo, bueno… Creo que sabes que siempre… ¡Oh, ya basta
Pattinson! –Se regañó a sí mismo y se instigó a salir de ahí. -Cuídate Nin…
No contesté a sus disimulados ruegos, simplemente miré cómo
tomó la perilla y la giró para marcharse. Antes de partir, me miró una última
vez, pero yo seguía inmóvil, acribillada por mil dudas y él se supo derrotado
con ese silencio.
Con un ruido demasiado normal de la puerta al cerrar, se fue
finalmente de mi vida.
La angustia se volvió congoja y agolpada por ella, por fin
se reventó el dique de mi mente y me dejé caer sin atinar, hasta el piso mismo.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Cómo me hacía él esto? ¿Cómo podía atreverse a intentar
hacerme creer que me amaba tanto de verdad? Era imposible, era doloroso, era
inhumano… Me dolía el pecho de tanto sentimiento golpeándolo por dentro. ¿Cómo
iba yo a intentarlo, con todo lo que me había hecho? ¿Por qué pensaba él que
podíamos tener otra oportunidad? Los segundos pasaron largos y pesados y
lamentándome le permití a mis recuerdos surgir y hacerme mirar de nuevo en
aquél verano maravilloso que habíamos vivido hacía tanto y tan ajeno a los
problemas.
Cada imagen que se me vino a la mente me llenó de luz; sus
risas, sus manías, su pelo batido y su cara somnolienta por ser tan mal
madrugador… Las caminatas por la playa con él esforzándose, intentando no
quedar mal. ¡Oh! Y las noches juntos, las charlas, la sensación de camaradería
y pertenencia. La emoción que se me desbordó cuando él volvió por mí a la
salida del aeropuerto… La primera vez que me besó… Y cuando hicimos el amor….
¡Cuánta turbación y alegría sentí al recordar la música que había compuesto
sobre mi espalda!
Cada vez que miraba su rostro de aquellos días en mi memoria
lo hacía con adoración. Y luego, sus locas cartas que me acompañaron durante
meses. ¡Los días en la finca! Ahí me
había dicho que me amaba… ¿Por qué no había funcionado?
De pronto, otro rostro se me vino a la mente, uno querido y
respetado. El de Ethan. Y me estaba mirando severo. “…Eres una tonta Nin, si no hubieras sido tan orgullosa, quizá tú
serías la novia de Pattinson ahora y te hubieses evitado tanto sufrimiento…”.
Sí, no eran sus palabras exactas, pero había reconocido hacía rato que él había
tenido razón… ¿Y entonces? ¿Qué estaba haciendo yo ahora? ¡Oh, por Dios! ¡Era
cierto! Robert siempre me había procurado. En San Diego, por Internet, en
Londres, ¡y con sus llamadas…! ¿Y yo no podía creerle que de verdad había
luchado por mí?
¡Idiota!
Me levanté apresurada y corrí hacia la puerta sólo perdiendo
unos segundos en arrebatar las llaves del colguín y salir en su búsqueda. Ojalá
y aún no se hubiese marchado. Y si ese fuese el caso, pensé, ¡lo perseguiría
hasta el estudio de televisión si fuese necesario!
Piqué varias veces el botón del elevador y sopesé cuánto
tardaría en bajar si optase por usar las escaleras; y cuando estaba a punto de
tomarlas, la puerta se abrió, dejándole a él al descubierto al momento que yo trataba
entrar al interior a toda velocidad.
Ambos nos miramos pasmados por la sorpresa, pero antes de
que yo pudiera buscar las palabras para retenerlo, él se lanzó al pasillo con
expresión decidida.
-Nina, ¿te ibas?
-¡No! Yo, no… Yo, intentaba
llegar a la calle antes de que...
-¿Ibas a huir de nuevo?
-¡No! ¡No! Yo… -Estúpidamente dudé ya que en mi mente
corrían al menos tres variantes de lo que deseaba decirle, pero ninguna de
ellas salía de mi boca por sí misma.-
Él torció el gesto con molestia y ante mi tartamudez me
atajó impositivo.
-Mira Nin, me alegro de haber regresado a tiempo para evitar
te escapes una vez más. ¡Y! No voy a permitir que me presiones o que me vuelvas
a poner tan nervioso como lo hiciste allá adentro, tanto que no pueda ni decirte
de verdad lo que pienso.
¡¿Nervioso?! ¡¿Presionado?! ¿Qué yo le había hecho qué?
Ahora sí enmudecí hasta de lo que se me trababa en la lengua y lo miré
incrédula. Sólo atiné a repetir su nombre como tonta.
-Rob, yo…
-¡Oh, no! Para ahí mismo. Quiero que me escuches bien y nada
de interrumpirme o espolearme. –Miró a los lados nerviosamente y luego se
centró en mí, llenando de aire sus pulmones antes de seguir. -Yo no vine a
esto. Yo no vine hasta acá para darme por vencido tan fácilmente. Entiéndeme
bien que yo no soy el masoquista ese de Edward Cullen, ni un galán de novela
romántica. ¡Ya! ¡Ya basta! Si lo del anillo te molestó, lo siento. Fue una
barbaridad, lo acepto, pero lo demás no. Yo vine a buscarte porque sé bien lo
que siento y tengo ganas de que te enteres cuán serio soy al respecto. Si no lo
entiendes por ahora, no importa, pero voy a demostrártelo. Me queda poco tiempo
de promoción aún por delante, pero luego tendré unos meses de calma antes de la
nueva filmación y tengo pensado mudarme cerca de ti durante ese periodo. Quiero
invitarte a salir, convivir contigo sin prisas ni saltarnos pasos como lo
hicimos siempre. Quiero que conozcas a mi gente y yo a la tuya. Y si la prensa
se entera, me importa un comino, voy a sonreír como siempre y demostrar lo
feliz que soy de vivir así. Así que, entiéndelo. No vas a librarte tan
fácilmente de mí. No me voy a ir a
ningún lado.
Yo estaba fascinada oyéndolo, con la sonrisa de incredulidad
corriéndose por el rostro.
-¿Lo entiendes, Nin? No me vas a poder esquivar tan
fácilmente como antes. Ya me conoces, soy un terco y un necio y…
-Me parece perfecto. –Le interrumpí encantada.-
-¡No! No me vas a salir con sarcasmos Nin. Estoy hablando en
serio.
-Yo también. Me gusta tu plan.
Él pestañeó varias veces y abrió los ojos desmesurados
mientras su expresión concordaba con la pregunta que me hizo con una voz que
desafinó varias escalas por incredulidad.
-¡¿QUÉ?!
-Que sí, que estoy de acuerdo y que ya veremos que hacemos
luego con todas esas locas y reporteros que te persiguen a donde quiera que
vas.
-¡¿Cómo dices?! ¿Estás hablando en serio Nina? Porque no
estoy para burlas.
-Ya. Bésame y cállate… –Dije sin saber bien que hacía,
traicionada por mi propio anhelo.-
Su cabeza viró abruptamente, azorada, en mi dirección. Su
rostro, aprensivo, mirándome perplejo. Yo sólo asentí a su interrogación con un
movimiento casi imperceptible de mis labios. Exhalando un quejido de alivio
cerró el espacio entre nosotros con un abrazo tembloroso mientras me buscaba la
boca con cuidado y angustia.
-Nina…- Su voz quebrada, baja y cargada de emoción repetía
mi nombre una y otra vez mientras me besaba, aprensivo. Dudando aún de que de
un momento a otro no volviera yo a negarme a todo una vez más. -¡Nin!
Una puerta hizo ruido al cerrarse y un movimiento en nuestra
dirección nos alertó sin que nos importara mucho. Una de mis vecinas iba de
salida y se paró al lado del cubo del ascensor riéndose de lo que había
encontrado. Robert sin soltarme, la miró travieso y alegre y volvió a besarme
sin angustia ya, y encantado aparentemente con tener a un cándido testigo del
inicio de un nuevo principio.
-------- 0 --------
Detallar más en éste punto mi relato lo considero ya yermo e
inútil, porque seguramente para el momento actual, ustedes ya sabrán
abiertamente de mi existencia. Además, el motivo de escribir todo esto fue el
de llenar los espacios en blanco por mí misma, antes de que por otros; y sólo
para aquellas que supieran indagar a fondo respecto a los rumores que llevaban
sonando de mi existencia mucho tiempo atrás.
Espero recuerden también que ya antes les comenté que cuando
alguien te importa de verdad, contar los detalles íntimos se vuelve un veto pudoroso.
Por eso sólo les voy a decir que, aunque nos prometimos no apresurarnos, caímos
en la cama dos días después… ¡Eso sí! Nos tomamos el tiempo para gozar con
calma de nosotros y no temer al tiempo, ya no. Y claro, hubo jadeos y placer, y
reencuentro, y redescubrimiento, y pasión, y… ¡Fuego! Como siempre ha habido
entre nosotros.
Robert cumplió su palabra y se mudó en cuanto pudo cerca de
mí. Gracias a ello, hicimos las cosas que cualquier pareja hace y fue una
cotidianeidad mundana y vulgar, ¡absolutamente deliciosa! Ahora puedo secundar
lo que Rob afirmó hace tiempo,”…La gente
sólo sabe dónde estás, si tú mismo llamas a los paparazis…”. Básicamente
pudimos vivir nuestra vida sólo rodeada del mito inconcebible de que él, o
alguien muy parecido, había sido visto aquí y allá haciendo esto o aquello.
Mi anonimato sólo desapareció por completo cuando en marzo
del siguiente año, impulsado por sus propios motivos; Robert le contestó entre
socarronas risas a un incisivo reportero americano -que le remarcaba una y otra
vez lo rebosante que se le veía- que, seguramente se trataba porque hacía un
tiempo que había logrado recuperar a alguien,”…muy importante para él...”. El hombre no perdió segundo en
explotar más la veta fingiendo estar en shock y, contagiado de su buen
ánimo, obtuvo sin esfuerzo la confirmación...
-Cuidado Robert, ¿es acaso ésta persona una mujer? Ha habido
muchos reportes de avistamientos tuyos con una chica misteriosa en varios
lugares… Mira que miles de tus fans caerían en crisis nerviosa si contestas que
sí.
Él volvió a reír contagiosamente y se encogió de hombros con
un gesto encantador.
-¡Oh! No soy tan importante como para que eso suceda, de
verdad… Pero sí, es… -Y sólo rió con más fuerza mientras que el hombre se veía
más que complacido con la suculenta primicia.- ¡Oh, tú sabes! Los ingleses
somos muy reservados, y ella es peor que yo…
-¿Algo que ver con tu ex-novia, Kristen Stewart?
Él se puso muy serio.
-No. –Y lo dijo con un tono que no permitía duda al
respecto, para luego agregar con pícara complicidad. -¡Oh!, ahora estoy en un
lío. Ella… Posiblemente se va a enojar mucho por mi boca floja, pero… Los
secretos siempre terminan por saberse. Es como, bueno… Todo mundo supo de todas
maneras que Lance Armstrong hizo trampa años después, ¿no?
La noticia corrió como polvorín. En segundos, el internet
estaba saturado de comentarios de todo tipo, y yo, que miraba la entrevista en
vivo a través del Livestream, grité inconscientemente con todo lo que
escuchaba. Supe de inmediato que con aquella acción suya, mi vida se volvería
del dominio público en cuestión de días y esperé de verdad estar ya preparada
para ello. Muchas veces lo habíamos dialogado y sabíamos que esto era
seguramente, la última prueba para nuestra relación. Las otras, las evidentes,
ya las habíamos salvado.
No me equivoqué. La locura de la hostigación y persecución
cayó de inmediato sobre nosotros -en especial sobre mí-, como un gigantesco y
grotesco alud; pero para entonces ya habíamos lanzado redes de apoyo por todos
lados. Ambos conocíamos ya a nuestras respectivas familias y amigos más
cercanos, y todos fueron fuertes y maravillosos.
Durante la semana de vacaciones navideñas, yo ya había
viajado a Londres, muerta de nervios, a conocer finalmente a los suyos y a la
hermana que sabía bastante bien nuestra historia y por cuya intervención tenía
yo ganado de antemano el cariño de todos ellos. Ser una chica relativamente
normal fue lo que más agradó a su padre, viéndome como la posible ancla para su
hijo, en la complicada vida que había elegido aquél.
Mi familia en cambio, lo puso a prueba un tiempo. Eso, ¡aún
y cuando mantuve casi todos los detalles sórdidos para mí! Pero supongo que el
apoyo del terco de mi hermano Arturo y el ver con sus propios ojos el amor que
nos tenemos Robert y yo, ayudó a que gradualmente aceptasen que su hija
estuviese relacionada con semejante figura del cine.
Mi amiga Moka fue otro asunto, tal y como siempre lo preví,
casi me mata cuando le presenté a “…una persona
muy especial. El hombre de mis vacaciones esas de San Diego de hacía varios
años y con el cual, en realidad, no había perdido totalmente el contacto…”.
Fue tanto su enojo que afecté su ya avanzado embarazo y terminé pidiéndole
perdón en el hospital muchas veces. Ahora que lo pienso libre de
remordimientos, fue hilarante; ella pasaba de los gritos y amenazas de odio a
muerte para conmigo, a la declaración de amor y perdón para con Robert por sus
acciones pasadas. Eventualmente me perdonó y al final, estuvo feliz de saber
que la madrina de su futuro bebé le había concedido una múltiple y gran
alegría.
Hoy, ya no vivo cerca de casa. Luego de que los paparazis
dieron con nosotros, la guerra del acoso
tornó en mi contra a los vecinos de mi edificio, agobió a mi familia y
amigos y perjudicó un poco a mi empresa. Así que cuando los tres meses casi
libres de Robert estaban por terminar, no dudé en aceptar su propuesta entre
sábanas y besos, de irme a vivir con él a Los Ángeles. Algún tiempo después me
confesó que lo que había dicho en la entrevista esa había sido con la intensión
de motivarme a no separarnos. ¡Tan seguro estaba ya de quererme a su lado!
Fue así como dejé a mi ciudad definitivamente. Marchándome
enamorada y feliz, no sólo por estar finalmente con él libre de culpas y
secretos, sino porque mis seres queridos estarían a salvo de la jauría con esa
distancia. No con pocos esfuerzos, logré una pasantía con vistas a algo más en las oficinas
de la sede de la Cambridge allá,
haciendo de esa mi ocupación por los siguientes meses mientras que él trabajaba
también en lo suyo. Y cada noche y día libre hemos sido el uno del otro.
No, no estamos
casados, pero lo estamos intentando muy en serio... No ha sido fácil, demasiada
prensa morbosa persiguiéndonos a cada paso de una vida en común que no
ocultamos a nadie. Esperamos que algún día se cansen de publicar que hacemos lo
que todas las parejas, como besarnos y acompañarnos el uno al otro. ¡Quién
sabe…! ¡Pero en serio espero que sea pronto, porque llega a ser abrumador e
irritante!
Además es muy raro
que haya gente que no conocemos que, o nos ama o que me odia y que se cree
nuestra dueña para alabarnos o destruirme. Pero a pesar de los recuerdos y toda
la histeria que rodea su vida, estamos creando un nuevo presente y al parecer,
un futuro juntos.
¡Oh! Y ese dichoso
anillo… Hum…
El pobre había comprado
dos, los cuales conservaba no sólo porque no se pueden devolver, sino porque muy
pronto intuyó que tarde que temprano iba a pedírmelo de nuevo. Sólo que ésta
vez, con toda la parsimonia que el cliché implica. Y en esa ocasión, estuve más
que feliz de aceptárselo, lo traigo bien puesto en mi mano izquierda.
El otro, la alianza
de oro, le hará compañía dentro de poco. Luego de cinco años de aquella azarosa
madrugada en el aeropuerto, no es para nada precipitado como lo hacen parecer
algunos, es sólo que aún ignoran cuánto tardamos en coincidir.
Por favor, les pido
me entiendan y que al terminar de leer esta larga y privada memoria, no esperen
que yo sea quien les diga el cuándo sucederá dicho evento. Eso, luego de tanta
confidencia, sí será mi secreto.
FIN
------------
¡Oh, chicas! ¡He escrito esa palabra
ya! Hace mucho que parecía inminente, pero en realidad tardó mucho en llegar.
Lo suficiente como para estar yo conforme hasta ésta noche del ello. Sólo que
si me conozco, sé que siempre que la relea, me voy a encontrar desperfectos y
errores, e ideas que quiera pulir. Pero bueno… el final es el que siempre soñé,
el que siempre quise contar. Espero haberlas mantenido en duda sobre el mismo
por mucho tiempo, porque siempre deseé tener la capacidad de desviarlas de lo
obvio y ser impredecible. Mi corazón late alegremente con la idea de que lo
haya logrado y con ello, llevarlas de la mano con ciega confianza a seguirme
hasta éste momento. Espero también no haberlas decepcionado en mi modo de
narrar el cierre. Fue un largo camino para llegar hasta hoy y quizá y como las
más antiguas lectoras recuerden, mi vida personal cambió diametralmente del
inicio de la narración hasta hoy. Sé que esto afectó mi capacidad para
involucrarme con la inocencia y despreocupación con que logré plasmar a Robert
y a Nin cuando ellos se conocieron. De lo que también estoy convencida es que,
inconscientemente logré darle evolución a Nina. Cada vez que me puse a releer
la trama para reconectarme, noté como ella maduraba hasta en expresión. De
Robert, no estoy tan segura; porque como ya lo he dicho, él no me pertenece
para saber lo que piensa. Lo que es cierto es que, si mi sueño inicial fue él,
mi mayor sueño ha sido el de escribir y
terminar todo ésta historia.
Coka, gracias mil por ser así de
necia y cariñosa. Fuiste en un inicio, una conmovedora extraña quién me trató
con gran cariño desde, siempre, después te convertiste en mi habitual y querida
realidad. Gracias por estar ahí en mis miedos, dolores y alegrías, y por
compartir también tus cotidianidades y chifladuras. Por tu confianza y amor. Pero
más que nada, por ser mi amiga, mi hermana allá, en el fin del mundo… Te
quiero.
Y lógico, ¡también a todas ustedes
las quiero! Su presencia y sus palabras hicieron posible que esto trascendiera
de una broma entre Robert y yo, a una gratificante realidad. Y sí, por cariño a
ustedes y como una mínima muestra de correspondencia, les escribí ése epílogo
que tanto mencionaron cuando ya se acercaba éste final, haciéndolas parte del
mismo. Es otra forma en que puedo agradecerles todo su tiempo y apoyo.
¡Gracias de nuevo!
Cariños: Sissy
----------------------------------
¡OH! Lo
había olvidado. ¿Saben que canción se me vino a la cabeza cuando terminaba éste
capítulo? “The Book of Love” (El libro del amor) del gran señor Peter Gabriel.
Una pieza encantadora, suave, dulce y cálida. No es el final de nada, sino la
vida misma. Espero les guste.
Hola Sissy, me he leído casi todo tu fic, me ha gustado por ser diferente y creo que has plasmado el sueño de todas las fans de Robert, el encontrárselo en algún aeropuerto, o cafe, o bar y que surgiera un amor, me pasa que no puedo leer el capitulo 35 me podrías decir como lo puedo ver??? gracias, aunque ahora mismo seguiré intentando.
ResponderBorrarTe mando besotes y abrazos silmonianos, ahh y mucho gusto!!!
Ha!
ResponderBorrarWouldn't it be a killer if any of these turns out to be real at least in some part? I'd be the first one to point every guy in the media this way, ok?!
Well, so far the thing about Cronenberg has matched reality again! I wouldn't mind seeing R.P. walking away quietly from K. after his next overseas big film.
You wouldn't happen to know the name of these "Nin" girl, would you?
LMAO
I'll be around, waiting... Hope you'll answer sometime.
Silent Guy