CAPÍTULO 27
HORA DE LA VERDAD
Ethan no
estaba en casa como era de asumir, aún así, tomé refugio a las afueras de su
edificio y esperé por él. Mi corazón seguía alterado a pesar de haber pasado buenos
treinta minutos de haber escapado de Robert, ¿cuándo iba a terminar todo esto?
¿Qué maldición traía yo encima para tener que sufrir tanto por él? ¿Por qué
nunca había dejado a Kristen si también estaba obsesionado conmigo? ¡Maldito
cobarde! ¡Desgraciado!
La vieja
Nina estaba desbordándose por todas las grietas de mi coraza y me sobrepasaba.
Detener tan grande dique fragmentado era imposible, lo único que podía yo hacer
era intentar ponerme a salvo y rezar por lo mejor.
Ethan no
pudo llegar a mí hasta casi dos horas después, en una cafetería cercana donde
yo me había apostado en su espera con un café de mala calidad, de esos que te
rellenan si pagas el primero y compras algo más para acompañarlo. La comida
seguía casi intacta y aún en la mesa.
Obviamente,
tuve bastante tiempo para meditar si valía la pena quedarme con él durante mi
estadía y en vista de los eventos y el miedo que me provocaba volver a toparme
con Rob, me pareció la mejor opción. Estando con Ethan evitaría la
tentación que todo Robert significaba y no volvería a caer. Sentados ahí, mi
amigo notó lo perturbada que estaba y, aunque intentó le confiara lo que me
pasaba, no pude sincerarme con él en ése momento, sólo le prometí intentaría
hacerlo más tarde.
Luego de que cenamos juntos, resolví pasar la noche en mi
hotel para empacar, hacer el check-out y tratar de dormir un poco antes
de mudarme con él. Iba a necesitar el descanso ya que estaba decidida a tener
un maratón sexual con Ethan esperando así recuperar mi frialdad y autocontrol.
Ethan estaba tan emocionado por tenerme en su casa, que hizo el
viaje conmigo hasta el hotel. Podía intuir que él creía me iba a convencer de
empezar con nuestro ejercicio de cama esa misma noche si es que era lo
suficientemente persuasivo pero, eso, ¡no iba a suceder! No hasta que estuviera
mentalmente lista y con el corazón bien amordazado.
Al llegar, pasamos por recepción primero para arreglar lo de mi
salida la mañana siguiente y mientras diligentemente hacían el papeleo con mi
pasaporte, me comentaron tenía yo un par de mensajes en mi habitación. Temblé
un poco sabiendo muy bien quién era el remitente, pero omití cualquier
comentario y sólo agradecí la información. Luego de un rato, nos encaminamos a
mi habitación.
Al esperar el viejo ascensor para subir a mi piso, Ethan enroscó
sus dedos en los míos y yo no me solté, de hecho, me aferré a ellos asustada
ante los recuerdos de unas horas antes. Obviamente él malinterpretó mi acción,
porque apenas se cerraron las puertas del elevador, se volteó hacia mí para
besarme. Me tomó tan de sorpresa que perdí un poco el equilibrio bajo su cuerpo
y terminé acorralada entre la pared y su pecho. No pude corresponderle, pero
tampoco me corté, haciendo lo que dice el dicho del país en el que estaba… “Mira al techo y piensa en Inglaterra…”.
Eso sí, al abrirse la puerta me solté hasta de su mano, sin poder devolverle la
sonrisa que él me dedicaba.
-No tienes idea Nina el gusto que me da que hayas aceptado mi
oferta. –Dijo con voz ronca ya en el pasillo y haciendo lento nuestro avance
rumbo al cuarto- Si te soy sincero, no he parado de pensar en ti, en nosotros,
desde el día que me avisaste venías… Ayer me costó mucho comportarme como un
caballero… Eras una tentación dolorosa en mi cama.
Sus dedos recorrían con suavidad la curva de mi brazo dejando un
escozor incómodo a su paso… Tenía que ser capaz de hacer esto, de encamarme con
él sin remordimientos, sin sentirme sucia como empezaba a hacerlo. Le sonreí
evitando su mirada. -¡Oh,
vamos!-, me dije a mí misma, -hace
meses que no estás con nadie. Ethan es un irónico modo de retomar el asunto;
con él empezaste a ser así, así que seguramente es karma…-.
Usando mi cuerpo como señuelo, me giré hacia él al llegar a mi
puerta y me recargué en el muro luego de cederle mi llave, ¿podría darle un
anticipo para luego largarlo de mi pieza? Quizá si jugaba bien mis cartas…
Ethan movió la perilla y empujó la puerta, yo no me moví de mi lugar, sólo
levanté mi rostro hacia el suyo y sonreí a medias, para luego fijarme a propósito
en sus labios y morderme los míos. Él entendió la indirecta y de nuevo se
acercó a mí, dejándome atrapada contra la pared en su beso. Yo lo dejé creer me
dominaba con su boca.
-¡NINA!
La indignada voz a mi costado nos hizo saltar. Volví a temblar de
impresión. Ahí estaba él de nuevo, saliendo de Dios sabe dónde y con el
rostro descompuesto. Ethan me miró un momento sin entender que pasaba pero de
inmediato entró en actitud agresiva al ser tan palpable en el aire el disgusto
del muchacho que avanzaba hacia nosotros.
-¿Conoces a ese tipo? –me preguntó con un gruñido bajo. Yo asentí
muda.-
-Tú has de ser el famoso Ethan, ¿No? –Afirmó irónicamente
Robert, mientras se nos acercaba en una actitud evidentemente
descompuesta, y al borde de la agresión.
-Estoy en desventaja entonces. ¿Quién eres tú? ¿Qué quieres con
Nina?
-¿Ella no te lo ha dicho? –Soltó levemente denotando sarcasmo,
como si esa frase le confiriera posesión sobre mi persona-.
Ethan me miró por un momento, desconcertado, yo tenía la lengua
trabada dentro de la garganta pero supongo mi rostro habló por mí porque él
movió su cuerpo de modo protector sobre el mío, empujando a la vez con su espacio
hacia atrás a Robert, quién no se amilanó ni un poco.
-Obviamente, no eres lo suficientemente importante como para eso, chico. –Remarcó la última
palabra para denotar la evidente diferencia entre ambos y restarle presencia a
su persona.-
En un absurdo pensamiento, comparé a ambos hombres mientras se
dedicaban a medirse y yo quedaba refugiada tras de Ethan. ¡Qué distintos eran!
Lo único que tenían en común era la alta estatura, pero por lo demás, Ethan sí
que lucía mucho más hombre que Robert… Y aún así, yo no podía dejar de admirar
a ése último.
-¿Tampoco te dijo que tú eres sólo un remplazo de segunda para mí?
¿Qué ella sólo ha intentado borrarme, infructuosamente, contigo y todos sus
otros amiguitos?
Ethan mordió la provocación y respondió con igual animosidad.
-¡Pequeñajo asqueroso! –Bufó mientras escupía esas palabras
cargadas de desdén- Sólo a los gusanos como tú se les ocurre que todos se
convierten en mariposa. Pero a ti, nada más se te pisa, como a algo repugnante
que eres. Nina está muy por encima de alguien tan vulgar como tú.
-Te aseguro que no soy ningún delirante. Y que Nina ha estado debajo de mí varias veces
y, siempre le gustó.- Dijo lanzando una mirada que quemaba en mi
dirección y temblé del asco. Pero también por un momento, al entrelazarse sus
ojos con los míos juro que por un instante, y sólo un instante, denotaron una
enorme congoja; para luego devolverlos a Ethan helados de rabia-
Noté como Ethan respingó y miró fugazmente sobre su hombro en mi
dirección mientras que a mí se me subía el calor por todo el cuerpo de una
forma tan abrazadora, que me sacó de mi estupor por completo y deseé que Ethan
le machacara el hermoso rostro a golpes. ¡Cerdo!
-Chico, -dijo Ethan con una fría y amenazante calma- voy a
golpearte…
-¡Ah,
sí! Muy valiente el zorro, pero de seguro no es más que una rastrera y ladrona
comadreja.
-Nada
se le ha robado a quién nunca ha poseído, estúpido.
-Ella,
ha sido de mí posesión, mucho antes que de la tuya.
-Te
lo advertí...
Ethan lanzó el primer puñetazo ahí mismo.
En una situación de lo más absurda e impropia, esos dos hombres
saltaron de la violencia verbal a la física frente a mí; cual viles mocosos de
colegio. Y eso, lo encontré terriblemente chocante como para tolerarlo.
En sólo segundos y llena de enojo al igual que ellos, me metí en
el cuarto dando un portazo tras de mí. Aquella dramática salida no pasó
desapercibida, porque casi de inmediato cesó la irritante trifulca. Unos
instantes después, y varios audibles insultos también, unos firmes toques a mi
puerta buscaban mi atención.
-¿Nina? – Fue la palabra de uno coreada involuntariamente por el
otro- ¿Nina?
-¡Lárguense los dos! –Grité enojadísima- ¡Váyanse al carajo los
dos!
-Nina… Por favor… -Rogaba uno, mientras el otro gruñía- Abre la
puerta.
-¡He dicho que se larguen!
Los oí intentar retomar los insultos afuera de mi cuarto y grité
con más ganas.
-¡Váyanse a joder a su madre a otra parte o llamo a seguridad para
que los saque de aquí!
-Nina… No seas así… -Fue Ethan el que habló, mientras que Robert
mascullaba una maldición ante mí amenaza. No contesté, pero permanecí atenta al
ruido afuera y me sentí satisfecha cuando noté los pasos de ambos alejarse por
el pasillo unos momentos después-.
¡Maldito Robert! ¡Qué empecinado estás en echarme a perder la
vida! ¡Estúpido desgraciado!
Cuando se me pasó un poco la indignación comprendí lo que le había
hecho a Ethan y me molesté aún más. ¿Me aceptaría aún en su casa luego de
semejante problema que le había cargado? Bufé fastidiada. Ojalá y sí, de lo
contrario, iba a verme en la calle en ese infame país para las once de la
mañana del día siguiente.
Enojadísima
saqué mis maletas y empecé a recoger todo lo que con anterioridad había desperdigado
por la habitación; nunca había sido buena para empacar con velocidad y no
parecía que fuera a ser distinto en esa ocasión. Así que mientras mascullaba un
millar de maldiciones y ordenaba mis cosas, me puse a recordar el pleito
que había presenciado y lo increíblemente soez que Robert se había comportado.
-¡“Debajo de él”!-
repetí audiblemente llena de rabia. ¡Animal! Y sin querer, me atrapé
reviviendo rabiosamente las veces que, efectivamente, me había encontrado llena
de placer y felicidad bajo su piel.
Unos discretos golpes a mi puerta sonaron poco menos de veinte
minutos después, cuando prácticamente había acabado de empaquetar todo.
¿Ethan? ¿Sería él? ¿Ethan estaba de vuelta? ¡Dios! Eso podría ser
bueno, quizá ya me habría perdonado por correrlo cuando todo lo que había hecho
era defenderme. Me restregué el sudor nervioso de las manos contra el pantalón
y abrí con una tímida sonrisa.
¡Horror! El que estaba parado ahí y se coló de un movimiento al
interior no era Ethan, sino Robert. Él mismo cerró tras de sí y bloqueó la
salida con todo su cuerpo.
Yo retrocedí amilanada, pero intenté sonar valiente cuando le
espeté:
-¿Ahora eres acosador? ¿Cuántas veces tengo que decirte que te
largues de mi vida?
Él gruñó y me miró desdeñoso, con un moretón apareciendo ya en su
mandíbula; y sin más, se abalanzó sobre mí.
Su aliento sabía a whiskey cuando me besó a la fuerza. Impactada,
forcejeé al contacto, pero aún con mi condición física actual fui incapaz
de detenerlo mientras me empujaba hacia atrás en contra de mi propio
equilibrio. Intenté patearlo, pero seguía siendo sobrepasada por la ley de
gravedad.
-¡Suéltame! –le grité-
Ni siquiera respondió. Sólo se separó unos centímetros para
mirarme con dureza. Sus ojos eran estremecedores de abrumadora cercanía, tan
claros y tan oscuros a la vez. Y maldición si tuvieron el efecto de
bloquearme al engancharme en ellos como antes, porque de repente me hallé
quieta y conteniendo la respiración.
¿Alguna vez han notado lo caliente que es el aliento de alguien
que está demasiado cerca de ti? ¿Cuándo además, parece que toda su piel
irradia calor? ¿Cuándo la expectación te controla? Pues les afirmo que él
quemaba mucho más que eso.
-¡Ya basta Nina! Esta vez no me vas a separar con una bofetada.
¡No más de tu rechazo! No más de esconderte de mí. – Dijo coléricamente sobre
mi rostro.
Sentí miedo, miedo de él tan enojado, miedo de lo que mi cuerpo
estaba advirtiéndome bajo su contacto.-
-¿Por qué Nina? ¿Por qué yo no? ¡Demonios! ¡¿Todos pueden tenerte
menos yo!? ¿Después de todo lo que he hecho?
Detuvo nuestro avance al borde de la cama, bastaría un empujón más
y…
-Esta mujer fría y desdeñosa no eras tú. Tú eras honesta, leal;
imposiblemente tentadora de tan sutil…
Sus manos se apretaron aún más a mí alrededor dolorosamente y no
pude evitar quejarme. En respuesta y por un instante, su agarre se intensificó,
mientras que escudriñaba mis ojos con fiereza en busca de algo. No pude
esconder mis ojos de él, totalmente enganchada en los suyos y tensé mis
músculos preparándome para más dolor. No quería mostrar debilidad ante su
cólera, pero estaba asustada. En ese instante me di cuenta de lo poco que en
realidad lo conocía. ¿Podría él llegar a ser violento de verdad? Me estremecí
ante la duda.
-¡Odio todo lo que estoy haciendo por tu causa Nina! ¡Odio toda la
complicación a la que me has sometido! ¡Odio sentirme así de enojado! ¡Estoy
odiando quererte tanto para mí! –Escupió sin censura y rabia toda esa airada
confesión.-
¡Dios! Jamás le había imaginado así. Tan celoso que llegase al
borde de la furia más convulsiva. ¿Por qué me atraía ese tipo de hombres? ¡Eran
Otelos enceguecidos por la rabia! Y entonces reconocí lo peor… Este hombre, sí
tenía la razón.
Mi respiración se me escapaba entrecortada delatando mi
nerviosismo, acosada por miles de sensaciones que su cuerpo y su agarre
imponían en mí, pero en vez de lastimarme más con sus manos, me besó de nuevo
con una intensidad y pasión que me absorbió de todo pensamiento.
-Nina… Nina… Vuelve… -musitó sobre mi boca y abrí los ojos
impactada por sus palabras. Mi Robert me añoraba, mi Robert me deseaba, ¿podría
yo sobrevivir a perderlo de nuevo si me entregaba a su petición?-.
Suspiré inconscientemente y lo sentí apretarse contra mí en
respuesta. Su erección era muy dura bajo el pantalón y me la estaba restregando
para excitarme con éxito. – ¡Cuerpo
traidor!-, le gritó mi mente, que intentaba aferrarse a la negación.
-No quiero que esto sea así Nina, -me dijo ronco de deseo,
mientras me besaba el cuello y metía una mano bajo mi blusa sosteniéndome
contra sí a la fuerza.- Quiero que tú me lo pidas, quiero borrarte a Ethan y a
cualquier otro de la piel pero con tu consentimiento.
Su mano fría llegó hasta mi busto y lo acarició completo por
encima del brassiere. Mi pezón se tensó al instante en respuesta y sin querer
me arqueé contra su pelvis torturada de placer contenido. Lo sentí sonreír
sobre mi rostro y su barba me picó suavemente contra la mandíbula al dirigir
sus besos de nuevo hacia mi boca.
¡Maldición si le devolví el beso con fervor, mi mente sin control
de mis acciones! E incitado por mi respuesta, su mano firme se encaminó hacia
mi trasero y me empujó con más fuerza contra erección, mientras trazaba leves
círculos con ella sobre mi pantalón.
-Nina… Nina…Déjame hacértelo… Quiero tanto hacerte gritar mi
nombre mientras te vienes…
¡Dios! Gruñí de placer contra su boca al imaginarlo. ¡Maldito!
¡Cuánto lo estaba deseando y cuánto lo estaba odiando!
Finalmente, y siguiendo las reacciones de mi delator cuerpo, nos
tiró sobre la cama dónde me incorporé a medias sobre mis codos, intentando
recobrar el equilibrio y arrastrarme al mismo tiempo hacia arriba tratando de
escapar de su cuerpo que buscaba cubrirme y dominarme con él… Aún hechizada por su presencia y ansiándolo intensamente, mi alma
recordaba el dolor, y quise rechazarle por una última vez.
-No, Robert… No… -Le dije con voz quebrada y débil, a un instante
de claudicar ante lo evidente de mi deseo por él.-
Me miró, pero era como si no hubiera registrado lo dicho, porque
volvió a agarrarme con fuerza por el torso y con una de sus piernas enroscada
sobre la mía, me las separó de un modo imposible de liberarme.
Su mano desabrochó con rudeza mi pantalón y se metió por debajo de
la cintura sobre mi ropa interior hasta llegar ahí y con firmeza, empezó a acariciarme. Me
fue imposible no darme cuenta de lo húmeda que estaba en cuanto hizo eso,
excitada a pesar de toda esa locura.
-Te gusta… Te están consumiendo las ganas de mí y no puedes
negarlo… Sabes qué me necesitas tanto como yo a ti Nina; que no me olvidaste.
Gemí en respuesta, intentaba de verdad controlar las sensaciones,
pero me estaban sobrepasando.
-Anda, dime que me quieres, que me deseas… Déjame entrar en ti… -
Sus besos, sus manos, sus palabras sobre mi piel y labios eran, ¡tan
persuasivas…!- Voy a mostrarte cómo es que no hay nadie para ti como yo; nadie,
nadie más Nina…-
Su boca viajó hasta mi pecho cuando me levantó la blusa con poca
delicadeza mientras que, aunque me liberaba de su pierna, volvía a apresarme
pero ahora con su cuerpo sobre el mío. Me estaba quemando con el calor que sus
labios irradiaban contra mi ser, por todo él…
¡Qué tortura era intentar negarse! ¿Tenía caso si quiera hacerlo?
Mi cuerpo simplemente no obedecía a mi mente y la enmudecía bajo la promesa del
placer. Robert iba a ser mi perdición y no tenía idea qué sería de mí después
de que cediera.
-Pídemelo Nina, pídeme que te tome, -murmuró mientras mordisqueaba
mi pezón y se abría paso a mí interior con su otra mano haciendo a un lado mi
pantalón y, metiéndose por debajo de mi ropa interior.-
Enloquecí al sentir como me acariciaba de arriba abajo por encima
de mis otros labios, extendiendo mi humedad sobre todos ellos y trazando
círculos sedosos sobre mí clítoris. Mi viejo dolor perdió la batalla ante la
electricidad que encendía a mi cuerpo ansioso y, claudiqué por fin.
-Sí…
Se elevó levemente, aún torturándome con su toque que se
internaba ya de a poco dentro de mí, buscándome el rostro.
-¿Sí qué, Nina? –Jadeó, excitado aún más que yo-.
-Sí… -me convulsioné cuando uno de sus dedos jugó duramente
con mi entrada- ¡Cógeme Robert! ¡Fóllame ya!
Detuvo por completo de su toque, mientras me miró con molestia.
-No quiero nada más follarte Nina… Quiero hacerte el amor.
Estaba demasiado excitada, respirando a medias y tardé de
procesar lo que me dijo.
-¿No lo entiendes Nina? No soy uno más de tus amiguitos. Yo quiero
hacerte el amor, quiero que distingas bien conmigo lo que es coger por
despecho, o por lo que sea; a esto.
Un cosquilleo en mis entrañas amenazó con hacerme ir ahí mismo con
sus palabras.
¡Dios! “…
Captúrame. Llévame a mi muerte. Estoy en paz. Si esa es la manera en que lo
deseas…”. Romeo y Julieta nunca fueron tan acertados, mi mente
pensó al recordar la cita involuntariamente y asentí en silencio, completamente
resignada a enamorarme de él.
El sonrió con sosiego ante mi rendición y fue tangible como la ira
se desvaneció hasta su último humo siendo remplazada con pasión y algo muy
semejante al amor.
A partir de ese momento, los besos que nos prodigamos fueron igual
de ansiosos, pero aún más poderosos. Cada uno era una afirmación de querer
estar ahí y recuperar el tiempo perdido. La noche entera no iba a ser
suficiente para ello.
Una vez más disfruté de su piel al desnudarse él a mi lado, y mis
ojos se maravillaron ante el reconocimiento de todo él.
Dos años no es mucho tiempo y puede ser también toda una eternidad.
Dos años lo hacían verse un poco mayor que antes, pero su pálido
cuerpo salpicado de lunares por aquí y allá se sentía más atrayente.
¿Era quizá el impacto de sentirlo tan mío?
¿Era el sentirme plena?
Poco a poco olvidé la facultad de pensar y simplemente me entregué
a él y su ritmo sobre mí.
Ethan, Joel, Aarón… Todos ellos se convirtieron en un pálido
borrón en mi memoria. Me estaba haciendo el amor de verdad y nada más tenía
relevancia cuando llegué al orgasmo sólo un poco antes que él. Sí estaba debajo
de él, y sí… ¡Me encantaba!
Me acurrucó sobre su pecho cuando se derrumbó a mi lado y suspiró
sobre mi hombro. Su mano cruzó mi cadera desnuda y buscó la mía para posarlas
ambas entrelazadas sobre mi vientre. Lo oí gemir con suavidad al besar mi
hombro y me estremecí aún con el agotamiento que sentía. ¡Qué feliz era en ese
instante! Nos quedamos en silencio, así, abrazados por unos minutos en los que
percibí me quedaba dormida.
Desperté al sentirlo removerse con cuidado junto a mi espalda.
-Nina… -me volví hacia él perezosa pero encantada y lo besé en los
labios- Nina, ¿estás bien? -¿A qué se refería? Se notaba verdaderamente
preocupado-.
-¿Hu?… No entiendo…
Alejó un poco su pelvis de la mía y resentí tanto la ausencia
que opté por girarme completamente para quedar frente a él. Lo miré y me
deslumbró. Su pelo corto estaba desordenado a pesar de su largo y su boca se
notaba hinchada de tanto besarme. Su rubia barba se contrastaba contra su piel
y sus ojos de un azul verdoso me miraban intensamente; casi me sofoco de tanta
belleza.
-Nina, ¿te lastimé?
¡¿Qué?!
-¿De qué hablas Robert?
-Yo… Lo lamento… Estaba tan enojado… Siento… Siento… ¡Por Dios,
Nina! ¡Casi te violé! -me miró espantado, temiendo mi respuesta-
Elevé mis cejas en sorpresa. Si. Casi había sido eso, de no ser
porque a final de cuentas, ambos habíamos estado de acuerdo.
-Yo… No… Yo estoy bien. -¿Lo estaba, de verdad?-
-Nina… Estoy mal. De verdad, perdóname. Yo, no quería, yo no quise
forzarte… ¡Nina! ¡Soy un monstruo! No me odies por favor.
Estaba verdaderamente asustado, mirándome suplicante y asqueado.
Él no lo entendía, de verdad dudaba que yo lo quisiera tanto.
-No me hiciste daño Robert, no me heriste. Yo también lo quise,
¿acaso no te diste cuenta?
-Nina… Es que yo… Estuve bebiendo mientras esperaba por ti. Perdí
el control, casi lo arruino todo. Nina, de verdad, éste no soy yo. ¿Lo sabes?
Dime que sabes que enloquecí, por favor.
Asentí consternada. ¡En verdad me faltaba tanto por conocer de él!
Quería calmarlo, asegurarle que estaba bien, que me creyera. Yo
misma había perdido la cordura apenas verlo unas horas antes. El estar a su
lado desnuda, húmeda de mi sexo, parecía la más grande alucinación por la cual
debería estar encerrada por el resto de mis días en un cuarto blanco.
Mis manos tomaron su rostro para obligarlo a verme, su vista me
había estado esquivando mientras que había palidecido aún más bajo su blancura.
Acaricié su barba despacio para tranquilizarlo.
-Estoy bien. –Me acerqué a su rostro y lo besé con cuidado- No te
asustes más, por favor. Deja de disculparte.
-Nina… -me miraba suplicante, anhelante- Yo… Nada de esto es como
pensé que iba a ser, yo… ¡Dios! Ni siquiera creí que volverías a dejarme
tocarte de nuevo luego de ésta mañana.
Recordé mi dramática huída y me sonrojé. Estaba llena de
sentimientos encontrados. El desosiego y dolor que había experimentado al
alejarme de él esa mañana era demasiado fuerte para superarlo tan pronto y a la
vez, quería mucho hundirme en sus brazos y no salir de ellos más…
-¿Me seguiste? –me miró sin entender por un momento y luego
comprendió a qué me refería.-
-No. Eso es imposible Nina. Pero sabía que tenías que volver a tu
hotel tarde o temprano, sólo llevabas contigo tu bolso. Estaba tan
desconcertado por tu actitud que le pedí a mi gente me reservara un cuarto aquí
mismo, -lo miré sorprendida-; sí, de hecho, mi habitación está casi al cruzar
el pasillo.
-¿Estuviste esperándome?
Se mostró un poco avergonzado al contestar.
-Sí, mirando a escondidas por una rendija cuando escuchaba a
alguien caminar afuera. Tomé la mala decisión de ordenar una botella de whiskey
para acompañarme y para cuando regresaste ya casi me la había bebido toda.
El color rojo le tenía las mejillas y el cuello al hablar y yo
sonreí de imaginármelo haciendo semejante niñada. ¡Las cosas que cada uno
habíamos hecho en relación al otro estaban llenas de incongruencias!
-¡Dios! ¡Qué torpes somos los dos! –Solté una risilla-.
Él por fin empezó a relajarse con mi risa y me besó la frente con
timidez. Sus dedos tomaron un mechón de mi pelo y lo levantaron para examinarlo.
-¿Será por lo rubia, eh?
-¡Oh! ¡No empieces!
-Bueno… Es que… ¿Sabes cómo hacer a una rubia en sábado? –empezó a
atragantarse con risa contenida-.
Rodé los ojos al techo. ¡Esto no podía estar pasando! Acabábamos
de tener sexo duro, disculpado por la pseudo-violación, aceptado acosador y,
¡ahora me estaba contando chistes sobre rubias! Dios, al menos en eso no
había cambiado mucho, su mente era un torbellino sin censura.
-¿Cómo? –lo miré fingiendo irritación-.
-Contándole un chiste en miércoles…
Él soltó una risilla malvada mientras yo me quejaba de la simpleza
y luego reía con él. Era agradable poder hacerlo luego de tantas emociones tan
intensas durante todo ese día. Su mirada se posaba en mí con adoración.
-No sabes cómo añoraba ése sonido… Tu risa Nin…
Me acarició los labios con cuidado mientras yo tocaba lentamente
su mandíbula, palpando lo tan querido y recuperado.
-Nina… Un hombre puede soñar, pero esto –me besó con suavidad-
esto, tenerte de nuevo así, era un imposible.
Si tan sólo supiera cuánto sentía yo lo mismo que él. ¿Por
qué habíamos perdido tanto tiempo tan valioso? ¿Hubiera sido así de simple si
nunca me hubiera ido? No… ¿Si él nunca me hubiera lastimado…?
-Robert… -suspiré contra su piel-
-¿Por qué fuimos tan estúpidos Nina? Yo tan débil y tu tan necia…
-Parecía me había leído la mente. Sus manos jugaban con mi pelo mientras nos
besábamos y yo acariciaba su espalda.- Nunca debí dejarte ir Nina…Quiero
decirte tantas cosas, quiero saber tantas cosas de ti…
Poco a poco y con caricias y besos prendimos motores de nuevo. La
conversación iba a tener que ser pospuesta para después; de momento, mi cuerpo
era el que quería casi cantar bajo el suyo y mi locura.
Si antes me había declarado querer hacerme el amor, ahora lo
remarcó con gran énfasis. Qué glorioso fue retomar el ritmo de nuestro deseo,
de ir y volver mi cadera hacia él, de dejarlo entrar y salir con deliberada
calma. De sentir las ganas de amarlo y poder mirarme en sus ojos de verdad
mientras gemía por mí.
No voy a decir más de esto, ya he dicho de más. A veces, cuando
alguien te importa tanto, te sientes mal por confiarle semejantes intimidades
incluso a tu mejor amiga. Y a mí, él me importaba demasiado.
---------------------
¡Uy! ¡Chicas! Éste
capi me tiene inquieta por la reacción de Uds. Estuve leyendo “Fifty
Shades of Grey” cuando tecleé esto y sé bien que se me ha colado en la
narrativa.
He procurado mantener
la historia lo más realista posible pero para el reencuentro me dejé llevar.
Tenía que ser intenso, apasionado, memorable y la verdad; me permití ser
fantasiosa y cursi. Y a la vez, dejé que Christian Grey me estuviera
susurrando al oído el cómo contarles las cosas. Je je je…
Ya me dirán ustedes
su opinión al respecto
Cariños: Sissy
P.D: Sí, como algunas me han comentado, es difícil
imaginar a un Robert peleonero, pero; me excuso en su personaje de Tyler en
"Remember Me". ¿Recuerdan
la escena del callejón al inicio del film? Ése es él aquí. Je je je...
Hola Sissy no sabía que tenias un blog propio. Este último capítulo fue tormentoso y la actitud de Nin me parece muy coherente con la personalidad que has mantenido en todo el fic.
ResponderBorrarLa actitud de Robert frente a la pelea es un poco diferente al carácter típico ingles. Ellos suelen actuar de una forma más fría menos pasional, suelen buscar la pelea de forma más sutil, y educadamente, aunque pueden destruirte solamente con su sarcasmo y cinismo. Aunque tu justificación por su estado ebrio es muy comprensible.
En cuanto a la gramática creo recordar que sobraba algún de o que estaba repetido, un articulo y faltaba un que. Evidentemente esos errores son insignificantes y se cometen por escribir rápido.
Tu gran facilidad para demostrar los sentimientos de los personajes llevándolos hacia la trama que vas creando es perfecta.
Siempre me ha gustado esta historia, la única pega es que tardamos mucho en poder leerla-
Gracias por escribir para todas nosotras y dedicarnos tu tiempo desinteresadamente. Besos para ti y tu bebe, que se mejore de esas pequeñas enfermedades tan molestas que nos agotan a nosotras sus madres.