CAPÍTULO 13
NOCTURNA, PARA ELISE
Elise había enmudecido luego de esa afirmación, entumecida
momentáneamente. Su vista estaba fija en Edward mientras que todo el sonido que
se escuchaba en sus oídos era el ahuecado silbido de su respiración. Poco a
poco eventos específicos se empalmaron en su cabeza, imágenes de Edward que
definitivamente caían en contexto. Su corazón comenzó a sosegarse, el miedo a replegarse
ante la aceptación.
-¿Elise?
El
vampiro le miraba lúgubre, aguardando por lo peor a pesar del dejo de esperanza
en su voz.
-Lo
supe hace mucho, creo… -Dijo en un susurro.- Creo que intuí que eras diferente
casi desde que te conocí. Es sólo que, no… No era posible. ¿Estás bien, Edward?
Es decir, Tú… ¿Por qué…? ¿Hay algo más que deba saber?
-Me
temo que demasiado Elise.
Un
jadeo se le escapó de la boca con la aplastante respuesta.
-¿Y
ahora qué? ¿Qué va a pasar conmigo ahora Edward?
-No
entiendo Elise.
-Quiero
decir, ¿por qué decidiste contármelo?
-Porque
me importas, porque… Elise… Quiero… Porque no soy digno de tu cariño y porque
te estoy inmensamente agradecido por habérmelo dado. Soy un monstruo Elise y tú
mereces saber la verdad.
Algo
aparte de lo evidente en las palabras de él la molestó. ¿Agradecimiento? ¿Verdad?
-Edward,
¿a dónde va todo esto?
Él
la miró dudativo.
-Elise,
¿no tienes miedo de mí?
Ella
volvió a inspeccionar su interior, comprendiendo al igual que él, que esa emoción se había
disuelto en el aire.
-Creo
que no. ¿Debería?
-Elise,
sinceramente estoy esperando que no seas tan tú y reacciones como cualquier
otro en tu lugar.
-¿Tan
yo?
-Me
aceptaste desde un inicio Elise, no preguntaste, ni dudaste. Ahora sabes por
qué actuaba como lo hacía. Debiste rechazarme… Pero al parecer, tus instintos no
funcionan como deberían conmigo.
-Edward…
¿Puedes, eres capaz de manipular mis acciones? –Preguntó ella, recordando inquieta
los poderes sobrenaturales que se le adjudicaban a la leyenda.-
-No
Elise. No. El monstruo dentro de mi es muy peligroso. Demasiado atractivo y
tentador en su camuflaje, pero he procurado contenerle. -Edward refrenó su
discurso ahí, iba a atemorizarla con lo que decía y corrigió palabras- Te he
respetado, siempre Elise. No soportaría
que algo te sucediese por mi culpa.
-Respetado… ¿Es
por eso que no te atrevías a…? –Ella se sonrojó ante el rumbo de sus
pensamientos recordando cuánto tuvo que esforzarse para que Edward se atreviera
a besarla si quiera. -¿Por qué cambiaste de opinión, aquella noche?
Él
miró fascinado el rubor en las mejillas, alertando con esa distracción a sus
instintos y comprendiendo que no solo se trataban de las necesidades del
depredador; sino las suyas como hombre. Eso, lo avergonzó tremendamente y aún
así tuvo que seguir exponiéndose con ella en un tema tan poco usual para sí
mismo.
-Elise,
no tienes idea cuanto deseaba tocarte, pero es que aún ahora desconoces mis
capacidades. Yo podría haberte destrozado si en el algún momento hubiese puesto
más presión que la mínima para acariciar tu piel. Mi fuerza, no podrías
comprenderla sin observarla por ti misma.
Diciendo
esto, Edward escudriñó a su alrededor y se encaminó hacia un pedrusco del tamaño de un balón que sobresalía del
suelo, cediendo éste al jalón que le dio como si se tratase de mantequilla en
vez de roca incrustada y dejando un gran
hoyo en la superficie del campo donde antes estaba. Con la vista fija en Elise,
le hizo la seña con un leve movimiento de su cabeza para que mirara hacia su
mano donde sostenía al objeto bastante más amplio que ésta. Sin esfuerzo alguno
apretó los dedos alrededor de la piedra y ante la vista de Elise el objeto produjo
un seco chasquido y se rajó abruptamente, pulverizado al acto y cayendo como
tal, de su puño.
Elise
palideció mientras instintivamente se abrazaba a sí misma al escuchar el crujido.
Sus ojos enormes, se clavaron en la expresión sombría de Edward.
-Siempre
estoy temiendo que esa seas tú, Elise. Hacerte el amor fue lo más peligroso que
he experimentado en más de una centuria.
Luego
de esa demostración Elise comprendió perfectamente el riesgo en que había
estado, pero su mente automáticamente revivió la noche en que se habían
convertido en amantes y ésta le afirmó con serenidad, que nada había ido mal.
-Pero
estoy bien, todo fue, perfecto… creí que… ¿Fue, terrible para ti? Yo, sentí que… -El sonrojo sólo
se tornó más furioso mientras Elise intentaba explicarse entre balbuceos
abochornados.- Edward, yo estaba agotada y tú, sólo sonreías.
Fue imposible no sentirse un poco avergonzado al entender la
referencia de ella. Aquella noche había sido sumamente especial para él también,
luego de saberse superior y dueño de sí sobre su sed. Luego del primer orgasmo,
el miedo se había disipado y él se había dedicado a amar a Elise con toda la
pasión que podía sin herir a su humana, recordando con su cuerpo e instintos, el
cómo era estar vivo y entregándose a una persona.
-Elise,
no es lo que quiero decir. Renuncié a mis límites al atreverme a estar contigo,
pero es que simplemente ya no podía negar lo evidente, que te deseaba para mí.
Conocerte, revivir a tu lado, ha sido lo único bueno que me ha pasado en mucho
tiempo.
El cuerpo de Elise reaccionó al instante ante la afirmación
de amor con un cosquilleo bajo que la hizo sonreír bobamente para él,
fascinando al vampiro en un modo casi hipnótico al contemplarla excitarse por
su causa. Mirarla con toda la piel sonrosada y exudando deseo a pesar de lo
extraño de toda la situación, lo hizo revivir inmediatamente las sensaciones y
aromas gloriosos de la noche en que la amó. Esa en que deseó que Elise fuese
inmortal también, para no tener que contenerse y simplemente seguir hasta
saciarse ambos, si eso fuese posible.
-Además,
yo no siento el cansancio en realidad. Jamás, tengo la necesidad de descansar. –Añadió
él sin poder evitar una sonrisa torcida.-. Cuando me convertí en esto, dejé de
cambiar o de envejecer prácticamente. Mi mente podrá abrumarme alguna vez del
recuerdo de esa sensación, pero no será real.
-¿Cómo?
-Soy
distinto a ti en muchas maneras que no imaginas Elise. De hecho, tampoco
duermo, no lo necesito.
Un
flashazo llenó la cabeza de ella con imágenes de mitos alrededor de lo que él
era, desviándola por completo del tema sexual a causa de la curiosidad.
-Edward…
¿Qué es verdad…? Me refiero a los cuentos de… -un resoplido que encubría una
risa nerviosa se produjo entorpeciendo su lengua.- Vampiros…
-Casi
todo es erróneo. Mentiras que los de mi clase y los hombres inventaron para
sentirse a salvo.
-¿No
te conviertes en murciélago?
Él
la miró con sorna.
-Por
supuesto que no.
-¿Ajo?
-Es
un condimento, muy aromático.
-¿Agua
bendita?
-Tampoco.
Pero no entro en suelo consagrado. Jamás intentaré ofenderlo a Él con mi presencia.
Elise
tragó saliva antes de seguir con su interrogatorio.
-¿Estacas?
-Has
visto mi dureza, ¿crees en serio que un trozo de madera podría hacerme daño?
-No…
Supongo que no. –Los ojos de ella miraron a lo lejos en su interior,
reflexionando sobre lo escuchado.- Entonces, eres… ¿Indestructible?
-No.
El fuego. Eso, es lo único que puede aniquilarnos de verdad.
-¿Y
por qué yo, Edward? ¿Por qué me hablaste a mí de entre todas las personas esa
noche?
-Por
tu esencia. Me hizo recordar un pasado muy lejano.
-Mi…
¿Mi…? ¿Cómo?
-Los
vampiros podemos percibir todo con mayor intensidad. Nuestros sentidos están
agudizados para la caza Elise. Algunas veces el aroma de alguien puede ser
adictivamente atrayente para nosotros. Y
para desgracia de quien lo porte.
Aquí
venía, era el momento de comenzar a revelar lo peor, pensó él, tenso; pero no
se detuvo. Tenía que decírselo todo y esperar que la nobleza de Elise le aceptase
una vez más.
-Tú olor, se parece un poco al de Bella, pero es mucho más
suave, diluido. El de ella era sobrecogedor. Por poco y la mato la primera vez
que la tuve cerca. La odié por hacerme perder el control del cual me
vanagloriaba y huí lejos de ella y de todos, avergonzado y furioso. Unos días
después, cuando decidí regresar y enfrentar mi temor, todo cambió para siempre.
Esa primera tentación hizo que dejara de ser indiferente y la mirase con devota
curiosidad. Una noche, mientras la observaba dormir la oí llamar mi nombre en
sueños. Descubrir que ella también pensaba en mí, provocó un terremoto devastador en mi
interior. Pude percibir como me rajaba
en pedazos ante los implacables cincelazos que ése sentimiento lanzó sobre mi
ser, moldeando mi dureza para convertirme en algo distinto, en un hombre
enamorado.
El
vampiro no dejaba de escrudiñar a Elise y sus reacciones mientras le contaba
todo, deseando profundamente que ella no lo aborreciera por sus culpas; pero
fue incapaz de darse cuenta de que ella no se interesaba por la razón de su
apego a ella, sino en lo que él decía sin hablar.
Edward
no estaba consciente de cuan notorio era el amor con que impregnó cada una de sus
palabras al narrar su historia con Bella.
Pero para una mujer enamorada como Elise, fue un plomo que la lanzó
hacia abajo al darse cuenta que jamás le había visto así por ella. Mientras más
decía él, más afligida comenzaba a sentirse ella. La imagen de él
descubriéndose completa y totalmente enamorado de Isabella sólo le señaló lo
obvio. Lo de ellos jamás había sido así. Esa fue otra de las veces en su vida que experimentó, indiscutiblemente,
la desesperanza.
-Fue
sorprendente toparme con algo similar a Bella luego de tanto tiempo y por ello
captaste mi atención. Después vino tu risa tan limpia. Me gustó la paz que
irradiabas.
-¿Isabella?
¿Me parezco a ella Edward?
-No
Elise. No quise decir eso. Ustedes son muy distintas, en lo único en que se asemejan
es en su absurdo deseo de quererme por encima de toda razón. Tu calidez Elise,
me devolvió mi locura y mi cordura al mismo tiempo. Tengo demasiados pecados
encima…
Él
se detuvo ahí, demasiado turbado para continuar. ¿Cómo confesarle que había
permanecido a su lado por las alucinaciones que surgían del amor que recibía de
ella? Elise iba a despreciarlo en el instante que él se lo dijera y no quería
perderla. Temeroso, ocultó por un momento más la verdad y optó por manifestarle
otro secreto.
-¿Sabes,
Elise? Tu mente es bellísima. Es un paraíso de paz y amor. Una vez que me asomé
a él, tampoco pude resistirme a privarme de lo que me hacías sentir.
-No
te entiendo. ¿Mi mente?
-Aún
no te he contado todo Elise. Soy especial entre mi género. Algunos pocos de
nosotros lo somos, mi hermana Alice por ejemplo.
-¿Qué
es, especial?
-Que
poseo una sensibilidad muy aguda para percibir a las personas Elise. Cuando
humano me era fácil descubrir las personalidades e intensiones de la gente a mí
alrededor, discerniendo sobre sus cualidades y acciones casi siempre
asertivamente. Al parecer en ésta forma, esa capacidad se exacerbó y prácticamente
puedo leer las mentes de quienes me rodean.
Elise
se incomodó bajo la aguda y penetrante mirada de Edward. ¿Leer mentes? ¡Dios,
no!
-¡Yo!
¿Has sabido siempre lo que estoy pensando? –Preguntó ella escandalizada, sintiéndose
ultrajada de inmediato.
-No
Elise. No puedo entrar en tu cabeza o la de nadie en realidad, pero tú eres
casi un libro abierto. Excepto cuando no quieres que nadie te perciba. Jamás
sospeché que tu alegría venía de conocer de primera mano el auténtico valor de
la vida.
-¿Edward?
No me gusta eso, no te quiero en mi mente.
-No
es algo que pueda controlar Elise. Créeme que procuro dar la mayor privacidad
posible a las personas, pero a veces me es muy difícil ignorar lo que se va
casi gritando. Es por eso que supe esa noche que querían hacerte daño, el tipo del estacionamiento
irradiaba podredumbre respecto a ti.
-¡Oh,
Edward!
Se
hizo una pausa en su pensamiento al recordarlo. Ella iba a morir ahí, la bala
iba directa a su cabeza y todo hubiera acabado en un aterrorizado respiro de no
ser por él. Gracias a la intervención de
Edward estaba viva aún, con las cartas expuestas y en el medio de algo imposible.
-¿Y
ahora qué, Edward? Ya sé la verdad. ¿Qué pretendes que hagamos con esto?
-Que las decisiones que tomes de aquí en adelante sean
basadas en completo conocimiento Elise.
-¿Y
tus decisiones, qué? ¿Sabías desde un principio que estaba enferma? Dijiste que
lo oliste en mi sangre.
-No
Elise, por algún motivo, mi aturdido juicio obvió ese hecho.
-Pero
ahora tú también sabes todo de mí. ¿Por qué quieres estar conmigo si voy a
morir pronto?
Oírla
tan calmada cuestionarlo al respecto le dolió a Edward. No quería volver a
escucharla hablar con tanta frialdad al respecto.
-Edward,
es que… Desde que te conozco, todo ha girado en torno a la pérdida de Bella. Yo soy mortal como ella
y mi tiempo ya casi terminó. ¿Para qué quieres estar ahí cuando eso suceda? Odiaría
que lo hicieras por lástima. Si es por eso que regresaste, no, no creo que
pueda con ello.
-¡Elise,
no! Yo no voy a dejarte sola, deja de pensar en mí y en mis problemas. No
quiero que pases por esto sola. Quiero cuidar de ti. ¡Si yo pudiera…! Si tú así
lo deseas… Yo…
-Edward,
por favor no vayas a ofrecerte a convertirme sólo para salvarme del cáncer. –Lo
interrumpió ella sin pensarlo mucho y siguiendo los impulsos que le dictaban su
espíritu y su mente con total certidumbre.- ¿Si es así como funciona, verdad?
¿O eso es mentira también?
Si
su corazón latiera, pensó Edward, se le hubiese detenido en ése momento. Nunca
esperó que Elise descubriera con tanta rapidez sus intenciones y mucho menos
que las rechazara tajantemente.
-Sí.
En mi saliva está la ponzoña que puede matar o convertir de quien ella se
impregne.
-¿Ponzoña?
¿Cómo?
-Es algo complicado Elise. Para transformar a alguien hay
que beber casi toda la sangre mientras que se satura a la vez con el veneno.
Pero es difícil, pocos tienen la capacidad de detenerse una vez que el frenesí
se ha iniciado.
-¡Oh…!
–Tembló ella impactada y sintiendo nausea.-
-Elise…
¿Te da miedo ser como yo? Creí que no me rechazabas…
-¡No!
No es eso lo que quiero decir. No te tengo miedo. Si percibes mis pensamientos
debes saber cómo me siento respecto a ti, pero… Es que he estado ahí Edward. Sé
lo que es la muerte. He visto lo que le hace a los que se quedan atrás
demasiadas veces -dijo ella con vívidas imágenes de padres fracturados en lo
más profundo de su alma ante la pérdida de sus hijos.-. No creo que yo podría
enterrar a todos los que amo y seguir por siempre.
¿Cómo
rebatir eso?, pensó Edward, si él mismo había sido acosado por el fantasma de
la ausencia durante más de la mitad de su prolongada existencia. ¿Podría
hacerle él entender lo cruel que aquello exactamente sería, si de nuevo
perdiera a la única persona que había logrado suavizar su dureza?
-La muerte es, difícil, estás en lo cierto. Y la soledad es
la otra debilidad que podríamos desarrollar. Ella puede hacernos perder la razón
de mil formas. Nos vuelve capaces de llevar a cabo locuras que cuestan
demasiado. -Dijo mirándola significativamente, temeroso de lo que ocultaba entre
su explicación.-
Con
esa edición, Elise seguía sin entender a cabalidad las mentiras de Edward. La
explicación del porqué se había vuelto adicto a ella, como fuente vigorosa de
recuerdos de un fantasma sólo podría darse de frente y sin tregua. Por culpa de
toda esa cobardía de confesar toda razón de sus acciones en torno a ella, Elise
sólo pudo sentir certeza sobre su decisión.
Declinar la inmortalidad, era lo más correcto.
-Entonces,
no es posible acostumbrarse a la muerte ni estando… Ni siendo, eterno, ¿verdad?
-No
sé como contestar a ello Elise, yo no soy el más adecuado.
-Edward,
no quiero hablar más de eso… Creo que si seguimos, me va a estallar la cabeza.
–contestó ella, abrumada por la fuerza del fantasma de su rival, más que el por
hecho de encarar lo antinatural.-
Él
la miró frustrado, pero censuró su avance en respeto a su petición. Además, quizá
era lo mejor. Quizá en ese momento era demasiado injusto pedir algo sin haber
confesado toda la verdad aún.
-¿Por
qué no mejor me cuentas otras cosas?
-¿Qué
te gustaría saber Elise?
-¿Cómo,
cómo eras antes? ¿Cómo fue para ti, el cambio?
-No
tengo muchos recuerdos de mi vida humana Elise, fue hace mucho tiempo. Además, cuando
me convertí en esto quedé como congelado. Nosotros, al momento de transformarnos,
prácticamente detenemos el tiempo. Nuestros cuerpos, nuestra esencia, gustos, incomodidades,
humores y deseos; se quedan fijos en ése instante. Después, si algún cambio nos
acomete, se puede afirmar que es un evento raro y permanente.
-Eso
fue lo que te sucedió con Isabella, ¿Edward…?
-Sí.
-Él la miró, melancólico.- Así es.
Ella
tragó el duro golpe sonoramente, pero no interrumpió al vampiro. ¿Qué podía
hacer ella? Nada. A un fantasma sólo lo entierra el deudo. Edward notó
perfectamente el malestar, pero siguió. Todo dependía de que él fuese sincero
con la niña pelirroja.
-El
amor nos permuta con cariz de eternidad, con una fuerza que nunca se desvanece.
Es por ello que Bella será siempre una parte de mí Elise. Por mi naturaleza.
-Entonces, su muerte, te mató de nuevo. ¿No es así?
Él
asintió suavemente con pesadumbre.
-Ahora
lo entiendes bien, ¿verdad?
Ella
lo miró, embargada de tristeza. Él jamás iba a amarla. Él estaba atado a Bella,
por el resto de su inmortalidad.
-¿Cómo
pudiste sobrevivir a ello?
-No
pude. Me enloqueció completamente Elise.
-¿Estás
conmigo porque huelo como ella?
-No.
Ya no… –Respondió él, esperando le creyera y fuese capaz de comprender su
secreto.
-¿Antes
sí?
-Por
un tiempo.
-¡¿Cómo
pudiste…?! –La voz de Elise iba cargada de reclamo, su reacción era justamente
la que tanto había temido el vampiro.- ¿Qué soy yo para ti, Edward? ¿Una diluida
imitación de ella?
-¡No!
No es así Elise. Tú… ¡Tú…!
Por
primera vez en su existencia la mente del vampiro fue incapaz de pensar con
eficiencia, ahogado en una lucha por encontrar las palabras adecuadas para
contestarle.
-Debes
creerme que el cariño que siento por ti es real, a pesar de lo que te he dicho
respecto a mi especie. Confieso que durante mucho tiempo te busqué porque tu
presencia me devolvía a una vida anterior con increíble nitidez. Todo ese
cariño inmerecido que me dabas era abrumadoramente delicioso, tanto, que
distorsionaba mi mente entre presente y pasado. Llegué a dudar muchas veces si
eras tú o ella la que me tocaba a veces… Y no tenía la fuerza para renunciar a mis
alucinaciones a pesar de que sabía estaba mal. Pero cuando te fuiste, cuando me
dejaste de pronto, esa ceguera voluntaria empezó a aclararse; y lo vi. Me di
cuenta de que eras mucho más que mi delirio.
Ella lo miró confusa. Quería confiar en
él, pero algo, todo; le decía que no debía hacerlo.
-Dices que me quieres, pero ¿me amas?, ¿Puedes
sentir eso una vez más, por mí? -Preguntó ella llena de miedo ante una posible
negativa.-
Por extraño que parezca, Edward jamás se había planteado esa
pregunta. La quería, la adoraba. Ella era un sol en su noche eterna, pero al
enfrentar la duda de Elise se dio cuenta de que no se sentía como antes, como
cuando se enamoró de Bella. ¡Aquello había cimbrado todo su ser en lo que duraba
un latido, en lo que se perdía en el aire la voz de Bella llamarlo en sueños! Esto
en cambio, era, distinto.
-Yo, no sé si sea posible cambiar dos
veces Elise. Te quiero, de eso estoy seguro. Y no deseo perderte pero…
Aquello no sonó consolador para ella. No
eran las dos simples palabras que necesitaba oír –…Te amo…-. Pero contuvo a tiempo la amargura que amenazaba con
adueñarse de su espíritu. Sus labios se apretaron y su mirada se centró sobre
de él, evaluativa. ¿Qué tanto valía la pena exigirle a un ser eterno su amor
cuando su propia vida se iba a extinguir dentro de poco? ¿Para qué imponerle un
sentimiento que lo iba a desbaratar cuando ella faltase? Elise le amaba, mucho;
y eso debía ser suficiente para ambos por el tiempo que durase.
Renunciando a la pelea, suspiró, dejando
caer los hombros sin oposición. “…Sus
términos”, se iba a ir “bajo sus
propios términos…”, se recordó a sí misma. Y eso incluía a Edward. Apretó
los dientes, amordazando sus emociones para contenerlas y alejarlas de la
sensibilidad de él. Después de todo, al menos ella sabía que habría experimentado
el verdadero amor antes de morir y que sería bueno tener a alguien
incondicional y fuerte para acompañarla hasta el punto en que la última etapa
llegase y tuviese que darse por vencida. Si Edward podía con eso, amarle y
disfrutarlo mientras durara, era un lujo
que no iba a desperdiciar.
En vez de seguir discutiendo como se podía esperar ella optó
por calmarse. Luego de aceptar sus determinaciones
lo tomó por la fría mejilla, acariciándola suavemente, y sorprendiendo con su
cariño al desarmado vampiro.
-¿Volvemos
a casa Edward? Estoy cansada. ¿Sí? –Dijo sin añadir más, dando por concluida la
conversación.-
-¿Así
como así Elise?
-Sí.
Así como así.
-¿Cómo
es que no me odias por mis bajezas? ¡Deberías hacerlo!
-Edward,
yo me siento exactamente como debe sentirse alguien a quien le dicen que no
pueden amarla. Que nunca será suficiente. Pero no es tu culpa. Simplemente es
porque así es como eres. Sólo que no tengo el tiempo para deprimirme o llenarme
de ira. Prefiero, aceptar lo que me puedes dar, mientras sea honesto.
-¡¿No
me vas a dejar?!
-No.
Yo te quiero y además, tengo mis propios monstruos. Si tú estás dispuesto a
lidiar con mi enfermedad, yo debo ser capaz de aceptarte con todo lo que tú eres
también.
Él
tragó saliva, guardando todas sus frustraciones y miedos en su pecho y asintió
ligeramente aliviado por la aparente y deslumbrante aceptación de Elise de sus
flaquezas. En realidad, no podía creer que ella fuese capaz de semejante
grandeza y se sintió muy poca cosa a su lado. Inmerecedor de tanto amor.
¡Ojalá
pudiera cambiar una vez más! Darle lo que ella merecía y protegerla por siempre.
¿Por qué se había negado ella? No era justo que alguien tan hermoso se
extinguiera tan prontamente.
Pero no tenía que rendirse. Aún podía intentarlo. Salvarla
de la muerte sería su cruzada personal, hacerla feliz, la razón de su día a
día. Así que luego de andar algunos
pasos en silencio, soltó algo inesperado, deseando con ello sembrar la duda y
fomentar la inherente curiosidad humana.
-Elise…
Hay algo más…
Ella
se detuvo, mortificada.
-¿Qué
sucede Edward?
-Yo,
debo pedirte algo, es una condición más bien para poder sentirme adecuado contigo.
Ella
elevó las cejas, abrumada por el temor de algo más.
-¿A
qué te refieres?
-Necesitas
saber que rompí la única regla que tenemos al confesarte lo que soy y no temo a
ello pero, preciso insistirte en algo más.
¿Reglas?,
pensó ella con incertidumbre guardando la pregunta para otro momento, sobrepasada
por las posibilidades de la incógnita.
-Dímelo
ya, Edward.
-Quisiera
que conocieses a mi familia antes del viaje Elise, quiero que veas de dónde provengo.
Ella
pestañeó genuinamente sorprendida, no esperaba eso. ¿Conocer a los Cullen?
¿Toda una familia de vampiros? ¡Por Dios! ¿Es que acaso aquello no tenía fin?
-Edward,
¿es eso necesario? Es decir, ¿debo pasar por alguna clase de prueba si vas a
estar a mi lado?
-No.
No se trata de eso Elise. El celoso secreto de nuestra existencia es, efectivamente,
la única regla de nuestra especie; confío en ti y en tu discreción. Pero en realidad
es un deseo más mundano que además encuentro justo luego de hoy, los secretos
se están develando y, bueno… también es que yo ya conocí a tus padres. –Añadió
él con una sonrisa torcida y cargada de humor haciendo eco al interrogatorio
vespertino en casa de ella.-
Elise
se pestañeó nerviosa e incrédula. ¿Cómo sería aquello que en realidad no tenía
nada de mundano?
-Edward,
¿por qué habrían de estar interesados en mí?
-¿Bromeas? Después de todo lo que has escuchado, ¿aún no
entiendes cuánto significaría eso para los míos? Es por ti que regresé a la
casa paterna después de tanto y estando ahí, podría ser yo libremente y sin censura
alguna para que me aprecies tal cual y como soy.
-¿Qué
más no me has dicho?
-Ya
nada que importe en realidad. Pero ahí podríamos vernos a la luz del día, estar
juntos sin tener yo que fingir algo que no soy.
-¿No
dijiste que no te transformabas en murciélago Edward?
-No
lo hago. –Rió él con una risa ligera que pocas veces había escuchado Elise en
los meses juntos y se maravilló del contagioso sonido.-
-¿Pero
qué haría yo ahí? Soy, sólo una mortal.
-¿Te
preocupa más qué van a pensar ellos de ti qué el hecho de entrar a una casa
llena de vampiros, eh?
La
sorna en sus palabras era palpable y ella no pudo sino acompañarlo en risa.
-Entonces,
¿lo harás? ¿Vendrás conmigo a casa Elise?
-Como
no sea una excusa para algo más Edward… -Soltó ella a modo de broma juguetona y
él sonrió encantado.-
-¡Nah!
Además, a Drácula vas a fascinarle, ¡el anciano es un viejo rabo verde!
Elise
se congeló horrorizada para el placer de Edward. La imagen de sus pesadillas del
viejillo macilento y de piel arrugada
como papel la acechó, atemorizante.
El vampiro se estiró en todo su garbo y le sonrió con
satisfacción desde su altura luego de comprobar el acelerado latir del corazón
humano.
-Elise,
es una broma…
Ella
exhaló ruidosamente y pestañeó para recuperar la vida que se le había escapado
del susto.
-¡Tonto!
¡No vuelvas a espantarme de ese modo!
Él
se rió complacido y la abrazó protector, sintiéndose dichoso de que ella
permaneciese gustosa bajo su cuenco, ciñéndola por la cintura con posesión y placer
mientras que avanzaban juntos hacia el auto. Caminar al modo humano, era menos
exasperante si se permitía sentirla así de cercana.
-No. En realidad, no. Sólo que su verdadero nombre es Aro, Aro
Vulturi. Y es muy antiguo, tanto, que en verdad se siente el rey de los
vampiros.
Elise
se giró bruscamente a mirarle, esperando encontrar de nuevo la broma en su
expresión, pero ésta vez se topó con la certeza de que hablaba con la verdad.
Un escalofrío le corrió por la columna.
-----
Hum. No piensen que
estoy llevando a Elise con los Cullen en imitación a Twilight. No. Me traigo
algo entre manos. Mientras tanto, me encantaría saber qué opinan de éste
capítulo. ¿Pueden ver hacia dónde voy o finalmente las tengo en duda?
¡Un beso!
Sissy
---
Mi inspiración, de
Beethoven, pero para acompañar la lectura recomiendo mejor la breve pieza de
Trevor Morris: “More prays”. Parte del soundtrack de la segunda temporada de
“The Tudors”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario