CAPÍTULO 22
A VECES
SIMPLEMENTE DUELE
No sé bien como llegué a casa ni cómo empecé
a juntar todas mis cosas para aventarlas dentro de la maleta. Estaba entumida
pero ansiosa por hacer algo, cualquier actividad mecánica que no me dejara
pensar. Iba de aquí por allá buscando y arreglando compulsivamente todo lo que
era mío y lo que debía dejar como antes de mi llegada. No lloraba, no podía ni
siquiera sentir el dolor que me estaba consumiendo ante el completo
entumecimiento en que se encontraba todo mi interior.
Cuando me pareció que tenía todo listo paré
un momento y, sin pensarlo mucho, encendí mi computador para ubicar el teléfono
de la aerolínea. No importaba cuanto costara adelantar el boleto, ¡me iría de
ahí en cuanto pudiera! Aún así, sentí una enorme desazón cuando sin problema
alguno hicieron mi cambio muy eficientemente, sólo indicándome estuviera con
mucha antelación en la terminal para hacer mi documentación. Al colgar, sabía
que las cinco de la mañana era la hora requerida para mi vuelo internacional,
el cuál saldría tres horas después.
Finalmente, al toparme con las manos vacías
de actividad, sentí el estrés subir por mi espina y acomodarse encima de mis
hombros y cabeza de un modo tan agobiante que, literalmente me fui encogiendo y
achicando hasta sentir que su peso era demasiado para sostenerme si quiera en
pie. Eventualmente me derrumbé en la cama y al fin los sollozos se me escaparon
hasta adueñarse de mí, dejándome convulsiva de dolor físico e incapaz de parar
el llanto y los lamentos.
No escuché el auto de mi hermano llegar a
casa, ni tampoco escuché cuando abrió la puerta del cuarto; sólo me di cuenta
de que no estaba más sola cuando él me tocó el hombro con cuidado. Grité
horrorizada de pánico al contacto asustándolo de paso aún más aparte del hecho
de encontrarme así de desbaratada. Cuando le vi bien y comprendí que se trataba
de Arturo el que estaba parado al lado de la cama, no le di tiempo de hacer más
antes de lanzármele encima tirándole golpes, furiosa. Sólo logré asestarle unos
pocos antes de que me tomara por las muñecas y me detuviera a pesar de que yo
me revolvía frenéticamente intentando soltarme y agredirle más.
-¡¿Qué diablos te pasa Nina?!
-¡Imbécil! ¡Estúpido! ¡Desgraciado!
-¿Qué? ¿Estás loca? ¿Qué tienes?
-¡Fuiste tú! ¡Maldito, tú!
Él ya empezaba a molestarse con mi conducta.
-¡Cálmate neurótica! ¡Dime que tienes!
-¡Eres un pendejo! ¿Cómo pudiste meterte así
en mi vida? ¡No te importaba! ¿Qué le dijiste a Robert?
Mi hermano se quedó quieto un instante
comprendiendo el origen de mi rabia y su respuesta fue enojarse mientras
soltaba mis brazos de su agarre.
-¿El muy marica te lo contó?
-¡Déjate de excusas, estúpido! –Le golpeé el
pecho con el índice, una vez más.- ¿Qué carajos hiciste para que él me botara
así?
-¿Te terminó de verdad? –parecía genuinamente
sorprendido-.
Giré encima de él furiosa haciendo grandes aspavientos al cielo con mis
brazos.
-¡Por supuesto que me dejó, imbécil! ¡Te
odio! ¡Te detesto! ¡Me lo quitaste! ¡Me destruiste!
-¡Yo no te quité nada! ¡Él fue el que lo
hizo! ¡Él fue el que sabía que no iba en serio contigo y que era mejor dejarlo
por la paz!
-¡¿Y tú, cómo podías saber si lo nuestro era
en serio o no?! ¡Eso era cosa de nosotros, maldito!
-¡Tiene novia, por Dios, Nin! ¡Estaba jugando
contigo! ¡Y tú te creíste que iba en serio! ¡Eso fue lo que le dije! ¡Que
hiciera las cosas bien!
-¡Yo sabía que tenía novia! ¡Sabía todo! ¡Y
aún así lo íbamos a intentar! ¡No está casado con ella! ¡No tiene hijos con
ella! ¿Acaso de verdad crees que nadie puede quererme? ¿Qué soy tan estúpida?
¡Ah! ¡Pero sí que soy estúpida! ¡Confié en ti! ¡Te hablé de mis planes! ¡Te
tomé en cuenta! ¡Y tú me traicionaste! ¡Me manipulaste! ¡Creíste que no podía
gustarle de verdad a alguien como él!
Mi hermano estaba anonadado y molesto con mi
retahíla; habíamos peleado muchas veces antes, pero nunca me había hecho tanto
daño como en ésta ocasión. Lo detestaba.
-¡Te calmas, ya, Nin! ¡Ya basta de sandeces!
¡Tú fuiste la que se anduvo con mentiras y escondiendo, jugando a la fan número
uno, y dejándote usar de marioneta de ése galancillo de cine!
-¿Tú que sabes de él? ¡Chismes de Internet,
¿no?! ¿No fuiste capaz de conocerle un poco como la persona real que es en el
tiempo que lo trataste? ¡Yo sí, y es alguien bueno debajo de toda esa fama!
¡Alguien que me gustaba, mucho!
-Nina, entiende… Él no me hubiera hecho caso
si le importaras tanto. ¡Me hubiese mandado al cuerno! Cuando uno de verdad
quiere a otra persona, se pone mal si se tiene que separar de ella. Créeme, yo
lo viví, yo me divorcié.
-¿Cómo se pone? ¿Cómo yo acaso? –lo reté a
admitirlo-.
-Sí… Pero tú estás encaprichada, viviendo una
fantasía, un romance de verano.
-Idiota.
-¡Nina, ya párale a tu drama! ¡Ya me estás
hartando!
-No, tú no tienes idea… No sabes lo que
hiciste. Vine aquí para sanar; para calmarme y poner mi vida en perspectiva y
admitir muchas cosas que podrían no ser muy agradables. Y lo estaba logrando,
todo gracias a él, a lo que volví a sentir con él. Y tú lo orillaste a botarme.
-¿Qué no escuchaste? ÉL TE DEJÓ. ÉL NO LUCHÓ.
¿Cómo puedes no entenderlo?
-Porque te conozco, porque sé quién eres y
cómo actúas. Porque odio que siempre quieres mandar en la vida de todos y tener
la razón. Porque según tú, tus buenas intenciones justifican tu pasión por
controlar. Y por si no te has enterado, ¡por eso te divorciaste!
El golpe bajo surtió efecto. Mi hermano se
puso furioso.
-¡No te metas con mi vida! ¡No sabes ni la
mitad de lo que yo viví con mi mujer!
-¡Tú tampoco de mí y Robert!
-Yo estaba casado, idiotita. Tú eras una nena
de secundaria cuando yo ya estaba sosteniendo un hogar. No sabes la gran
diferencia que hay entre un matrimonio y un romancillo común.
-Tú no sabes que tenía yo con él.
-Sé que ni siquiera negó que estaba con esa
chica Kristen. Que no me dijo que me abstuviera, que te hirió con gran
facilidad. ¡Eso sí se! Tienes que entender hermana, que me duele verte así,
pero hubiera sido peor que cambiaras toda tu vida por nada, y que ya instalada
aquí, te toparas con ese rechazo.
Rechazo… Rechazo… Esa maldita palabra
resurgió desde el fondo de mi alma, donde había querido acallarla con mi ira;
pero era el sentimiento que más me carcomía. Robert me había rechazado
finalmente. Y en eso, mi hermano tenía razón. Dejé caer los brazos a mis
costados y abandoné mi pelea… Nada iba a cambiar que Robert me había dejado tan
fácilmente.
-Me voy mañana mismo Arturo, ya cambié mi
vuelo.
-¿Qué?
-Me voy de madrugada, no te molestes en
llevarme al aeropuerto.
-No seas absurda, ¿te falta sólo un día más y
pretendes adelantarte? Es estúpido.
-Ya está hecho, no tiene caso discutirlo
también. Ya recogí mis cosas y arreglé la casa. Sólo tengo que pedir un taxi
para esas horas mañana.
-Nina… ¿en serio te vas?
-Sí, Arturo… Estoy muy cansada… Ya no quiero
hablar más contigo, me voy a dormir en cuanto arregle lo de mi transportación.
-Nina, no seas necia. Yo te llevo.
Lo miré desdeñosa y agotada.
-Como quieras. Entonces, me voy a dormir ya.
Déjame sola por favor.
-Nina…
-No tengo más que decir.
Él suspiró vencido.
-¿A qué hora te llevo?
-Necesito estar ahí a las 5 a.m.
-De acuerdo. –Se dio media vuelta para salir,
pero ya en la puerta se detuvo a mirarme de nuevo- Nina, hermanita. Lo siento.
Lo fulminé con la mirada y le di la espalda
sin contestarle. Al ver mi actitud, Arturo no insistió más y me dejó de nuevo
sola.
Con lentitud me desvestí y me metí a la cama
sin más aspavientos, la alarma de mi teléfono ya estaba dispuesta desde antes.
Cerré los ojos e intenté dormir, pero la verdad fue que nunca lo logré; las
imágenes de todos los días vividos ahí y el cómo había terminado esa fantasía,
se clavaron en mis párpados por encima de mi voluntad. Sollocé casi todas las
horas que estuve en esa cama por última vez.
El aeropuerto se sentía frío por la
madrugada, así como mi despedida para con mi hermano. No lo perdoné por
entrometerse, pero tampoco tenía el ánimo ya para seguirlo condenando. Lo dejé
hablar lo que quiso de disculpas y de cariños a la familia aunque mis respuestas
no pasaron del mínimo requerido de palabras. Finalmente, se dio por vencido y
me abrazó con fuerza y delicadeza a la vez a modo de despedida.
-Que tengas buen viaje Nina, cuídate mucho,
y… De verdad, lo lamento.
-Okay, gracias. Adiós Arturo.
Las más de dos horas que pasé sola en la sala de espera
fueron mortales y al sumarle casi cinco más de vuelo aguantando las ganas de
seguir llorando, era obvio que estaba agotada al pisar el suelo de casa. El
maligno sol me golpeó el rostro dolorosamente cuando salí de la terminal con mi
equipaje. No había nadie para recibirme. Yo misma le había exigido a Arturo les
pidiera a mis padres no se preocuparan en ir por mí y que siguieran con su
rutina normal de los sábados que implicaba club y tenis, tomar un taxi de
vuelta a casa era sencillo.
Cuando finalmente estuve en mi hogar, reporté
mi llegada para tranquilizarles y me negué a su petición de reunirnos a comer
alegando estar muy cansada, lo cual era verdad. Me puse a deshacer las maletas
mecánicamente, con todos mis lentos movimientos llenos de tristeza. Pasados
unos minutos en mí faena, me congelé repentinamente cuando mis manos se toparon
con su camiseta de algodón dentro de la bolsa de la ropa sucia. La levanté
lentamente frente a mí y con agarre tembloroso la acerqué al rostro; las falsas
alegrías se proyectaron sobre de ella como en una pantalla y al mirarme de
vuelta en casa, sola, empecé a llorar y ya no paré.
Me dolía el corazón, me dolía respirar, me
dolía cada pensamiento que tenía. ¡Qué ilusa! ¿Cómo podía haber sido tan
ingenua? ¡Cómo me odiaba a mí misma! Permitirme haber caído así de fácil en
palabras, en sus besos, dejado que mi cuerpo me ofuscara y dominara mí ser.
Robert nunca había sido real y yo había caído en un mundo de fantasía. Ahora
estaba de golpe en el suelo y el desplome me había dejado totalmente
fracturada.
En algún momento me eché en la cama y eventualmente
me quedé dormida de agotamiento físico y mental, rendida hasta el alma. Cuando
mis padres llegaron a casa y me buscaron en mi habitación no quise levantarme
de mi lugar y luego de besarles y charlar brevemente, me dejaron sola de nuevo
para dejarme seguir con mi descanso, ajenos a mi malestar verdadero.
Aunque me volví a dormir, el hambre se
encargó de despabilarme de un modo bastante ruidoso cerca de las diez de la
noche. De mal genio me levanté de la cama y con facha espantosa pasé primero a
saludarles y de ahí a la cocina, sintiéndome ya enferma por falta de alimento
en casi un día.
Esos actos cotidianos, comenzaron a sentirse insípidos,
exasperantes. Comprendí entonces, conociéndome bien, que así iba a ser mi vida
ahora… Monótona, agotadora, una lucha constante contra la depresión que apenas si
había controlado... ¡Eso, si es que yo lo permitía!
¡Malditos hombres y maldito poder que les
daba sobre mí! ¡Qué rabia! ¡Qué tristeza! ¡No quería sufrir de nuevo de ese
modo por nadie! Me limpié una lágrima que se resbalaba traicionera por la
mejilla con enojo, ¡no más! ¡No! ¡Nunca!
Terminé mi improvisada cena y regresé al
cuarto. Pronto tendría que enfrentar muchas cosas más aún. Imanol entre ellas.
Antes de dormirme busqué mi teléfono celular y, por costumbre, lo puse a cargar.
Entonces, al encenderlo, la alarma de mensajes comenzó a sonar y me sorprendí;
nadie sabía que había vuelto a casa aún, ¿quién podría ser? ¿Acaso…? Pulsé el
botón de recuperar y me topé con tres llamadas perdidas de un número que decía “imposible de identificar”, y además había
varios mensajes en mi buzón de texto. Nerviosa, los abrí.
-“… ¿Nina, dónde estás?...”
-“…
Nina, te estoy esperando afuera de tu casa, necesito hablar contigo…”
-“…
¡Nina, no pienso moverme de aquí hasta que te vea!...”
-“…Nina,
¿por qué te fuiste así? ¡Sin despedirte!…”
-“…Nina,
¡contesta!...”
-“…Nina,
supongo me lo merezco, pero por favor, contesta…”
-“…Nina…
¡Odio esto! Lo lamento…”
Ese
era el último y yo estaba boquiabierta. ¡Hombre estúpido! ¡Al demonio con él!
Si en verdad le sorprendía que lo hubiese plantado, era un tipo muy ególatra.
¿Acaso pensaba que yo iba a correr a su lado con unas cuantas palabritas? ¡Imbécil!
Imaginarlo enviando todos esos textos me dio una malvada satisfacción y un
vuelco inesperado a mí noche.
-¡Apréndete bien ésta lección, inútil
inglesito paliducho! ¡Yo no soy desechable!- le dije a la pantalla de mi
teléfono y lo apagué con una cruel y burlona sonrisa gozando al extenderse por
mi rostro. La fractura de mi ser se reconstruía con demasiada velocidad, y esa
prisa, estaba dejándome monstruosamente deforme.
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¡Uf!
Si me pusiera a describir tan detalladamente lo que fue mi vida posterior a mi
llegada, jamás acabaría, así que me limitaré a lo que considero relevante para
cuestiones de confidencia. Más de una seguramente se preguntará qué diablos
sucedió luego de aquellos mensajes, pero les debo decir que la vida implica más
que una respuesta a un evento en particular. La mía en específico se trazó en
resolver lo inminente y evidente: Imanol. Y para ello, procuré guardar lo
vivido aquellas dos semanas en un cajón, bajo llave, escondido, y celosamente
resguardado. Ni si quiera mi querida amiga Moka supo todo. Era difícil
desahogarse sin poder contar el porqué estaba yo tan cambiada en tan poco
tiempo; ya que mi metamorfosis fue evidente para todos aquellos que me conocían
bien.
Moka
sólo supo que había vivido un romance de vacaciones en esos días en el
extranjero, pero que el chico en cuestión había resultado ser un pedazo de
carne y nada más y que aún así, había comprendido gracias a él que Imanol ya no
sería parte de mi futuro jamás.
Moka
saltaba de alegría luego de toda una tarde, y buena parte de la noche, cuando
le conté, lo que decidí podía compartirle, de mi affaire y la conclusión a la
que había llegado respecto a mi “novio”/“ex-novio”. Ella simplemente no quería
que yo volviese con Imanol por mucho que había vivido conmigo la etapa del gran
amor y plenitud que alguna vez habíamos compartido Ima y yo. Como mi mejor
amiga, quería verme feliz y al igual que muchos, no pensaba que yo podría serlo
con él. Se sintió mal cuando le dije que el “galán europeo” que había ligado
había resultado un idiota, pero a la vez feliz de que el tío me hubiese hecho
darme cuenta que el mundo era enorme y yo estaba para disfrutarlo.
-Amiga,
él te lo dijo bien, “hay muchos peces en el mar”. Volviste hecha una sirena… ¡Y
te ves lista para comértelos a todos! ¡Vale! ¡Yo te ayudo!
Reí
cuando me lo dijo, Moka siempre intentaba darme los mejores ánimos. ¡Si tan
sólo supiera quién era el tipo en cuestión… me mataba! Pienso que a ella le
hubiera sido imposible entender que yo estuviera así de desapegada de Robert,
su sueño de hombre; porque para Moka, Rob era una sexy fantasía, a la que le
perdonaría todo por tenerlo a su lado. Pero para mí, él era real, demasiado
real como para soportarlo.
Imanol
fue otro asunto, me vi con él hasta el martes, ya que le oculté mi retorno
adelantado arguyendo agotamiento y trabajo atrasado para no verle tan pronto.
El tiempo extra lo utilicé para visualizar y planear como le iba a decir que lo nuestro había terminado
definitivamente y esperaba no tener que contarle que le había sido infiel, si
es que así podía considerarse al no estar juntos en realidad.
Como
es lógico, aquello fue agotador. Imanol alegó frenéticamente no lo dejara, me
rogó, me amenazó, se apoyó en recuerdos hermosos del amor que habíamos tenido;
pero fue inútil. A pesar de saber que él siempre iba a ser una parte de mi
esencia, ya no le amaba del modo que él quería. Y por increíble que parezca,
lloré un poco cuando nos despedimos, cuando él me dejó por última vez en la
puerta de mi casa y hasta lo besé en los labios a modo de despedida. ¡Pobre
Imanol! ¡Si sabía yo bien lo que él podía estar sintiendo con mí rechazo!
En
mi trabajo volví con ganas recargadas, pero sin tenerlo como mi única opción. En
eso Robert sí que había tenido razón, ¡había mucho más allá de mi pequeño mundo
original! Y estaba dispuesta a recorrer caminos distintos tanto como me fuese
posible. Lo ridículo es que las oportunidades se presentaron por sí mismas y un
día ya me hallaba viajando al viejo continente trabajando para una reconocida
casa internacional de libros, dueña de varias editoriales bajo su firma. Desde
ahí, me moví a más países y no paré hasta que me convertí en una de sus mejores
representantes en América al cabo de unos años.
Sí,
hubo algunos hombres en mi camino, pero ninguno logró abrirse paso a mi
verdadero ser. Moka lo había pronunciado bien; me había convertido en una
sirena y al final, sólo los aturdía con mi engañoso canto. Una cena, una
compañía, un poco de sexo, pero nada más.
Me
han de odiar algunas al leer cuanto he cambiado, pero también hay algo que no
les he contado, un secreto más grande aún. Algo que ha permanecido inmutable
para mi sorpresa desde la noche de mi regreso a casa…
Los
correos electrónicos que él me escribe con regularidad y a los cuáles, tardé un
tiempo en tener los cojones de responder.
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Uf! Uf!
Uf!
¡Sí!, ¡me
lo tenía guardado! Disculpen la angustia que les causé, pero así fue como pasó. Robert sigue en su vida.
De aquí
en adelante les voy a contar lo sucedido en esos años entre ellos a grandes
zancadas. ¿Recuerdan me han dicho varias que son muy parecidos esos dos, que
ojalá terminen juntos? Pues sí, son parecidos, con almas bohemias y
temperamentales; a veces raros, a veces tu persona favorita.
Espero
sigan conmigo el final del sueño.
Cariños:
Sissy
P.D:
¡Ay! Esa Adele parece que hubiese soñado mi sueño o sido Nina por una noche.
ROLLING
In The DEEP
http://www.youtube.com/watch?v=iSokMPNiums
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