CAPÍTULO
29
SOMBRÍO
AGUACERO
Los
Collins nunca se mostraron fisgones o intrusos respecto a nosotros y
nuestros asuntos de alcoba. Y todo fue maravilloso a lo largo de esos días y
cada tercero, me reportaba con mi amigo sin decirle nada a Robert. No sé
porqué, pero algo me impulsaba a guardarle el secreto hasta que ya no fuera
necesario.
Eso sí; no puedo afirmar que todo fuera como
si el tiempo no hubiera pasado desde nuestra separación, porque al menos yo me
sentía muy distinta a quien había sido antes y en él era evidente el cambio que
la fama le había traído. Pero fuera lo que fuera que estuviéramos construyendo
en la alejada finca, se sentía bien, muy bien.
Lo mejor eran las largas charlas que teníamos
desnudos en la cama, luego de amarnos. Fue
mayoritariamente así que nos pusimos al corriente de nuestras vidas, de nuestras emociones, de las conversaciones que no tuvimos en cada correo enviado. Por supuesto que me reservé algunas cosas, no en balde había sufrido tanto por él, pero tenía ganas de apostar por nosotros, darle oportunidad al azar que nos había juntado.
mayoritariamente así que nos pusimos al corriente de nuestras vidas, de nuestras emociones, de las conversaciones que no tuvimos en cada correo enviado. Por supuesto que me reservé algunas cosas, no en balde había sufrido tanto por él, pero tenía ganas de apostar por nosotros, darle oportunidad al azar que nos había juntado.
Sin embargo, como ya dije, yo no era la misma
y tampoco estaba dispuesta a ser la ingenua y romántica de dos años atrás; y
eso fue bueno, porque pronto descubrí que no era la única que se reservaba
cierta actividad telefónica.
Una tarde, luego de despedirme de mi Ethan en
el móvil, oí la voz de Robert hablar por lo bajo en el cuarto de al lado y la
seguí para ir a su encuentro. Por educación, esperé afuera de la pieza, no
queriendo molestarlo, y gracias a ello escuché algo de su conversación.
Entre lo último que había dicho y el cómo se había
despedido, no me cabía duda. Hablaba con ella, con Kristen.
- “…También
te amo. Cuídate mucho preciosa. Te veo en casa pronto…”. -
Me horroricé.
Antes de que saliera de la habitación huí
sigilosa para evitar que me hallara fisgoneando y para poder razonar lo que
había escuchado.
Mientras caminaba podía sentir el corazón
acelerado, como si hubiera corrido un maratón y estaba atontada, entumida de la
cabeza para abajo. Seguí hacia el exterior
por el acceso de la cocina necesitada de espacio, de alejarme. De poder
respirar tranquila de nuevo.
Cuando estuve bastante lejos de la casa
empecé a recuperar la conciencia de todo. ¡Dios bendito! ¿En qué diablos estaba
metida? ¡Maldita farsa que estaba viviendo! Robert estaba con Kristen y seguía
estando con ella a pesar de estar cogiendo conmigo. ¡Le estaba mintiendo a lo
grande y con el mayor descaro! ¿O peor aún, a quién le estaba diciendo la
verdad? ¿A mí? ¿O a ella? -“…Te amo…”- ¡Le había dicho, “te amo”! Estaba a punto de llorar de angustia. Luego
me vinieron a la mente sus palabras en una de nuestras conversaciones de cama…
-…Dame
una oportunidad…Necesito tiempo… Ella está filmando su Blanca Nieves y no
quiero decírselo así… No está bien que se entere por teléfono de esto, o peor
aún, por la prensa… Voy a decírselo, pero necesito que sea en el momento
correcto. Falta poco para que acabe su película y no le afecte en su desempeño.
No se merece esto…-
En aquella ocasión tuve que estar de acuerdo,
poniéndome en el lugar de la chica y odiándome por la situación en que me
hallaba, doblegando lo que mi conciencia y orgullo me decían que estaba mal.
Pero aún así, con esa promesa de apoyarlo y
esperar, me sentí fatal al escucharlo y… ¿Mentirle sobre que la amaba? ¡Dios! ¿De verdad le estaría mintiendo? ¿O sería yo
la engañada? ¿Podría confrontarlo y decirle que lo había escuchado sin querer?
¿Podría decirle lo horrible que me sentía en ese momento? Sucia… Engañada.
Tardé un largo rato en calmarme sin en
realidad llegar a una conclusión. Cuando volví a la casa él me recibió con un
largo beso en los labios, y otro más en
la frente. A mí me dio escalofríos su contacto.
El resto del día me sentí incómoda a su lado.
Pero cada vez que me preguntó al
respecto sólo me negué a hablar y él lo dejó pasar.
Esa noche, como todas, hicimos el amor, pero
ni así pude espantar el espectro del asunto “Kristen”. Era tanta mi
preocupación al respecto que por madrugada desperté muy asustada. Había tenido
un sueño de lo más angustioso y temblaba de impresión por lo real que se había
sentido.
En mi pesadilla Kristen había llegado
repentinamente a la finca descontrolada de furia y llanto, y a gritos me
llamaba por todos los nombres posibles para enfrentarme al robarle a su hombre.
Su menudo cuerpo exhalaba desesperación e ira mientras me atacaba y por más que
quería explicarme, defenderme, mi voz salía como ruidos guturales por mi boca
sin congruencia alguna. Robert aparecía en un rincón de la pieza donde nos
encontrábamos, pero no decía nada, desdibujándose ante mi desesperación en vez
de ayudarme a enfrentar a Kris. Ella lloraba y corría hacia él, para aferrarse
al humo de su figura y yo, aunque también lo intentaba, me sentía pesada como
plomo y no podía hacer que mi cuerpo obedeciera, impotente. Poco a poco, esa
pesadez me fue oprimiendo cada vez más hasta sentir que no podía respirar y me
hallaba sumida en una oscuridad abrumadora y asfixiante en la que ni siquiera
podía usar mi voz para pedir ayuda.
Y así, sintiendo que me ahogaba, desperté con
el corazón agolpado en la garganta y temblorosa para encontrarme en la penumbra
del cuarto, con el peso muerto del abrazo de Robert sobre mi cintura y abrumada
luché por recuperar la calma e intentar volver a dormir a su lado, pero ya no
pude lograrlo.
La angustia me acosó todo el día y por más
que la quise evadir, me asaltaba a cada
rato. Medité cuánto habíamos tocado el tema, pero me di cuenta de que casi lo
habíamos evadido. Sí, habíamos hablado del pasado extensamente, y del presente,
pero del futuro… Nada.
Dos días pasaron y yo ya no me sentía bien a
su lado. Buscaba espiarlo, saber si es que aquella llamada había sido
casualidad o no y confirmar mis sospechas.
Lo triste fue que, como canta el refrán, “el que busca encuentra” y yo me encontré
con que Kristen le marcaba varias veces al día. ¿Cómo no lo había descubierto
antes?
Con eso en mente me di cuenta también de que volvería a casa en poco tiempo y me
sentí arrinconada y temerosa. Tenía que hablar con él.
Estábamos arrellanados sobre un sillón en la
sala frente a la chimenea calentándonos del aguacero exterior cuando solté:
-Robert, hay algo de lo que quiero platicar
contigo.
Me miró tranquilo mientras me besó el pelo.
-¿Qué pasa?
-Yo. Es que. –Mi nerviosismo era evidente,
pero de verdad necesitaba cuestionarlo.- ¿Qué estamos haciendo Robert?
-¿A qué te refieres? –Se enderezó un poco
para mirarme intrigado.-
-A esto, a nosotros.
-No entiendo. ¿Cuál es tu punto?
-Robert, es que yo…. Necesito saber. Yo no
puedo… Me siento mal por Kristen. Por mí.
-¿Cómo? –Me miró sorprendido-.
-Yo no quiero esto, no puedo ser la otra
Robert. Y estoy consciente de que, es difícil para ti, pero necesito saber… ¿A
dónde vamos con esto?
Se enderezó por completo y me soltó de su
abrazo mientras yo me tensaba al leer su lenguaje corporal. Me miraba incrédulo
y preocupado, luego escondió sus ojos encorvándose sobre sus piernas
sosteniendo su cabeza baja y se quedó ahí un momento.
-Nina… Yo, tienes razón. Es sólo que no. No
me he puesto a pensar en nada, sólo he querido estar contigo. Otra vez, esto;
nosotros –dijo usando mis mismas palabras-, ha vuelto a ser tan inesperado como
lo fue la primera vez. Dime si acaso tú misma te imaginaste que volveríamos a
estar así, tan pronto.
-No. Yo tampoco lo quise creer nunca Robert.
Ya sabes bien cómo me sentí al respecto, pero… El tiempo se nos acaba de nuevo
y yo… ¿Qué va a pasar ahora?
-Nina… Yo, sabes que no se lo puedo decir a
Kris ahora. Está en locaciones de su “Snow White…”. Es su primer estelar, su gran Blockbuster fuera
de Twilight. Si le suelto esto la podría afectar muchísimo.
Pestañé conociendo ya su explicación, y muy insatisfecha.
-¿Y entonces?
-Es por eso que también estamos aquí, en la
finca Nina. No sólo para que nos dejen en paz y pudiéramos reconectarnos, sino
porque no quiero que nos fotografíen por ahí y ella se entere por Internet que
yo estoy contigo. Eso no se hace, no importa el porqué, es muy bajo.
Suspiré incómoda, él tenía razón de nuevo,
pero ¿por qué sentía como un gran pretexto?
-Entonces, ¿qué pretendes? ¿Qué va a pasar
cuando me vaya? Necesito saberlo.
-Nina… Es complicado…
Me miró demasiado nervioso.
-Ya sé que es complicado, pero también es mi
vida. ¿Qué soy para ti Robert? ¿Qué crees que somos? –No me contestó y me miró
en blanco. La angustia de mi pesadilla empezó a transformarse en rabia y luché
por controlarla.-
-Nina… -Se mordió los labios, cerrándolos en
una línea para evitar hablar. Yo empecé a descontrolarme por todo lo que su
cuerpo sí decía.-
-¿Soy tu secreto, Robert? ¿Eso soy?
-¡Nina!, –me miró retador- Eso es lo que
siempre quisiste, nunca me dejaste ir más allá y cuando por fin te decidiste a
contestarme, ya le había dado un anillo… No es tan fácil, tienes que
entenderlo.
-Por supuesto que lo entiendo, pero también
soy mujer. ¡Odiaría saberme la tonta del cuento Robert! No sólo estoy
interviniendo por mí, sino por ella. Las cosas han cambiado, ¿no es así?
-Sí, Nina. Lo sé y, no, no quiero que ninguna de ustedes se
sienta mal, pero voy a herir a alguien y es duro.
-¿A
alguien? –Sentí que el enojo y la
impotencia se estaban acumulando debajo de mi piel, empujando con fuerza a mi
autocontrol.-
-Nina, he estado con ella desde hace mucho,
dejó a Michael por mí… Y ahora voy a pagarle con la misma moneda. No es tan
sencillo como yo mismo quisiera.
-Robert, ¿estás consciente de que no están
casados? ¿Qué ella sólo tiene veintiún años?
-No es eso Nin, es que… Nunca esperé ser el
infiel. No creo en la infidelidad, lo sabes, alguna vez lo hablamos y, ¡míranos!
-Robert, me has buscado por más de dos años y
¿ahora te cuestionas moralmente si has errado?
-¡No Nina! Es que esto que siento por ti no
tiene explicación. Nunca la ha tenido, desde la primera vez que te vi en ese
aeropuerto, desde la primera vez que te reíste de mí en esa mesa; supe que me gustabas
y, con cada una de tus acciones y gestos me apegaba más y más a ti. Como si me
fuese imposible rebelarme contra tu magnetismo y… Simplemente me rendí.
Su confesión logró calmar un poco mi enojo. Jamás
había sido tan honesto pero eso no resolvía mi problema. Él debió notarlo,
porque se enderezó hacia mí y siguió con su discurso.
-Creo que todo lo que he hecho por ti ha sido
sin pensar en las consecuencias y ahora no sé cómo manejarlo. Nina… Sé que es
mucho pedir, pero; ¿podrías esperar un poco más? Te prometo que no la tocaré,
pero no quiero dañarla más de lo necesario. Ya te lastimé mucho a ti por largo
tiempo, quisiera deber lo menos en mi cuenta si es posible.
Sentía a mi espíritu rebelarse en contra de
mi mente, todo eso me sabía mal. Era sólo que todo su discurso sonaba demasiado
lógico, demasiado honesto. ¿Podría soportar dejarlo de nuevo y saberlo con
ella? Suspiré pesadamente apretando los labios. Quería gritándole un,… ¡No! ¡Vete al diablo!... Pero también un…
¡Sí! ¡Te
esperaré siempre!...
-No lo sé, Robert. Me estas pidiendo
demasiado.
-¿Nina?
Me miró suplicante, y yo decidí decirle lo
que sabía.
-Robert, te oí el otro día por accidente.
Su cara translució la incomodidad de inmediato.
-¿Qué? ¿Cuándo?
-Hablabas con Kris. Le dijiste que la amabas.
-¿Me espiabas?
-¡No! Simplemente sucedió.
Se levantó del sillón, revolviéndose el
cabello una y otra vez.
-Nina, eso es muy sucio de tu parte.
Respingué impresionada por su reacción. ¿Me
estaba acusando? Ahora sí que dejé a mi enojo contestarle.
-¡No! ¡El sucio eres tú! Por decirle que la
amas cuando estás cogiendo conmigo. ¡Cobarde!
-¿Y qué esperas que haga? –Estaba molesto,
muy molesto.- ¿Acaso no entiendes? He estado con ella casi tres años y ni
siquiera un mes completo contigo. ¡Todo esto no tiene lógica! El sentirme así
de endemoniadamente atraído por ti, de cómodo a tu lado… ¡Si casi no te
conozco!
-Robert, dijiste que me amabas, ¿mentiste?
Lo mío era cólera fría, lo suyo parecía una
pataleta de un chiquillo.
-No, no mentí, pero… ¡Por amor de Dios Nina! Vivo
con ella. Tengo demasiados compromisos de trabajo con ella. ¡Sería un infierno
estar promocionando a su lado si rompo con Kris!
-¿Y sólo por eso no te atreves?
-¡Por supuesto que no! Te he dicho muchas
veces que quiero tener esto contigo, pero, me estás presionando demasiado.
-¡Presionando! ¿Y qué esperas que haga? No
vivimos ni siquiera remotamente cerca el uno del otro. Estamos parados en el
mismo sitio que la otra vez, sólo que ahora no voy a tontear contigo. No me
interesa ser tu amante ocasional, ya tuve mucho de eso.
Él gruñó fuertemente ante el recordatorio.
-Otra gran diferencia entre tú y Kristen, ella
no se anda de hombre en hombre, es una chica moderna y divertida, pero leal con
su pareja.
El golpe me dio, pero sólo en la superficie.
¿Quería hacerlo así? ¡Perfecto!
-Así que el traidor aquí eres tú, ¿no? –Cerró
los puños una y otra vez, irritado por mi reclamo.- O acaso no has entendido
que yo sí soy libre y tú eres el que puso el cuerno. ¡Ah! ¡Espera! Tú lo acabas
de mencionar. Ella hizo lo mismo antes,
andando con Michael y contigo al mismo tiempo. Así que… al parecer, la única
persona honesta de todos, soy yo.
-¿Y qué me garantiza que esa ligereza tuya no
va a volver cuando estemos separados? Yo no voy a poder tomar un avión cada vez
que quieras sexo.
“¡Cerdo!”,
gritó mi mente, pero sólo lo miré con desprecio.
-¡Vaya que si eres inseguro Pattinson! Se
llama compromiso y respeto, y si alguien pudiera dudar de la fidelidad aquí, de
nuevo soy yo.
-¡Nina! ¡Por amor de Dios! ¡Ya basta! No hay
nada más que pueda hacer. Es todo lo que puedo ofrecerte por ahora
Dijo con un
gruñido y me dio la espalda para caminar de aquí para allá por el cuarto
sobre sus propios pasos. De vez en
cuando me echaba un vistazo y volvía a gruñir. Yo no estaba dispuesta a ceder
ni un centímetro y le devolvía la mirada cargada de desdén.
Aquello era un furioso silencio, la rabia de
ambos se pegaba a todas las superficies de la habitación y cualquier cosa que
dijéramos a continuación iba a provocar un estallido brutal. ¡Cuán grande era
mi decepción en ese momento! Quería llorar de impotencia. ¡Maldito egoísta!
¡Cobarde! Me mordí los labios para contener las lágrimas.
Había peleado demasiadas veces así antes, con
Imanol, con emociones igual de destructivas. Creía que había echado suficiente
tierra encima de ese tipo de sentimientos como para someterlos para siempre,
pero amenazaban con resurgir y arrasar con todo.
Si me lanzaba a seguir con la pelea, sólo
íbamos a decirnos cosas horribles, hirientes, dirigidas a lastimar. Si
doblegaba mi postura, perdería el respeto por mí misma y no estaba dispuesta a
entregar eso por su amor. Entonces, ¿qué quedaba por hacer? ¿Repudiarlo?
¿Abandonarlo ahora sí para siempre? ¿Eso era todo? ¡Quería tanto que se
disculpara, que luchara por mí! Pero él sólo me miraba encolerizado desde su
lugar, quizá conteniéndose también.
Me estaba mordiendo los labios fuertemente
por reprimir todo lo que quería gritarle, pero no iba a poder contenerme más
tiempo y sin saber cómo, logré ordenarle a mi cuerpo se girara y saliera de ahí
con andar torpe a causa de la furia; rumbo a una habitación escaleras arriba.
Lo oí vacilar en mi seguimiento y emitir algo
inteligible, pero al final, se quedó. Dejándome marchar, sola.
Las malditas lágrimas ya se me estaban
escurriendo por las hirvientes mejillas y las odié tanto como a él y su
flaqueza. -“…No puedo ofrecerte más…”-
Eso me quedaba tan corto que me sentía hundir en el agobio de mi desilusión.
Aceptar eso hubiese sido una niñada y yo era una mujer. ¡Qué triste final
estaba teniendo esto! ¿Por qué tuve que conocerlo? ¿Por qué me enamoré de una
fantasía?
Estaba cansada, muy cansada. La adrenalina
del pleito estaba desapareciendo y con ella mi energía. Lo tenía muy claro, si
no podía aceptar lo que me ofrecía, lo mejor sería irme de ahí tan pronto como
pudiera. Sólo que esta vez no iba a huir por la espalda. Tendría que
enfrentarlo una vez más, darle la última oportunidad y apegarme a la resolución
a la que llegáramos.
Conforme pasó el tiempo, empecé a sentirme ansiosa
por mi auto-encierro. La lluvia seguía afuera. ¿Dónde estaría él? ¿Qué estaría
pensando?
Al imaginarlo preocupado comencé a flaquear
en mi conclusión. ¿Y si había exagerado? Él me había dicho que sí me quería,
sólo pedía tiempo. Era lógico en su demanda. ¿Acaso no podía concederle mi
confianza luego de todo lo que había hecho por mí? Pero… ¿Cuánto tiempo
necesitaba? ¿Podríamos llegar a un acuerdo? Si él fallaba en cumplirlo,
entonces tendría la razón en dejarlo para siempre. ¡Por Dios! ¿Estaba tan
insegura de él que no había podido entender que eso era todo lo que él me
proponía? ¡Tenía que buscarlo! ¿Y si no se había calmado? ¿Y si se había
decepcionado de mi?
¡Ridícula! Me había llamado a mí misma
“mujer” y estaba actuando como una chiquilla, encerrada en mi torre de
princesa. De acuerdo, mi salida había sido para evitar decir cosas de las que
podría arrepentirme luego, pero; negarme a verlo una vez calmada era absurdo.
Con ese pensamiento, me armé de valor y dejé
la habitación. Vacilaba entre la vergüenza y el temor mientras revisaba la
casa. Si él no me había buscado tampoco era porque seguramente estaba igual o
peor de molesto que yo. ¡Ugh! Bien recordaba aquella declaración suya en una
entrevista diciendo que odiaba a las mujeres complicadas. Si quisiera ser
vanidosa podría pensar que, en el fondo, esa afirmación se estaba refiriendo a
mí. Torcí el labio, nerviosa. -Controla
tu orgullo Nina-, me dije –Sé más
inteligente que tus emociones-, me ordené.
Lo hallé finalmente en la cocina, apestando a
cigarro. Sabía que me había oído entrar, pero siguió dándome la espalda. Su
arrugada y desfajada camisa a rayas se pegaba a sus jeans oscuros, el pelo
revuelto a más no poder. Contemplarlo así, en su aparente ignorancia del mundo,
siempre me dejaba atontada, fascinada por su belleza.
Aún sin voltearse hacia mí, tabaco en labios,
habló.
-¿Vas a dejarme?
Respingué ante la pregunta y lo sombrío de su
voz. Él no se dio cuenta de que me había quedado muda de impresión y lo
interpretó como una respuesta. Cuando se giró hacia mí, le noté los ojos
demasiado azules, rodeados de párpados violáceos. Estaba triste, pero trataba
de controlarse.
-Yo… No… No lo sé. –Exhaló humo y se sacó el
cigarrillo de la boca. Sus cejas casi juntándose al centro en interrogación. Yo
me retorcí las manos, nerviosa.-
-¿Qué quieres de mi Nina? Créeme que lo estoy
intentando, pero, temo pisar en falso contigo. Siento que si hago algo errado,
vas a salir disparada por la puerta y desaparecer de nuevo.
Tragué saliva mientras que la respiración se
me acortaba. Yo también lo había lastimado, y mucho. ¡Qué enorme
descubrimiento! Quise acercarme, consolarlo, pero él se quitó receloso.
-No. No me toques.
Su rechazo me incomodó tremendamente. Sólo
había pensado en mí durante todo ese tiempo, incapaz de creer que él también
pudiera sufrir por la pérdida de alguien tan común como yo.
-Robert… –Sus ojos me miraron desafiantes en
su ahogo- No… No puedo contestarte ahora. Mucho depende de ello y no quiero
equivocarme de nuevo. Yo, te amo, pero…
-Nina… -Su voz casi se apagó, no le estaba
dando mucha esperanza y ambos estábamos asustados.- ¿En verdad me quieres?
Yo también le contesté en un susurro.
-Sí.
-¿Por qué? –Emitió con mayor volumen.-
-¡¿Cómo?!
-He dicho que, ¿por qué me quieres? –Su voz era
ahora firme.-
-No entiendo.
-¿Es porque soy “Robert Pattinson, galán de
Hollywood”? ¿O por qué? Si en verdad hubiese sido sólo “…Un chico de Londres…”, como alguna vez me llamaste; ¿me hubieses
si quiera seguido la corriente en aquél aeropuerto?
-¿A qué te refieres? ¿A dónde vas con esto?
-Quiero saber. –Su tono se estaba volviendo
frío-.
Yo tragué saliva, ¿acaso era una prueba? ¿Qué
pensaba él?
-No eres sólo el actor, Robert. Hace mucho
que dejaste de ser sólo un guapo de cine para mí. –Volvió a fumar midiéndome
detrás de su cigarro. Yo me aferré a lo que me decía mi instinto debía confesar.-
Ha pasado tiempo desde que no pensaba en esto, pero, sé… Sé que comprendí eras
tan común como yo cuando huí de ti en la cocinita de tu apartamento.
-Siempre estas huyendo… -masculló para sí sin
dejar el tabaco; yo torcí un poco el labio, expuesta ante otra incómoda afirmación.-
-Esa vez huí porque intuí que me podía
enamorar de ti, porque eras real, y temí que me destrozaras si me dejaba llevar
por esa incongruencia… -Bajé la mirada al recordar todo eso.- Y así sucedió…
-Yo nunca quise quererte Nina, no pude
aceptarlo por mucho tiempo. Ha habido veces, aún ahora, sobre todo cuando
pienso en Kris que; no puedo creerlo. Sé que te he contado muchas cosas lindas,
pero no te he dicho todo. Supongo que tú tampoco, así que pensando así, no
quiero sentirme mal por ello. Yo… en el fondo, quería saber si tu, todo esto,
nosotros… Era una infatuación mía. Una adicción que quizá se podría curar con
una sobredosis.
Sentí como el cuerpo se me entumía del pecho
para abajo al escucharlo, la respiración apenas si me alcanzaba. Él sólo
parpadeó impávido y se encogió de hombros.
-No. Antes de que me lo preguntes, no. Ya sé
que no lo es. Por eso estoy más sorprendido. Estoy entre la espada y la pared.
Sé que al contarte esto puedo estar dando el tiro de gracia, pero no hay marcha
atrás. Si sigo con Kris, sé que siempre voy a preguntarme si hice lo correcto y
si la dejo, no tengo la certeza de que podremos hacer esto funcionar estando
separados. Yo también puedo tener miedo, ¿lo entiendes?
Luego de un atontado segundo asentí
levemente. Me sentí muy egoísta, de verdad. Mis brazos, que habían estado
cruzados sobre mi pecho durante todo su discurso, cayeron a los costados
pesadamente, desarmada. Él arrojó al húmedo fregadero lo que quedaba del
cigarrillo y me miró con ojos entrecerrados.
Con paso lento me acerqué a Robert, evaluando
su respuesta. Ahora era él quien cruzaba los brazos, protegiendo su espacio.
Con cuidado me pegué a su cuerpo, recargada mansamente sobre ellos, esperando
su respuesta. Busqué sus ojos en silencio, pero él volvió a torcer el gesto con
renuencia. Yo no me quité. Finalmente frunció labios y cejas y exhaló cansado,
para luego envolverme en un pegado abrazo sobre su pecho.
-Nina… No te vayas de nuevo… –Dijo bajito y me
besó la frente con cuidado. Sabía bien que luego de su confesión ya no podía reclamarme
para sí y que todo dependía una vez más de mí-.
Yo no contesté verbalmente, le ordené a mi
mente detenerse y al menos, por ese rato, dejarnos creer a ambos que todo
estaría bien mientras estuviéramos juntos. A pesar de que sabía que eso, no iba
a ser posible.
---------------
Chicas, éste capítulo tiene mucho construyéndose y
ha cambiado múltiples veces para confesar lo que verdaderamente quiero decir.
Contarles todo es más difícil de lo que parece, y
una vez más me he quedado sorprendida por sentir al releer lo escrito que, Rob
y Nin hablan por sí mismos, mientras que yo sólo tomo dictado de lo que
escucho.
Esta noche es la última de Agosto y la traición de
Kristen aún me tiene conmovida por Robert.
No me odien si confieso que en mi mismo sueño supe que lo de ellos iban a terminar por una traición de Kristen antes del 2013.
Coka no me creía, pero luego de que todo sucedió como le había dicho el año pasado (2011), ambas nos sorprendimos muchísimo.
No me odien si confieso que en mi mismo sueño supe que lo de ellos iban a terminar por una traición de Kristen antes del 2013.
Coka no me creía, pero luego de que todo sucedió como le había dicho el año pasado (2011), ambas nos sorprendimos muchísimo.
¡Cómo me gustaría que Robert sí tuviese a su Nina!;
pero como yo conozco la trama de ésta historia, sé que a él aún le falta camino.
¡Ánimo! ¡Sí se puede sobrevivir Rob! Yo lo hice una
vez. Seguro más de una de ustedes también.
Cariños: Sissy
---------
Oh! Sí, para hoy, Noviembre 15, ellos están "juntos". No sé, podría ser, pero a mí personalmente se me hace muy raro luego de todo lo que sucedió.
Oh! Sí, para hoy, Noviembre 15, ellos están "juntos". No sé, podría ser, pero a mí personalmente se me hace muy raro luego de todo lo que sucedió.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario