Seguidores

30 de octubre de 2011

Mi Secreto Capítulo 12: ¡Cuánto Quisiera ser Tú!








Capítulo 12

¡CUÁNTO QUISIERA SER TU!



-¡Cómo extraño mi guitarra! Cuando me fui de viaje a Sudamérica se la dejé encargada a Kris y a ratos la extrañé mucho. Es decir, a veces los lugares en que me encontraba ameritaban hacerles música y he regresado acá con muchas melodías en la cabeza.

Platicábamos muy cerca el uno del otro para poder oírnos por encima del ruido del bar, y estar así, se sentía bien.

-Me gustaría oír alguna de ellas algún día, la música es una parte muy importante de mi vida a pesar de que no toco ningún instrumento.

-¿¡Cómo es eso!? Si te gusta tanto deberías al menos intentar aprender. A mí mis padres me metieron a clases de piano para ayudarme con mi carácter de niño… Y creo que funcionó demasiado bien… -Rió traviesamente recordando algo en su mirada- De hecho la música me ha servido siempre, yo tampoco imagino la vida sin ella… Mi hermana Lizzie canta profesionalmente y yo quería tener mi propia banda y viajar por todo el mundo como ella… Mira donde estoy ahora. Con tanto film la he tenido que hacer a un lado y a veces eso me deprime.

Sus manos abrazaron el vacío de una guitarra ausente y su mohín dejó ver la verdad de su afirmación; yo me sentí compungida por él y palmeé suavemente su hombro con afecto.

-Oh, no pares de interpretar, aunque no sea para todo el mundo, sigue haciéndolo para ti si es tan importante. Además, lo haces bien -él me sonrió agradecido-. Sabes, yo tocaba cuando estaba en el bachillerato, pero un día mi guitarra se cayó y… bueno -hice un gesto elocuente con el brazo para imitar el gran golpe que aquella había dado contra el piso y sonreí bobamente. Él hiso un exagerado gesto de dolor por mi herido instrumento llevándose la mano al corazón mientras reía.-, nunca más volví a intentarlo y ahora se lo dejo a amigos que tocan en los clubes que frecuento.

-¿Así que eres una chica fiestera, eh?

-No, en realidad no… Cuando salía con Imanol conocí a todos éstos chicos, aparentemente me la paso tan bien que me delato y termino por conocer a los músicos.

Robert sonrió divertido e interesado con ésa información.

- ¿Imanol no se encelaba? Me habías dicho que solía ser muy posesivo.

-No siempre, es decir, los muchachos me conocían a su lado y siendo un tipo tan grande siempre hacían bromas de lo mal que lo pasaría alguien que se metiera conmigo. Eventualmente se hicieron amigos de ambos, unos más que otros… -Me encogí de hombros al recordar algunas de las palabras de recelo que sí llegó Imanol a soltar sobre ellos y de los días malos y buenos que viví a su lado-. ¡Pero en fin!  -Me mordí los labios sin darme cuenta cuánto  ése gesto delataba mis emociones-. Pronto recuperarás tu guitarra.

Él me miró pensativo y lo sentí separarse de mi lado claramente.

Yo y mi bocota. Había logrado meter a Kris e Imanol entre nosotros cuando menos lo quería y ahora ninguno de los dos se veía tan relajado como lo estábamos antes. El ambiente cambió tanto que los dos sentimos ganas de salir del lugar para regresar a casa.

Al principio del trayecto no hablamos mucho y dejamos que la radio llenara el espacio, a veces sonaba alguna canción que ambos conocíamos y la cantábamos al usonio; con casi media hora de camino, esa simple actividad nos dio oportunidad de recuperar la comodidad perdida. Antes de entrar al fraccionamiento bajé el audio para evitar molestar a los vecinos y noté que mi hermano aún no regresaba a casa.

Luego de estacionarnos Robert me acompañó a la puerta. Yo en realidad no sabía que iba a pasar a continuación, esperaba que al menos me besara pero tampoco quería decepcionarme si no lo hacía; las cosas entre nosotros eran tan confusas que si él no daba el primer paso en esa ocasión, yo tampoco lo haría. Era afortunada, sí, pero tampoco quería presionar mi suerte.

-Me la pasé genial hoy Rob, gracias por acceder a lo del cine -él sonrió suavemente-.

-Sí, admito que no fue una mala idea, yo también me divertí. Mañana, después del ejercicio es mi turno de escoger que haremos, ¿okay? Y recuerda prometiste no renegar -Se rió nervioso y divertido ante una idea que no me compartió. Yo sentí un alegre cosquilleo correr por mi columna-.

-Okay, -dije arrugando la nariz-, sólo espero que no sea algo odioso… -ni yo misma pude detener la risa coqueta que no coincidía con mis palabras. Él respondió sonriendo como un felino y gradualmente su gesto cambió en evidencia del rumbo de sus pensamientos. El cosquilleo invadió mi pecho.- Hasta mañana Rob, ¿de nuevo antes a las ocho?

El asintió pero no habló; en vez de eso sentí como su cabeza se acercaba poco a poco sobre mi rostro y casi olvidé respirar de anticipación. Ya conocía sus labios y sus besos, pero éste sería distinto seguramente y mi corazón bailaba de gozo cuando sus labios finalmente cubrieron los míos.

Una de mis manos fue a su cuello mientras que la otra la sostenía su rostro suavemente; él a su vez fue deslizando las suyas por mi espalda hasta posarlas en mi cintura y con tiento me acercó aún más a él.

No puedo decir que fue tan sorpresivo como ese lento beso en el auto antes de que se marchase para Los Ángeles, pero sí que fue mejor, ¡mucho mejor! El cuidado con que en ésa ocasión empezamos a explorar con nuestros labios y lenguas cedió poco a poco al conocimiento de que se sentía deliciosamente bien estar así, respirando entre un jadeo y otro y deseando profundizar aún más la caricia.

Describir un beso a veces puede ser muy difícil porque o uno lo hace muy soso o muy vulgar, pero puedo decir que ése se grabó en mis labios para siempre porque mi mente se desconectó dejándole la labor de priorizar a mis abrumados sentidos. Mi cuerpo empezó a sentir como la vida me llenaba hasta los huesos con un calor que irradiaba en todas direcciones. Aquella herida enorme que Imanol me había dejado parecía sanar milagrosamente al contacto de Robert y sentí por un momento que casi estaba completa de nuevo y lista para respirar de verdad después de una eternidad haciéndolo a medias… La piel se me electrizaba por donde quiera que sus manos me recorrían y sé que sólo quería más de esa emoción que él me producía mientras me apegaba más a su cuerpo.

Fue él quien inició el contacto y también quien se separó de mí, agitado; y con la ausencia de su roce mi mente pudo por un momento reconectarse con mis sentidos. Lentamente salí de la bruma entreabriendo mis ojos a su rostro. Sus labios se notaban un poco hinchados y rojizos; sus ojos verdes brillaban oscuros con deseo… se que los míos le reflejaban igual.

En silencio me hipnoticé del anhelo de su contemplación cuando la yema de sus dedos partieron a recorrer el trazo de mis labios y su mirada quedaba clavaba en la trayectoria que éstos recorrían suavemente. Mi respiración se agitó de nuevo con ése contacto y cerré los ojos una vez más para dejarle a mi boca el control de mí ser, aunque fuese sólo mientras durase el contacto. De pronto, le sentí besarme otra vez, pero con mayor intensidad, como si mi boca fuese un territorio que él quisiera reclamar para sí y yo me entregué para demandarle en igualdad. Era puro deseo ya el que me controlaba.

La ansiedad del contacto casi nos dejaba sin aire, explorándonos con labios y manos, e instintivamente juntamos los cuerpos tanto como nos fue posible. Sólo el fuerte ruido de un automóvil que nos alumbró al entrar al fraccionamiento nos distrajo lo suficiente como para lograr separarnos; la distancia que pusimos entre nosotros al mismo tiempo y el pensamiento de que se pudo haber tratado de mi hermano logró bajarme un poco la calentura. Me sentí boba a mis veintisiete años por preocuparme por algo así y sin querer reí un poco. Aún muy agitada actué por pura conciencia y, conservando distancia, le di un breve beso sonriendo abrumada por mi propio cuerpo y el temblor exquisito que le recorría. Él me miró aún oscuro y con mejillas entintadas de rubor;  pero me devolvió el gesto con la misma limitación en evidente contención.

-Buenas noches Robert -dije aún agitada-.

Una vez más me acarició el pelo y tocó el rostro silencioso. El evidente deseo en su mirada lo hacía verse mucho mayor de sus años y por poco y flaqueo en la retirada. Sabía que mis ojos le decían “ven conmigo”, pero le ordené a mi cuerpo salir de su abrazo y caminar, sola, al interior de la casa. Robert se quedó plantado en el quicio mirándome aún demasiado excitado para rendirse pero no cedí. Cerré lentamente y cuando casi desaparecía de mi vista lo oí decir.

-Buenas noches Nin.

Me recargué en la puerta cerrada porque mis piernas perdían la fuerza para sostenerme rápidamente. No estaba segura si había hecho lo correcto al dejar las cosas así, pero mi instinto me había hecho sentir que quizá ése no era el mejor momento para dejarme llevar y consumir toda la mecha de nuestra relación por beso. ¡Aunque ése beso hubiese sido épico!

Me fui a la cama sintiéndome tremendamente cansada de pronto, pero a la vez feliz. Las palabras que me había dicho esa niña más temprano, -“… No sabes cuánto quisiera ser tú y poder tener a Robert para mí sola…“- me habían hecho reflexionar y prometerme a mí misma tomar todo lo que se me ofreciera y no mirar para atrás; si él se sentía como yo a la luz del día, quizá las cosas mañana marcharían aún mejor entre nosotros. Si no, yo no haría sorna de lo sucedido y seguiría como si nada.

Arturo llegó sólo un poco después de recostarme. Esta vez no fue tan imprudente como para ir a checarme en mi cuarto, aunque de nuevo no se habría topado con nada.
---------------------------------------------------------------------------

Espero les haya gustado, a mí me dejó la imaginación muy viva.

Cariños: Sissy


No hay comentarios.:

Publicar un comentario