CAPÍTULO 21
REMBRANDT
Sentada en el piso cerca del stand de
energéticos, sonreía feliz mientras me limpiaba el sudor de la frente y bebía
un poco del vaso. Estaba contenta de no haber recibido contestación a mi
mensaje invitándolo a ejercitarse, ya que había tenido tiempo a solas para mí y
mis pensamientos. La noche anterior había caído como fardo en mi cama y no
había ni soñado, lo cual me permitió levantarme fresca y dispuesta a correr un
poco aunque fuese ya más tarde de lo usual.
La risa se me escapaba por momentos cuando
recordaba los días anteriores y todo lo que me había dicho Robert. Era difícil
contener tanta emoción y no luchaba mucho por hacerlo en realidad.
¿Mudarme? ¿Estar cerca de él? ¿Vivir con él
incluso? ¡Qué locura! ¡Qué bendita locura! ¡Vaya que si la vida me había
cambiado en tan sólo dos semanas!
Al regresar a casa mi alegría no se socavó a
pesar de que simplemente nos fue imposible coordinarnos para vernos sino hasta
entrada la tarde, luego de que mi hermano y yo comimos solos y éste me avisó
regresaría temprano por la tarde de su consultorio médico. Con esa novedad supe
que apenas tenía un par de horas para estar con Robert y no estaba dispuesta a desperdiciarlas.
En cuanto Arti se marchó, yo salí disparada hacia su departamento con las
ansias de estar a su lado apenas contenidas.
Él me recibió envolviéndome en sus brazos y
arrastrándome hacia sí para besarme largamente mientras la puerta se cerraba a
mis espaldas. Extrañamente, en ésta ocasión casi no hablamos y más bien pronto me
hallé en cama con él de nuevo y si digo la verdad, hablar era difícil haciendo
lo que hacíamos.
No es que el sexo con él fuera perfecto e
impoluto, porque no creo que sea así más que en las novelas cursis, ¡pero por Dios
que estaba bastante cercano! Y si le aunaba la prisa por el poco tiempo que
teníamos, me sentía como mercurio ardiendo cada vez que él entraba en mí.
¡Malditos minutos contados! ¿Qué no veían lo mucho que lo necesitaba así? ¿Lo
insuficientes que eran siempre? Sólo me quedaba un día con él y no tenía idea
si ésta era la última vez que estaríamos juntos de este modo. -¡Deja de pensar!- Me ordené a mí misma,
ya habrá tiempo para despedidas luego, para llorar quizá, pero esto… Esto es
ahora; y dejé que mi cuerpo mandara por el resto del tiempo que quedase.
¡Aquello era hambre! Hambre de piel, de
contacto y de besos. ¡De no separarme de él nunca! Quería tenerlo todo, dejarlo
exhausto de tanto amarme y seguir con ello siempre, y cada vez que me tocaba,
mi mente se enloquecía más con mis deseos. A momentos le buscaba los claros
ojos para mirarle como a mí, desesperado por más y sufriendo por lograrlo con
todo el cuerpo. Los leves mordiscos iban
y venían sobre la piel de mis hombros regresando a mi boca y luego bajando a
mis senos y me hacían responder a él con ruidoso placer aferrándome más a sus caderas,
guiándolo en su ritmo y uniendo mi pelvis a la suya con desesperación, buscando
más profundidad en su roce, más fuerza en su acometida y luchando por aire
cuando los orgasmos me alcanzaban.
Cuando por fin tuvimos que parar, me sentía
mareada y perdida y feliz… ¿Cómo era que posible que todo se hubiera
confabulado de tal modo que Robert y yo nos hubiésemos conocido aquella
madrugada en el aeropuerto? ¡Qué broma tan extraña me había jugado la casualidad!
Él, tan distinto a mí, tan lejano a mí, y ahora estaba tumbado desnudo a mi
lado boca abajo, con el pelo revuelto ocultando su bello rostro. ¡Qué
maravillosa broma!
Contemplé su pálida espalda salpicada aquí y
allá de lunares y la contrasté contra la piel de mi brazo y de pronto me dio
miedo; la mía se veía demasiado diferente, muy bronceada para mi gusto y de la
nada me sentí mal junto a él, inadecuada. ¿Cómo se había fijado en mí? Esta vez
no me lo pregunté con alegría, sino con incredulidad. ¿Cómo podía ser verdad
que estábamos aquí los dos? ¿Cómo es que me quería a su lado? Sin poder
evitarlo visualicé a Kristen… No es que la chica fuera una belleza arrolladora,
pero sí guapa, más cercana a su edad y mucho muy distinta a mí. Menuda y pálida
como él, pero con una fuerte personalidad, de esas que recuerdas por encima de
otros. ¿Qué iba a pasar cuando la viera? ¿Qué iba a hacer ella si de verdad
estaba enamorada de Robert? ¿Cómo actuaría Rob cuando yo no estuviera más
cerca? Sí, ahora estaba conmigo, aquí; pero yo me iba y tardaría en regresar lo
suficiente para que muchas cosas sucedieran.
La angustia me retorció el estómago y no
podía creer cómo había pasado de la felicidad absoluta a semejante estado de
pánico en lo que se disipaba un orgasmo. Estando tan nerviosa mí subconsciente
me hizo virar la cabeza en busca de la hora en el reloj de mi muñeca y me di
cuenta con horror que casi eran las siete de la noche. Arturo no tardaría en
estar de vuelta en casa y yo tendría que levantarme de aquella cama y dejarlo.
Robert sintió mi movimiento y con el rabillo
del ojo echó un vistazo a lo que hice. Enderezó el rostro y el torso que aún estaban enfrentados contra el colchón y
me miró con lo que pareció dureza.
-¿Tienes prisa?
Pestañeé un momento asombrada por el sonido
de su voz.
-No lo sé… Es que Arturo está casi por
regresar y creo que va a empezar a buscarme.
Él me miró de nuevo y pude leer la irritación
en sus ojos, pero cuando exhaló, su expresión cambió a algo que no pude captar
bien ya que viró el rostro contra el muro, escondiéndolo de mí. El silencio que
guardó por un momento evidenció que pensaba en algo que no me compartió y aunque
esperé por un reproche cuando giró todo su cuerpo hacia mí, le noté en cambio una
suave y contenida expresión en sus labios que inevitablemente me recordó al
Edward que él interpretaba tan bien en las películas.
-¿Qué? ¿Qué pasa? –le interrogué-.
Él sacudió el rostro levemente con el
semblante tranquilo, pero más allá, inescrutable.
-Nada… -y me rodeó con su brazo, atrayéndome
contra sí de tal modo que mi espalda se recargó contra su pecho, y a pesar de
la deliciosa calidez del contacto, me molestó un poco el no poder mirarle bien ya
que algo me advertía era importante hacerlo.
-¿Nina, qué has pensado de lo que te dije
ayer?
Sonreí, ¡él quería saber!
-Bueno, la verdad es que, no me ha parecido
una mala idea y creo que me sí, que me gustaría mucho estar acá y, poder vernos
y… bueno… Voy a intentarlo –dije alegremente-.
La realidad era que yo ya simplemente no quería
tener que irme de su lado, no quería regresar a mi país si eso me aseguraba
poder quedarme así siempre.
Sentí un beso en mi cabeza y reí apenas.
-Nina… Yo… Yo quiero decirte algo al respecto…
Me viré hacia él, interrogándole con los
ojos.
-Bueno, yo… Me alegro mucho de que te sientas
así… ¿Estás segura? Yo… No quiero imponerte mi modo de ser. Ayer te presioné
mucho y tú no eres así…
-No, no lo soy… Pero me gusta cómo me hace
sentir la imagen de mí acá. Empezando de nuevo.
-Eso es bueno Nina. Yo quiero que te sientas
así, pero… -Y se irguió un poco para dejar espacio entre nosotros al hablar- Lo
que quiero decirte es que… No quiero que te mudes por mí…
Mi respiración se cortó en seco y tragué
saliva unos segundos después mientras me recuperaba del impacto. ¿¡Qué!? El siguió hablando con los ojos
fijos en mí.
-Nina, yo he sido muy impulsivo e
irresponsable al decirte todo eso ayer.
-¿Te estás echando para atrás? –le dije con
un tono de voz que no supe si sonó a enojo, decepción, o angustia. Él se alejó
un poco más de mí en el limitado espacio del colchón.
-No es eso Nina… Es que no quiero que bases
una decisión de ese tamaño en mis hombros. Yo no puedo ser responsable por un
cambio tan drástico en tu vida. Si quieres venirte debe ser porque tú así lo
quieres, porque estas decidida a dejar a Imanol atrás, porque quieres
reinventarte y no por un tipo que no te promete nada.
Arqueé una ceja casi en shock por el discurso
que oía y me quedé mirándolo impactada.
-Sí Nina, eso es… Yo no puedo prometerte
nada. Siempre has tenido razón en ello… Piénsalo, ni siquiera puedo llevarte al
aeropuerto éste domingo aunque quisiera, sería un desastre. Mi vida y mi
trabajo son así, inestables. ¿Cómo voy a
pedirte te mudes a California si ni siquiera yo vivo todo el tiempo aquí?
-Eso ayer no parecía un problema para ti
Robert, ¿qué cambió durante la noche? –traté de no sonar áspera, sino lo más
neutral posible-.
-Nada Nina… Yo… Sólo quiero hacer lo correcto
contigo, te lo mereces.
-¿Me merezco esta montaña rusa? –Ahora sí
empecé a enojarme. Halé la sábana para cubrirme el cuerpo mientras me sentaba
como podía en el colchón. ¡Dios! ¡Y yo angustiada unos momentos antes! - ¿¡En
serio me estas saliendo con el “No eres tú, soy yo”!?
Él se mordió el labio con firmeza por un
momento mientras el ceño se le cerraba un poco.
-Nina… ¿no has escuchado nada de lo que te
dije? Si no me importaras no estaría diciéndote esto.
-Ok… Supongamos que en realidad te preocupa
mi bienestar. Entonces… ¿estará bien usarme así? ¿Forzarme a creer en tus
propuestas para luego arrepentirse? ¿Echarte un último revolcón conmigo como
premio de consolación?
Noté como sus labios se cerraban en una fina
línea conteniéndose de hablar de nuevo y me entró más rabia, azuzada por la
decepción y el dolor.
-¡Perfecto! –Me llevé una mano a la frente
mientras cerraba los ojos tratando de bloquear toda degradante imagen. – ¡Dios
mío, que idiota! –No quise hablar más, me urgía salir de ahí y con los
sentimientos abrumándome el cuerpo y la mente, me incorporé temblorosa para buscar mi ropa sin soltar la
sábana.
-Nina… -me llamó pausadamente desde su lugar.
Yo seguí recolectando mi ropa e intentando vestirme bajo la sábana a sabiendas
de que él me observaba y no contesté.
-Nina… -repitió ahora con fuerza mientras se
levantaba de la cama y también procedía a vestirse.-
¡Maldito déjà vu! ¡Otra vez huyendo! Sentía
que me dolía el corazón de latirme tan fuerte y el consabido zumbido se adueñó
de mis oídos. La rabia y el sufrimiento me estaban fulminando y yo sólo quería
salir de ahí. Maldije por lo alto al estúpido brassiere que me estaba costando
tanto trabajo abrochar y refunfuñé aún más cuando peleé con los necios botones
de mi blusa que se atoraban entre mis dedos. Robert sólo me miraba con el
pantalón ya puesto.
-Nina…
-¡¿Qué?! – Le grité mientras sacudía
violentamente mis jeans antes de calzármelos.
-Nina, ¿por qué te es tan fácil creer lo peor
de mí? –dijo secamente-.
Me llené de estupor mientras se me caía la
quijada. No esperaba eso.
-Sí, ¿por qué piensas que soy ese tipo de
hombre? Yo no te he tratado mal.
Ahora sí reaccioné.
-¿Y cómo esperas que lo tome? ¿Crees que soy
de hierro? Qué porque he tratado de ser la ecuánime en ésta relación… ¡o lo que
sea!, ¿no voy a sentirme mal? Te las has pasado moviéndole los cimientos a todo
mi mundo durante estas dos semanas y,
¿ahora quieres que intente olvidar todo y seguir como antes? ¡No puedo!
No se puede hacer. El hecho es que te dejé entrar en mi vida y te metiste por
la puerta ancha, tumbando paredes y remodelando mi interior a placer. ¿Quieres
que si me mudo no te involucre en ello? ¡Por Dios! ¡Si ni siquiera era una idea
en mi mente antes de conocerte!
Bufé irritada y de nuevo me enfrasqué en la
lucha con mis jeans.
-Nina… -intentó acercarse a mí, pero yo
retrocedí desdeñosa- ¡Nin! Por favor, escúchame.
Le miré rabiosa pero no me amilané.
-¿Que escuche? Bueno… A ver, habla…
Pude notar como él trataba de contener su
enojo y cerraba sus ojos intentando concentrarse en algo para luego enderezarse
y exudar testosterona por su mirada y con puños cerrados. Esa mirada verde se
me quedó grabada para siempre, pues nunca antes la había visto en él.
-Anoche vino tu hermano a verme…
-¡¿Qué?!
-Sí… Sabe por los chismes de Internet
perfectamente quién soy y mucho más.
Sentí como la furia descendía gradualmente de
mi cabeza hacia los pies, aligerando el entumecimiento que me dominaba. ¿Qué
había hecho Arturo?
-Hablamos un rato ayer y me hizo ver varias
cosas en las que no había reparado.
Entrecerré los ojos un momento mientras se me
escapaba un –“voy a matarlo”- por lo bajo.
-Supongo que el tema de conversación fui yo,
¿no es así?
-Principalmente.
-¿Y? ¿Te pidió que te alejaras? ¿Se portó
como un cavernícola hermano mayor celoso?
Robert soltó una risa burlona y bastante
sarcástica.
-Sí, se puede decir que sí. –Ahora mi rabia
se dirigió en otra dirección- Pero en realidad, tiene razón en varias cosas… ¿O
acaso creías que simplemente iba a obedecerlo como buen corderito?
-Bueno… Arturo puede ser muy agresivo a
veces. ¿Se pelearon?
-No, no llegamos a eso. Sólo que te lo digo
de nuevo, él está en lo cierto en asuntos importantes que te incumben a ti… Y a
mí…
-No. Te equivocas Robert. Mi vida es de mi
incumbencia y mis decisiones son mías. Espero que tú sepas que tienes ese mismo
albedrío.
-Sí, no… no se trata de eso. Nina… es verdad
que te quiero, que me importas, pero también lo es que es erróneo pedirte lo
que dije cuando no voy a poder estar ahí para cumplirlo. Simplemente la
filmación… Es cosa de dos o tres meses y luego… bueno… -se rascó el pelo un
momento-, vienen los viajes para
promocionar el film, y no es el único trabajo que tengo signado. Ya acepté esa
película que leíste en el avión. ¡No me vas a ver nunca!
Sentí como me daba nausea al oírle, por mucho
que me doliera, parecía tener razón. ¡Pero si yo quería tenerlo!, ¿acaso no
podríamos hacer esto funcionar?
-Pero yo estaría ocupada con la universidad,
con mis trabajos…
-Sí, ¿y luego? ¿Qué va a pasar cuando te des
cuenta de que estás sola casi siempre? ¿O cuando te acosen los papparazzi por
todos lados? ¡Es un infierno!
-¿Qué, acaso piensas que no podré hacer
amigos aquí? ¿Que de verdad mi mundo se cierra en torno a mi novio y nada
más? No tengo quince años.
-Nin… No soy tu novio… -dijo con lentitud
mientras me miraba fijamente.-
Me congelé al oírle; aquello fue el tiro de
gracia. Un mudo eco se adhirió a todos los espacios dentro de mis oídos y sólo
podía escuchar en mi cabeza esa frase una y otra vez en cada milésima de
segundo que pasaba, “…No soy tu novio…”.
Perdí toda mi furia, toda mi esperanza y
todas las ganas. No tenía nada más que hacer ahí. Estaba haciendo un papelón y
él había tenido que llegar hasta lo más claro posible para hacerme entender que
todo había sido sólo un amorío de vacaciones.
Me calcé los zapatos como una autómata sin
decir nada y recogí mis llaves del piso también. Él seguía en silencio. Cuando
estuve lista, esbocé una pantomima de sonrisa y le miré.
-¿Nin?
-No… -negué suavemente con la cabeza-… Tienes
razón. Todo esto fue una locura, una buena locura, pero hay que volver a la
realidad. Me disculparás si no te quiero hablar ni como la amiga que te prometí
en varias ocasiones, pero así lo necesito. Tú tuviste tiempo para asimilar todo
anoche y a mí me va a tomar mucho más que eso. Yo… Yo… Bueno… Creo que es el
momento de despedirnos Robert.
Él pestañó varias veces y se revolvió el pelo
nervioso antes de encaminarse hacia mí;
yo me cohibí sin poder evitarlo. Aún estaba desnudo de la cintura para arriba.
-Nina, no quise herirte.
-Eso ya no se puede deshacer Robert, pero soy
una niña grande… podré arreglarme de esta también.
-Nina…
Se acercó aún más a mí, con el cuerpo
desgarbado en evidente cansancio o alivio. Yo estaba usando lo último de mis
reservas para no desmoronarme ahí; -“orgullo, ¡ayúdame!
¡Sostenme!”-, pensé. Me tomó por
el mentón y me obligó a elevar mi rostro hacia el suyo.
-Nina… Prométeme que no vas a hacer nada
estúpido, como casarte con Imanol o algo
así.
Mi respiración era apagada, insuficiente y
casi no podía entender lo que me decía. ¿Imanol? El borroso rostro se filtró en
mi mente mirándome anhelante… ¡Pobre tipo! Ahora podía sentir empatía con él,
darse cuenta como se te va lo que más deseas… Y aún así, él seguía esperándome
en casa.
-Ya no tienes derecho a decirme eso Robert.
Ya no.
Me miró demasiado cerca.
-¿Ni como tu amigo?
Sus ojos verdes se tornaban azules… ¿Por qué
no lo había notado antes? ¿Acaso el verde se disolvía en un azul a causa de sus
emociones? Estaba demasiado cerca, sólo un poco más y sus labios me tocarían.
-No… - Y rompí el contacto de nuestras
miradas, negándome a quererle más.-
Una pausa… Esa pausa desvió ese último beso
hacia mi frente, donde se prolongó angustioso.
-Nina… Mí Nina… - susurró su aliento sobre mi
piel-. Sólo quiero lo mejor para ti.
Mi rostro ya no obedecía a expresiones,
incapaz de mostrar nada más. Me solté de su contacto y me viré hacia la puerta.
-Adiós Robert, cuídate mucho.
Se quedó ahí, plantado en la sala, con los
pies descalzos y la piel expuesta. Sus ojos de un azul Rembrandt, llenos de
tristeza.
Yo no di ya marcha atrás.
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¡Chicas! ¡Quiero Llorar!!!! ¡Dios, me dolió! ¡Me dolió de verdad! Meterme
así, en la piel de Nin fue estremecedor, vivir con ella semejante rechazo fue
agobiante. ¡Pobrecita!
Éste iba a ser el final de la historia; de hecho,
la última oración era en realidad “…Esa fue la última vez que lo vi...“, pero Coka casi me asesina
cuando le envié el capi para que lo publicara. A ella ya le había contado la
totalidad de la historia. Una trama que soñé hace ya dos años y que aún
recuerdo, aunque nebulosamente.
Voy a atreverme a contarla en su totalidad, aunque
es evidente que la historia ya está llegando a su fin por sí misma. Espero aún
se animen a seguir leyéndola.
Y de antemano, ¡millones de gracias a todas ustedes
que se han tomado el tiempo de leerme desde el 2010! Especialmente a mi Coka,
¡gracias, gracias, gracias! ¡Maldita distancia que nos separa amiga!
¡Las quiero!
Cariños: Sissy
P.D: Escuchen ésta canción si es que no lo han hecho ya, es algo de lo que falta: ADELE, “Someone Like
You”. Para uds. con subtítulos.
http://www.youtube.com/watch?v=WPMKqxhVjmw
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