RENDICIONES
Y todo lo que puedo saborear es éste momento
Y todo lo que puedo respirar es tu vida
Y tarde o temprano se acabará
Es sólo que no quiero perderme de esta noche
IRIS
Y todo lo que puedo respirar es tu vida
Y tarde o temprano se acabará
Es sólo que no quiero perderme de esta noche
IRIS
GOO GOO DOLLS
-Elise… -Le inquirió suavemente él, mientras la
abrazaba sobre la cama y sonreía.- Cuéntame sobre ti; de alguna manera, aunque
hablamos mucho, te me has escapado…
Ella encarnó las cejas sorprendida, pocas personas
la pillaban en esa acción voluntaria y analizando velozmente sus opciones, giró
su rostro y la alborotada melena roja hacia Edward.
-No es cierto. Te he dicho mucho de mí.
-Sí, pero, no es eso a lo que me refiero… ¿Siempre
fuiste así de cálida?
-Oh, Edward… -Ella sonrió inocentemente.- No sé que
contarte al respecto.
-Dime lo que sea, ¿eras una chiquilla traviesa? O,
¿eras de esas niñas que son todo color rosa y muñecas?
Elise soltó una risa suave antes de contestar.
-¿Tú qué piensas?
Edward rió entre dientes cariñosamente mientras
imaginaba a una alborotada y larga melena roja, correr de arriba abajo en un
tutú rosado con los zapatos llenos de lodo y un tigre de peluche, arrastrando
tras de ella.
-Creo que un poco de los dos, ¿no?
-En realidad, no… -Elise miró en
su interior a los recuerdos que le desagradaban y se preparó para disimular y
divergir la información cuanto le fuese posible.- Por largas temporadas sólo
jugaba con muñecas y juegos tranquilos; pero anhelaba poder treparme a los
árboles más altos para mirar todo desde arriba y convertirme en una hermosa
ave… Y volar… Volar cuanto yo quisiera, siempre y cuando pudiera regresar a mi
voluntad.
-Mmm… No te he visto cicatrices en codos o
rodillas, así que pienso que, en realidad no te subiste a muchos árboles;
¿verdad?
Elise suspiró un poco afligida. ¡Qué observador
era! Y antes de poder contenerlas, sombras blancas giraron alrededor de sus
memorias, acompañadas de una sensación de debilidad, que le seguía provocando
nauseas de pánico.
-No, en realidad no. Estuve en casa encerrada mucho
tiempo, era… -No pudo evitar exhalar aire en un gesto delator sobre el
desagrado que le causaba la memoria antes de continuar, y aunque Edward lo
notó, lo dejó pasar. Así eran los humanos, siempre preocupándose por
nimiedades...- Estuve enferma largas temporadas… Supongo que hasta que nació mi
hermano, mis papás no tenían mucho en qué distraer su atención a parte de mi.
Así que, su llegada fue un alivio para todos.
Edward se burló de la imagen que él recreaba en su
mente. Una niña agobiada por sus padres primerizos… Eso era muy común.
-¿Te llevas bien con tu hermano? No hablas mucho de
él.
-Oh, sí. Lo adoro, pero es que es un chiquillo
Edward. Nació cuando yo tenía ya nueve años. Es un adolescente y está justo en
la etapa que su mundo son sus amigos. Siempre he sido su cómplice, pero desde
que vivo acá, ya no estoy cerca como antes.
-¿Eso, te causa dolor?
-Un poco Edward, la verdad es que amo a mi familia,
pero… Necesitaba alejarme y, bueno… Vivir, mi vida.
-No me pareces una rebelde Elise.
-No creo que lo sea… -rió ella entre dientes- Es
sólo que tengo sueños… Tú ya los conoces.
-Ciudadana del mundo… -Sonrió con
placer.- Mi pequeña Elise, que afortunado el lugar por el que tu pases cuando
inicies la travesía.
Elise tembló un poco de impresión al oírlo afirmar
semejante opinión con sumo cariño en la voz. ¿Acaso no se daba cuenta él, de lo
íntimo que eran sus palabras? ¿Cuánto tiempo más podría ella aguantar las ganas
de ir más allá de aquella comodidad de Edward? ¿Valía la pena arriesgar toda su
amistad por lo que su corazón le estaba pidiendo?
Desde la primera vez que Edward se quedó en su
cama, y aunque fue un acto demasiado casto, tuvo la certeza de que él no era
célibe. Entonces… ¿por qué no intentaba nada? ¿En serio le era ella tan indiferente?
¿De verdad el fantasma de su Bella lo controlaba con tal fuerza?
-Edward… -Soltó ella, dejando atrás la conversación
que sostenían, por seguir la que había en su mente.- Dime tu ahora algo…
-Lo que sea, Elise.
-¿Por qué…? – Su voz tembló un poco mientras su
mirada se concentraba en observar como sus dedos nerviosos jugaban con sus uñas,
evitando así la de Edward, temiendo lo que pudiera escuchar.- ¿Por qué nunca te
quedas? Siempre despierto sola.
El vampiro se sintió inusualmente desconcertado,
¿acaso el mudo acuerdo no explicaba eso entre ellos? ¿Había él permitido al
monstruo seducir a Elise en algún momento, a causa de la serenidad y el delirio
que vivía gracias a ella?
-Elise… Yo… No puedo.
Ella desvió la mirada de sus manos hacia el muro,
la alegría se había esfumado de la voz de Edward al contestar.
-No quiero reclamarte nada Edward, es sólo… Que… No
estoy segura qué es esto…
-Somos amigos Elise.
-Sí… Eso lo sé… Pero, ¿por qué te vas? No tienes
por qué marcharte; se siente como si
fueses mi padre que me deja dormida y luego se retira… Eso, es… No es
necesario, ¿me entiendes?
¿Su padre?, se cuestionó intrigado. Él no se sentía
así. Además era mucho más viejo que eso, pensó con sarcasmo y sin intentar amordazar a su veloz humor negro.
-Yo… -Rió con levedad, para aligerar el ánimo de
ella.- Lo lamento… Supongo que mi veta
sobreprotectora sale a flote contigo inconscientemente Elise. Debe ser esa cara
de nena que tienes cuando duermes… Me parece un pecado despertarte por algo tan
intrascendental como despedirme.
Ella torció el labio, levemente molesta. ¡Qué
fácilmente se había escapado Edward de la verdadera intención de la pregunta!
-Vamos… Bueno, sólo quiero que sepas, que, no
tienes que hacerlo. Puedes quedarte si quieres.
Ahora sí estaba seguro Edward de lo que Elise intentaba
decir, y le apenó. No quería hacerle eso a ella.
-Yo… Elise… En verdad, no puedo.
-¿Es, -Dudó sobre lo que estaba a punto de
preguntar, pero aún así lo hizo.- por, Bella?
-No. No es sólo por ella, Elise. Yo, tengo, que marcharme. –Y recalcó con
lentitud su frase, esperando que ella no intentara indagar más.-
Elise se sintió asqueada por la firme, aunque
educada respuesta. Casi le estaba rogando y al sentirse rechazada, se molestó
mucho. Aún así, dejó que sus impulsos la guiaran y girándose de nuevo hacia
Edward, le sostuvo la mirada con un agarre tan firme, qué ésta vez fue él quien
no supo soltarse del dominio de ellos. Claramente le retaban a atrever a
negarse, a separarse a tiempo. Él, no lo hizo.
Elise acercó sus labios
lentamente hacia Edward, aún mirándolo; y sólo cerró los párpados cuando la proximidad era ya
inevitable. La helada temperatura de ellos le hizo mella al contacto, cortándole
la respiración un instante; pero esa sensación se tornó en un incontrolable
temblor, que nada tenía que ver con el frío al profundizar el acto. Edward,
jadeó en viceversa, al calor de los de Elise; y aún sorprendido por la decisión
que había tomado de permitirle a ella, semejante y riesgosa intimidad, se
encontró concentrado en experimentar aquél inusitado evento.
Si se pudiera mirar el interior del alma las
personas, seguramente los espectadores se quedarían clavados de morbo ante las
imágenes que cada uno de los involucrados en aquél beso proyectaba.
Mientras que Elise reparó en que se disolvía en
humo, como lo hace el cálido aliento en una noche fría, dejando de sentir
cualquier otra cosa que no fuese el poder que Edward ejercía en ella. Edward se
hallaba succionado en un torbellino de ideas retornando todas a la vez a su cabeza,
amenazando con entumecerlo hasta lograrlo; y no hubo nada más ya, que la
percepción de lo que pasaba en su boca y cuerpo. Fue tanto el agobio por lo que
estaba sintiendo, que llegó a un delirio delicioso, por el cuál dudó
verdaderamente si se trataba de Elise o Bella, quien lo besaba de aquella
manera tan amorosa.
Elise fue la primera en romper el contacto, luego
del largo y omnisciente beso, impactada
por la conmoción que la íntima caricia había causado en ella. Quizá fue en ése
momento terminó de saber que él, no era, normal;
pero no importó. Simplemente, ello, dejó
de hacerlo. Fuese lo que fuese Edward, ya era demasiado tarde para escapar.
De igual manera, Edward tomó una decisión crucial ésa
noche; iba a contarle todo sobre Bella, pronto; y se quedaría cerca de Elise,
tanto como ella lo permitiese. Pero ésa noche no. Esa noche debía prepararse
para la nueva intimidad adquirida con su chiquilla pelirroja, que le devolvía
la vida y la muerte al unísono. Si había fallado tan miserablemente en evitar el
beso, temía que su debilidad y egoísmo lo llevasen a poner la vida de ella en
riesgo. Y se sintió sumamente avergonzado por el placer que había experimentado
a través de la alucinación.
Esa vez, se despidió de una Elise arrebolada, que
le entregaba su afecto e inocencia en un último y ligero beso de las buenas
noches; en el pórtico de su casa, antes de desaparecer velozmente en la
oscuridad.
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El debate con su fantasma de Bella fue largo y
agotador; principalmente, porque ella sólo le miraba mudamente, mientras que él
alegaba sobre todo lo sucedido con Elise, y repasaba acciones que le causaban
suma vergüenza en ése falso y desequilibrado diálogo.
Elise no era la primera mujer de quien Edward
tomaba afectos íntimos, pues en sus días de locura más obscura, había buscado
el escape del orgasmo a su imposibilidad de llorar. Pero cada vez que se
atrevió a gratificarse, sólo se hundió más y más en la depresión, al saberse
traidor al amor incomparable de Isabella.
Su memoria se llenó de imágenes y
sensaciones abrumadoras. Formas femeninas que había caído bajo el embrujo del
monstruo, y que habían servido ineficientemente al propósito suyo. Lleno de repulsión,
observó los recuerdos de aquellas, que habían languidecido perennemente; al traspasar el
vampiro, la frágil línea entre la sed y el éxtasis…
Aquellas que no habían corrido con esa suerte, se
habían convertido voluntariamente en esclavas suyas; prestas para acompañarle
durante la noche. Fueron ellas, pasiones fugases y esporádicas que nunca
lograron calmarlo; de las cuales se privó arrepentido, cuando comprendió que
Bella, nunca volvería.
¡Pobres niñas!, se reclamó a sí mismo cargado de
dolor al recordarlas... ¡Qué criatura tan infame era él!
-¡Sólo a ti Bella! Sólo contigo el deseo de
protegerte equiparaba al de adorarte. Siempre temí al daño que podía hacerte;
pero tu fe en mi me guió, me hizo tu amor y tu amante y tú, fuiste mi cielo
personal…- Pensó, lleno de culpabilidad.
La imagen de su amada, fortalecida por esas
verdades, se impuso por encima de las mártires del sexo del vampiro y separándolo
de ese horror; le señaló el costo de negarse a los eventos que se avecinaban en
su relación con la chica pelirroja.
-¡Oh, Bella! ¿Cómo puedo vivir otra vez sin ti?
¿Cómo negarme a tenerte a través de ella? Sé que estoy siendo un monstruo de
nuevo, pero no puedo detenerme. Permitir que Ella me toque, es, estar contigo. Yo…
Se siente real, Bella…
La interpelada sólo lo miró con tristeza.
Edward se retorció muchas veces, incómodo, ante la
incapacidad de resolver el conflicto. A la sola decisión a la que pudo llegar
fue que era Elise, la única que podía decidir sobre permitirle su locura, o
exiliarlo.
Aferrado a la fuerza que esa carencia le aportaba,
se permitió desligarse de toda responsabilidad y de gozar del profundo beso que
Elise le dio esa noche, al hallarlo esperándola, a la puerta de su trabajo.
Más de una centuria después de haberse alejado de toda
memoria de Bella, el vampiro se encontró gozando con sumo cuidado del amor de otra mortal; equiparando
en atención en cada toque que daba sobre la delicada piel de Elise, a aquella
que había tenido para con su Bella. Ya que de hecho, aquello era así, que en la
dualidad de su mente y en el sobrenatural corazón de él.
Y así, entre besos y caricias, comenzó el lento
avance de lo que sería la decisión más trascendental que había tomado en ése
aspecto de su vida, desde que dejó a Isabella Swan, aquella tarde, en el prado.
Por su parte, Elise, era perfectamente consciente
del delicado y amoroso trato que Edward le prodigaba en cada encuentro; y lo
aceptaba con fascinación. El toque de sus frías manos sobre su piel, era tan
cuidadoso como si ella misma estuviese hecha de cristal y por mero reflejo,
Elise cuidaba de Edward del mismo modo.
Observarles al darse un beso, resultaba cautivador
a la vista de cualquiera; pero al mismo tiempo, al notar la exquisitez de la
entrega, la misma se desviaba llena de pudor al instintivamente comprender que
se estaba atestiguando algo demasiado íntimo como para irrespetarlo; aún con la
simple mirada.
¡Qué plenitud les causaba a ambos vivir ese creciente
romance! ¡Cuán placentero le resultaba a él cuidar de nuevo de una chiquilla
humana! Gozar de hacerla feliz, recibiendo como premio, el amor mágico de
Isabella, que alguna vez vivió; y todo, gracias a la fortuna de haberse topado
con ella.
El único miedo que él experimentaba ya, se presentaba cuando
Elise intentaba avanzar las caricias. Cuando ello sucedía, Edward se debatía
igual que antaño. ¿Podría él con eso? Las manos le quemaban a ratos por ir más
allá, pero… ¿Qué sucedería si su delirio superase hasta los límites de la
vergüenza y en vez de amar a Elise, se perdía en Bella? Temía restar vigilancia
y en un descuido, destruir a ambas.
Resignado y con perturbación, se halló una vez más, retrasando con suavidad y cariño los avances naturales de una apasionada y cada vez más renuente, Elise.
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Inesperadamente, y sólo poco tiempo de estar
viviendo esa extraña y grata intimidad entre ellos, fue evidente para Edward
que algo andaba mal con Elise. Su pálido color y agotamiento constante le
resultaban, penosamente familiares, al vampiro.
Lenta, pero irrevocablemente, comenzó a percibir de
nuevo en ella ése extraño olor con que la ubicó al inicio.
Elise se diluía, y eso le era, aterrador.
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Un capítulo breve, pero para
mí, tan denso; que no me atreví a dar más detalles.
Es que el amor sin muerte pero
perdido, a veces puede causar locura, cuando no se supera.
Cariños: Sissy
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Capítulo Terminado el 1º de Ago. 2013, publicado hasta el 14 de Nov. 2013
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