CAPÍTULO 20
OLVIDA LO DEMÁS
"LEAVE OUT ALL THE REST"
LINKIN PARK
Elise
sollozaba entre los brazos de una afligida Esme, rodeada de Alice y Rose, y
luego de que Carlisle la había depositado en el blanco y amplio sillón de la
sala. Era evidente de que habían llegado a tiempo y que ella estaba intacta por
fuera, pero desbaratada por dentro.
En medio del llanto ella levantó la cabeza y buscó la mano
de Alice, desesperada y gimoteando cuando sintió la presencia de Jasper que
entraba velozmente a la casa y acercándose al grupo.
-Alice,
¡Alice! Yo en verdad no quería hacer esto. ¿Lo sabes, verdad? ¿Me crees?
Alice
oprimió con cuidado la mano temblorosa dentro de las suyas.
-Sí,
sí Elise. No te disculpes. Nadie podía esperar lo que sucedió.
-¿En
verdad no lo sabías?
-No.
En
ese instante, un Emmet con ropa arruinada, se frenó repentinamente junto a
ellos, haciéndola gritar de espanto, temiendo se tratara del mismo Edward. Con
la escasez de tacto que caracterizaba al grandulón, se disculpó burdamente con
ella y luego se dirigió a su hermana con honesta preocupación.
-¿Qué
demonios sucedió ahí, Alice? Todo estuvo a punto de irse a la mierda, si es que
llegamos una fracción de segundo después.
Rósalie
y Esme lo miraron al acto, indignadas, absolutamente molestas por el improperio
de Emmet pero Carlisle los apaciguó a todos al hacerse cargo de la
conversación.
-Emmet,
¿dónde está Edward?
-Él se marchó. No creo que vuelva por acá en un buen rato.
Estaba como loco Carlisle. Gritaba y gemía cuando volvió en sí. Y luego huyó en
tu auto, en dirección contraria a la casa y a toda velocidad.
Todos
miraban al grandulón expectantes. Y el primero en hablar, fue de nuevo Carlisle.
-Alice,
¿puedes ver hacia dónde va?
-No,
no hay nada definido aún en su mente Carlisle.
-¿Estás
seguro que no volverá hacia acá a terminar lo que empezó Emmet? –Preguntó una
muy asustada Elise.-
La
culpa se adueñó de inmediato de la mayoría de los presentes.
-Lo
dudo Elise. Se veía completamente en shock por lo que hizo. Y me refiero a que
estaba incrédulo y mudo cuando se subió en el auto.
-Pero
no te preocupes. –Añadió un sereno Jasper interrumpiendo al desmesurado
grandulón.- Si lo hace, éste es el lugar más seguro en todo el planeta para ti
Elise. Somos muchos para él si es que insistiera con su locura.
Elise
se estremeció de pavor. La imagen de una batalla descomunal en el interior de
la casa Cullen le cruzó la mente con terribles resultados. Concibiendo a una
mutilada familia como resultado de la demencia de Edward y terminando con ella completamente
indefensa ante él y escurriendo sangre por el cuello.
-No
Elise. Edward está luchando por volver a sus cabales. -Le dijo de repente
Alice, intentando calmarla a través de la verdad.- Él, ¿cómo explicártelo? Se
está reconstruyendo luego del golpe que le asestaste.
En
ese instante, el teléfono de Carlisle sonó en su bolsillo. Éste miró a Alice y
a Esme de inmediato. Y tras el leve asentimiento de la cabeza de Alice, dejó la
sala para no alterar más a Elise con lo que ella pudiese escuchar de su
conversación.
La
voz salió quebrada al otro lado del audífono.
-Carlisle.
Lo arruiné. Todo.
-Calma
hijo. Ella está bien.
-No,
no lo está. Y ambos lo sabemos. ¡Casi la mato!
-Pero
no lo hiciste.
-No
por mi obra Carlisle. Sabía que estaba mal, pero no tenía la fuerza para
detenerme.
-Edward,
¿cómo te sientes ahora?
-Derrotado.
-Hijo,
no.
-Lo
estoy. ¿Cómo rogar por su perdón cuando ella vivió en carne propia lo que soy,
lo que fui? El monstruo me sometió. Tomó control sobre mí ahogado de despecho. Y
yo sólo podía pensar en el horror de perderla sin darme cuenta de lo que hacía.
Edward
cayó momentáneamente, agobiado por los intensos recuerdos del incidente al
estar ahora, plenamente consciente de ellos. Y luego añadió con tristeza:
-Poco
importa que por fin haya empleado toda mi rabia contra él y todo aquello que
hice bajo su impulso, para desterrarlo de mi mente. –Casi podía percibirse el
llanto en su voz cuando enumeró su sentencia.- La he perdido padre.
-Edward…
Un
seco gemido de culpa se le escapó antes de seguir, abrumado por lo que iba a
afirmar.
-Y,
Carlisle, escucha lo peor. Sucedió. De nuevo.
-¿A
qué te refieres?
-Yo…
La amo.
A
Carlisle le maravilló lo que estaba oyendo. Ocurría que, aunque le creía
cabalmente, aquello significaba que su hijo era mucho más excepcional de lo que
él mismo había juzgado posible.
-¿Estás
seguro, Edward?
-Sí.
La amo. La amo, Carlisle. Y ella me detesta ahora.
-No.
-Sí.
No lo niegues padre. No me dejará volver a su lado, jamás.
-Ella,
tiene miedo, Edward. Eso es lo que siente.
-¡Oh! –La pausa fue larga antes de continuar con voz aún descompuesta.-
Carlisle, ¿podrías… decirle… explicarle? Es que, ¡Carlisle! Lo que sentí fue
tan brutal cuando me dijo que prefería morir que estar a mi lado que, me resquebrajé
de adentro hacia afuera, víctima de un cataclismo descomunal. Mi mente se acalló,
sometida ante la desesperanza. Ahogada en un abismo de dolor sólo comparable al
de la transformación. ¿Puedes entenderlo? Me perdí por completo. Ninguno de mis
instintos funcionaba y no… No… No fue
así con Bella, jamás. Aquello fue una calidez reconfortante. Mi corazón latió por
ella luego de haber estado muerto por largo tiempo. Pero esto, Elise… Ella es
todo. Soy por ella. Existo de un modo que no puedo expresar con palabras,
gracias a ella. A su amor.
-Hijo.
No tienes que explicarte conmigo.
-Pero
necesito hacerlo Carlisle. Para que puedas decirle cuánto lo siento. Para que
te crea.
-Lo
haré Edward. Pero justo ahora está muy alterada. Y si todo lo que dices es
cierto, debes hablarlo con ella. Sólo que no por el momento.
-¡No!
¡Por supuesto que no! Yo… Me iré donde las Denali. Necesito terminar de
calmarme, adaptarme a quien soy ahora. Soy inmensamente feliz, pero también
estoy desesperado y no sé cómo conjugar ambas cosas.
-Hablaré
con Elise, Edward. Trataré de ayudarte como pueda, lo prometo.
-Gracias,
padre.
-Ve.
Pero no tardes demasiado hijo. No les queda mucho tiempo.
-Lo
sé.
-Cuídate.
-Lo
haré. Dile que la amo, que me perdone.
-Sí.
-Adiós.
-Hasta
pronto.
Todos
los Cullen se removieron ansiosos cuando la llamada finalizó, pues todos ellos
habían escuchado involuntariamente la conversación. Y sus ojos se centraron en
la humana en la sala, cuando Carlisle regresó con ellos.
-¿Era
Edward, Carlisle? -Preguntó la única que necesitaba confirmación.-
-Sí
Elise. Va rumbo a Alaska, a quedarse con unos amigos nuestros.
Aquella
asintió, con ojos muy abiertos, ligeramente más tranquila ahora que sabía que
él se hallaba lejos de ahí.
-Elise,
sé que quizá no es el momento pero, él está muy arrepentido. De hecho, está
verdaderamente conmocionado y… Hay algo más… -Alice negó con la cabeza al
instante, cortando el discurso de Carlisle quien la miró extrañado.- Pero creo
que te lo diré luego. Por ahora necesitas descansar y tranquilizarte.
-¿Carlisle?
Quiero irme a casa en cuanto sea posible.
Todos
se miraron, interrogantes. No esperaban eso.
-Claro.
–Aceptó el aludido.- Esme puede ayudarte a empacar ahora mismo si así lo
deseas.
-Gracias.
No quiero ofenderlos, pero…
-No
tienes que agregar nada, hija. Te entendemos. ¿Aún quieres que yo sea tu
médico? Creo que sería lo más adecuado, dadas las circunstancias, pero sólo si
tú estás de acuerdo.
-Sí.
Tú… Ustedes no tienen la culpa de nada de esto. Es cuestión de Edward y mía,
pero, quiero, necesito alejarme también.
-Por supuesto.
Unas
horas después, Elise llegaba a casa acompañada de Carlisle, Esme y Alice.
Quienes aceptaron ser su apoyo para contarle finalmente la verdad sobre su
estado a sus padres.
Elise
había regresado a casa para morir, verdaderamente.
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Sylvia
estaba que rebosaba de alegría cuando vio a su hija escoltada por los Cullen.
Pensó que no se había equivocado y que efectivamente, aquellos venían a apoyar
a Edward para pedir la mano de Elise, hasta que notó que éste estaba ausente.
Luego
de los saludos y de explicar brevemente que Edward no volvería por ahí pronto,
Elise hizo reunir a su familia en la sala de la casa para terminar con la
charada. Carlisle, Esme y Alice permanecieron sentados en respetuoso silencio
mientras Elise finalmente se abría con sus padres.
Sylvia
comenzó a gemir audiblemente apenas comprendió lo que había dicho su hija.
¡Aquello no era posible! No. No de nuevo. ¡¿Cómo?!
Karl
tomó la mano de su esposa entre las suyas y la abrazó cuando ésta se desplomó
contra su hombro y Elise se arrodillaba frente a ellos rogándoles no estuvieran
tristes.
-¡Por
favor, mamá! ¡Papá! Es por ello que me fui lejos de casa, no quería que ustedes
cargaran con esto también.
-¡¿Hace
cuanto lo sabes?! ¿Estaba activo cuando te marchaste de viaje?
-Sí
papá. Y ésa fue la razón por lo que decidí dejar todo y vivir lo que me quedaba.
Sylvia
se lanzó a cubrir a su hija a quien empezaba a quebrársele la voz también bajo
el abrazo de su madre.
-¡Hija!
No debiste ocultárnoslo. Pudimos haber luchado juntos de nuevo. Vencerlo otra
vez.
-No
mamá. En aquella ocasión me dieron sólo cinco a seis meses de vida. Ya estaba
en metástasis para cuando me lo detectaron.
-¡Seis
meses! –Sylvia gritó ahogadamente de espanto.- ¿Entonces, cómo? ¿Edward sabía
esto?
-Sí.
Intenté alejarlo a él también, pero fue muy necio y se negó a abandonarme en
aquel momento.
Sylvia
buscó los ojos de Carlisle y Esme, afligida. Pensando lo mejor y lo más triste
para con el muchacho que amaba tan incondicionalmente a su hija. De madre a
madre, Esme asintió en silencio, con un sentimiento similar dentro de ella.
-Pero
han pasado tres años hija. –Atajó Karl, con firmeza.- Los médicos se
equivocaron. Quizá…
-No papá. Carlisle me hizo un chequeo éste fin de semana. A
él lo mantuvimos siempre al corriente de mi estado y de todo lo que intentamos
para mantener a raya el avance de la enfermedad. Funcionó por un buen tiempo,
ya lo ven. Pero se me acabaron las cartas. Yo… Mamá, Papá… Esto va a ser
rápido. Y no quiero que me lleven a un hospital. Quisiera evitar entrar ahí
hasta que sea absolutamente necesario. Saben… Que… Odio…
La
voz se le atragantó en el pecho. Vencida por el miedo y el dolor. Ya no podía
ser valiente. Ella, al igual que sus padres sólo quería cerrar los ojos y negar
todo aquello. Desaparecer. Alejarse de ese castigo tan horrible que era morir
tan inútilmente, tan pronto.
Nadie
más habló. Padre, madre e hija estaban arrodillados, unidos en un abrazo que
los sostenía en un dolor inmenso. Conscientes de que estaban a merced de lo que
esa monstruosa enfermedad iba a hacer con su hija.
El
grupo silencioso de vampiros al otro lado de la sala deseó poder llorar. La
muerte les era ajena en esa forma, pero ellos habían escogido apegarse a lo que
les quedara de su humanidad y en ello estaba la compasión; la cual los hacía
desear poder hacer algo por esa pobre familia y por la chica a la que Edward
amaba con todo su ser.
Eventualmente,
Karl Renaud se dirigió a Carlisle, asustado. En busca de ayuda.
-Carlisle,
¿qué sigue ahora? ¿Qué hay…? – Calló al acto. No podía formularlo en voz alta.-
-Sólo
podemos procurar que Elise pase lo más cómodamente posible éste tiempo. Pediré
un permiso y me mantendré cerca, para cuando sea necesario apoyarla con más.
Karl
asintió en silencio, agradecido con el médico. Él estaba muy confundido y débil
en ese momento y necesitaba que alguien más tuviese la fuerza que se le había
escapado. No era natural que un padre enterrara a sus hijos y él iba a tener
que hacerlo. Pronto.
Elise
pasó esa noche acostada entre sus padres y con Franco hecho un ovillo a los
pies de todos, sobre la misma cama. Ninguno de los Renaud quería separarse
entre sí. La desolación se había apoderado de su casa y todos sentían que sólo
manteniéndose lo más unido posible, podrían lograr al menos, subsistir hasta el
fin.
A
la mañana siguiente, los Cullen regresaron con Carlisle en su rol de médico para
con los miembros de ese hogar, así como guía en esos momentos tan inciertos.
Poco
antes de que ellos se marcharan con la promesa de volver pronto, Sylvia se
decidió a hablar con Esme respecto a la ausencia de Edward.
-Esme,
¿me dirás la verdad sobre tu hijo? –Aquella la miró confundida, la pregunta era
muy amplia y necesitaba más información para responder a lo que en realidad se
estaba refiriendo la madre de Elise.- No pudo con esto, ¿no es así? Por eso es
que está ausente, ¿sí?
-Así
es Sylvia. Por favor, no seas muy dura con él. Está devastado por la noticia.
-No.
¡No, Esme! No siento así. Tu pobre muchacho ha sido un héroe. Puedo comprender
que se sienta derrotado y asustado.
-Ellos
pelearon Sylvia. Antes de venir. –dijo, apegándose a la historia en la que
Elise había insistido para excusar la desaparición de él.-
-¿Cómo
dices Esme?
-Edward
no quería separarse de Elise. Pero ella lo apartó y él… -Esme se contuvo. No
era fácil explicar la situación sin complicar las cosas.- Se enfureció tanto
que, bueno, él se dañó mucho Sylvia y optó por alejarse hasta calmarse. Dime, ¿sabes
tú lo de Edward con Isabella?
-Si…
¡Oh, Dios! Tu hijo debe estar devastado. Está pasando por lo mismo otra vez.
-Así
es Sylvia. Está muy afectado. Quiere a tu hija, como no pensé fuese posible
nunca más, pero las cosas se han complicado demasiado entre ellos.
-Lo
siento mucho Esme. Pase lo que pase, yo siempre voy a tenerle mucho cariño a tu
hijo. Por haber estado ahí para con la mía, ayudándole a luchar. Y por hacerla
feliz en sus últimos días. Díselo cuando lo veas. Espero, le ayude un poco con,
todo.
-Gracias
Sylvia, lo haré. –Le contestó mientras le tomaba con cuidado de las manos.- Te
veré pronto. Volveré con Carlisle en una semana.
-Sí.
Ambas
mujeres se abrazaron fuertemente y se despidieron. Los siguientes días fueron
muy largos y muy cortos para los Renaud. Elise se encontraba relativamente bien
al principio, sostenida por la ponzoña. Pero ese efecto fue menguando igual que
siempre y eventualmente, poco más de tres semanas después, despertó una mañana inmersa
en fiebre y dolor que sólo fueron en aumento. Comenzando así el cáncer, a
devorar todo rastro de vida en ella.
Ese
día, llegó el inicio del fin.
Siguiendo las instrucciones de Carlisle, la morfina y los
medicamentos inundaron su menguado organismo sólo para ayudarle a seguir. Pero
si antes del declive ella estaba delgada, de un modo antinatural por la
velocidad del avance y con el paso de los días; su cuerpo se consumió
atrozmente, hasta quedar casi en los huesos y sumamente frágil. Con una
apariencia física alarmante que evidenciaba cuánto tiempo había engañado a la
muerte y cuán complacida estaba ésa, de reclamar lo que debía ser suyo desde
hacía mucho tiempo.
Así
que por más que todos –incluyendo Elise- habían intentado prepararse para la
crisis, aquello simplemente no había sido posible. La caída estaba siendo brutal
y Elise se vio casi inmediatamente postrada, noche y día, en cama. Demasiado
debilitada para moverse o hablar la mayoría del tiempo.
Todos
los Cullen se ofrecieron para ayudar del modo que fuese necesario a la familia Renaud.
Velando a la enferma cuando las fuerzas faltaban y tratando en esos ratos
también de intervenir a favor de Edward ante Elise.
Carlisle,
cumpliendo su palabra y abatido en piedad, había intentado en varias ocasiones
hablar con ella respecto al sentir de su hijo, pero cada vez que lo hacía,
obtenía una negación a si quiera oír el nombre. Elise simplemente no podía
superar el escalofriante recuerdo del ataque. Y la sola idea de que Edward
pusiese estar rondando cerca le daba nauseas.
A
pesar de todo, Elise era plenamente consciente de que ella había sido la
causante de del funesto drama que estaban viviendo como resultado de su desesperado
intento por forzar a Edward a confrontar su pasado y liberarse del mismo.
Pero
entre la culpa y el miedo que le agobiaban, le era muy difícil obviar la
aterrorizante reacción de Edward y concentrarse en todo lo otro -su vida feliz
con él-, como Carlisle y los demás le aconsejaban.
Y
no era que dudara de que aún le amaba, pero sí de que tuviesen una oportunidad;
acosada por el temor al monstruo impasible que estuvo a punto de asesinarla.
Rose
la entendía bien. Por ello, fue quien menos la presionó a perdonar a su
hermano, pero aún así, intercedió por él a causa de los remordimientos y el
honesto deseo que ellos fuesen felices.
Esme,
Jasper y Emmet también fallaron. Y el tiempo seguía pasando, llevándose con él,
la vida de Elise.
Pasadas
más de cuatro semanas del evento, Elise comenzó a tener momentos de
inconsciencia, donde su mente perdía el contacto con la realidad y hablaba en incongruentes murmullos que dejaron a todos abatidos
de impotencia. Era evidente que pronto llegaría el momento de internarla en un
hospital.
Durante esos delirios, Elise huía a otro lugar. Uno donde se
evadía del dolor y vivía aisladas escenas de fantasías y recuerdos de su corta
vida. Momentos en los cuales, muchas veces se le escuchó claramente pronunciar el
nombre de Edward. Aquél acto, provocó que Alice simplemente no pudiera más con
la desalentadora perspectiva y se decidiera.
Sabía
que su hermano hacía días que había vuelto de su auto exilio y que se mantenía
a distancia sin comunicarse con nadie, a causa de la frustración y la
desesperanza. Rendido en apariencia y apostado cerca, esperando el final.
La
vidente se negó a darse por vencida como lo hacía él.
Por
ello, una noche, mientras velaba a la que podría llegar a ser su hermana y gran
amiga, se lanzó a la carga en cuanto la desahuciada tuvo un rato de lucidez.
-Elise…
-Saludó Alice con cuidado, sin dejar de poner atención en las posibles
consecuencias de su charla con la chica.- ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo?
-Hermanita,
no podemos ponernos a hablar de perder aún. Lo siento. –Elise, sólo rodó los
ojos en respuesta y la vampira obvió esa muda queja.- ¿Aún me crees cuando te
dije que siempre iba a decirte la verdad y que sólo intervendría si tú así lo
quisieras?
La
demacrada pelirroja asintió, sin deseos de agotar su respiración.
-¿Elise,
en verdad no quieres volver a ver a Edward? Yo, debo confesarte que tu porvenir
es muy incierto aún. Y eso sólo puede ser porque realmente estás intentando
perdonarlo.
El
corazón de la chica se saltó un latido a la sola insinuación de una
posibilidad.
-¿Alice…?
¿Crees que lo logre a tiempo? A ti no puedo esconderte nada.
-No lo sé Elise. Pero sí sé que tu plan funcionó. Aunque no se lo hayas querido creer a Carlisle
cuando te lo dijo. Entonces, no estabas lista para aceptarlo pero… -La pequeña
vampira miró con lástima a la chica en cama.- Tienes razón, ya no hay tiempo.
Aún si Carlisle o Edward te dieran su ponzoña, sólo ganarías horas. Tu decisión
debe venir desde adentro. Ser completa y totalmente honesta si es que queremos
que el futuro se establezca.
-¿Entonces,
estás diciendo que…? ¿Es real?
-Elise.
–Le dijo con tierna sinceridad.- Tienes que saberlo ya. Estoy segura de ello.
La
pelirroja se mordió los labios, delatando con ese gesto entender a qué se
refería ella.
-¿Sucedió,
Alice?
-Sí.
-¿Él…?
¿Me ama?
-Sí.
Confrontarlo con la muerte, ¡tú muerte!, lo hizo. Lo rescató de su pasado y les
dio, a ti y a él, una nueva oportunidad. Para siempre. Sólo tienes que
decidirte a tomarla. Y te digo también que
de hecho, creo que todo se inició desde Chiang Mai.
Elise
se sobresaltó ante la memoria del accidente que la llevó a tomar la ayuda que
Edward le ofrecía. A aceptar que le amaba incondicionalmente y que no quería
morir y perderlo, inútilmente.
-Recuerdo
perfectamente como ése mismo día en que ustedes pelearon, comencé a ver
flashazos de un futuro distinto. Él estaba tan frustrado y caminando sobre el
límite cuando te dejó… ¡Ojalá se hubiese liberado desde entonces! Y esto,
ahora, sería muy distinto.
-¡Alice!
Lágrimas
empezaron a asomarse a sus ojos mientras volvía a apretar los labios firmemente
y escondía la mirada de su interlocutora que asentía. Aquello no podía ser más
retorcido.
¡Dios! ¡Quería tanto desechar ese terror que le causaba la
imagen desprovista de humanidad de Edward! De aquellos casi transparentes ojos
fríos que la miraron impávidos, justo antes de intentar matarla.
-Elise,
estoy muy apenada contigo. Con ustedes dos, por no haber podido prever lo que
sucedió. –Continuó Alice.- Lo lamento muchísimo de verdad. Debí haber puesto
más atención al temblor que él experimentó aquella vez en Asia, pero no creí
jamás que Edward pudiese perder el control como lo hizo. Supongo que el cambio
interno que experimentó fue algo tan único y violento, que noqueó todos sus
sentidos. Su propia mente se rajó en pedazos para poder dejar emerger una nueva,
distinta. Maduró de golpe, si se puede decir de algún modo. Pero para que ello
fuese posible, primero se destruyó por completo a sí mismo. Al monstruo que
tanto temía y a los lazos rojos que le unían a Isabella, por ser lo que somos. Y
sé en verdad, que lo única constante que permaneció en Edward fue, que no quería
perderte.
El
corazón humano se alteró en una loca carrera que comenzó a ahogarla, en pena y
dolor.
-Y
ahora… Yo lo arruiné todo. Le temo demasiado Alice.
-Pero
también lo amas. Tienes que luchar Elise. Tienes que dejar ir ese sentimiento, igual
que lo hizo él, definitivamente. Sin resabios.
-…Porque
si muero con ellos… Seré un monstruo en la otra vida, ¿no es así?
-Es
muy posible. Si.
-¿Sería?
¿Cómo él? ¿Cuándo quiso…? – La palabra se le atoró en los labios y Alice no le
permitió volver a invocar el miedo que la acosaba.
-Transformarte,
Elise. Su intención jamás fue otra, pero sucedió bajo las peores
circunstancias.
-Me hubiera matado Alice. Lo vi. – La voz salió más fuerte,
alterada. Gastando mucha de su fuerza en ese desahogo.- Vi al monstruo al que
todos ustedes se refieren, al que le huyen. Del que reniegan. Y estoy muy
asustada Alice. Lo de Isabella me dolió, mucho más de lo que creí podría ser. Aunque
creo que ya había aceptado hacía tiempo que ella sería siempre parte de él. ¡Y
aún así incurrí en un acto muy egoísta y lo presioné demasiado!
Alice
asintió comprensiva y algo avergonzada también. ¿En realidad hubiese podido
ayudarles de algún modo? ¿O todo había sucedido tal y como debía ser?
-Dime
algo, Alice… ¿Todos ustedes son así, cuando, se dejan ir? ¿Cuándo cazan? Jamás
pude imaginar completamente cómo era aquello hasta que, fui la presa.
La interpelada suspiró incómoda. No podía
negarle esa verdad.
-En
cierta forma, sí. Cuando nos concentramos en nuestro alimento y empieza el frenesí, nuestros instintos son puros. Sólo
que cada uno por decisión propia, hemos elegido limitar y controlar al máximo
lo único que no podemos evitar.
-¿Y
lo que te llevas de ti, a la otra vida?
-¿Qué
quieres saber exactamente?
-Rósalie.
Ella murió enojada, herida, indignada. Y trajo todo eso con ella a ésta forma.
Ella misma me explicó que no ha podido deshacerse de esas sensaciones a pesar
de amar tanto a Emmet.
-Rósalie
es Rósalie, Elise. Pero ciertamente eso nos lleva al meollo de nuevo: Para
estar juntos tú y Edward por la eternidad, tienes que estar plenamente segura
de ti y en paz con todo. No dudes de él, yo puedo atestiguarte que el amor de mi
hermano es sólo tuyo. Y qué bueno, seguirá contigo, aún si mueres.
-Alice,
ya no tengo tiempo para superar esto apropiadamente. Estoy agonizando minuto a minuto.
–Una lágrima se escurrió desde los hundidos ojos al confesar sus miedos.- Cuando
despierto como ahora, siempre estoy asustada y sin saber cuánto tiempo me he
ido. Incluso, a veces, no sé qué es real y qué no. ¿Cómo voy a lograrlo así?
¿Cuándo no estoy todo el tiempo aquí?
-Debes
intentarlo. Cada segundo, a cada respiración y en cada delirio.
-¿Crees,
que, debería verlo? –La pregunta se le atragantó ruidosamente en la seca boca.-
-Podría
funcionar Elise. Tal vez te ayude a confiar en él de nuevo si ves por ti misma
cuánto te ama.
-¿Estarías
tú cerca sí…?
-Por
supuesto.
-Alice.
-Exhaló con miedo y cansancio. Temerosa de la repentina idea en su mente.- ¿Él,
puede oírnos?
-Casi
estoy segura de que sí. Ha procurado estar cerca de ti, pero sin atreverse a
mostrarse. Es muy tonto mi hermano. Tiene muy poca fe en los milagros
cotidianos.
Elise
jadeó preocupada. La larga conversación y las emociones a casusa de la misma,
la estaban dejado extenuada. Aún así y sintiéndose avergonzada por la falsa
intimidad de la charla, se dirigió al aire:
-No puedo verte justo ahora, Edward… -dijo, con inquietud en
la voz.- Dame, un poco más… Unas horas. Que mis padres sepan que estas aquí,
por favor.
Alice
se quedó quieta, escuchando y observándola con ternura en los labios.
-Elise,
él está muy agradecido. Vendrá en cuanto ellos estén despiertos.
Ella
asintió levemente sobre su almohada y entonces, su preocupación se fijó en algo
mucho más banal.
-¿Alice?
Una cosa más… Soy, un cadáver. ¿Podrías…? Sé que a él le va a afectar mucho
verme así.
-Elise,
no te preocupes por ello. Créeme que tu exterior es lo último que a él le
importará.
-Pero,
aún así… Quisiera…
-Está
bien. Descansa. Yo me encargaré de todo.
-Gracias.
Una
vez que la enferma se quedó nuevamente dormida o inconsciente, Alice se dirigió
al aire.
-Edward.
¿Sigues ahí? –Hizo una pausa para escuchar.- Más vale que vayas de cacería
ahora mismo y lleva contigo a Jasper, Emmet y Carlisle. No quiero dejar ninguna
posibilidad sin cubrir, ¿de acuerdo? Y vuelvan pronto.
Mientras
un nervioso Edward obedecía a lo lejos, una veloz Alice procuraba seguir los
deseos de la pelirroja. No habría maquillaje que le ayudase lo suficiente a
enmascarar la verdad. Pero al menos ése esfuerzo, podría aligerar un poco el ánimo
de ella al recibir a su hermano luciendo así.
Sin embargo, fue poco después del amanecer mismo que Edward
se presentó apuradamente en la casa, acompañando a Carlisle luego del
angustiado llamado de Alice al teléfono del médico. Ella había podido percibir
gracias a lo que eran, un repentino y notorio declive en la enferma. Y asustada
de lo que pudiese pasar, no perdió tiempo para alertar a todos.
Los
Renaud les recibieron con un marcado sentimiento de alivio en su angustia, el
cual superó a la sorpresa de hallar, finalmente, a Edward al lado de su padre.
Alice
fue honesta con Carlisle, contándole todo y aduciendo la caída al estrés que le
había producido la aceptación de la verdad y la idea del reencuentro. Mortificándose
mucho al ver cómo su hermano se descomponía visiblemente, al mirar por primera
vez a Elise, presa de la muerte una vez más por su culpa.
Y
es que, encima de todo y a pesar del esfuerzo de su hermana para darle a su
pelirroja una mejor apariencia, era imposible ocultar a unos ojos tan precisos la
verdad de su salud. Elise sólo tenía horas de vida para ese momento.
Carlisle
tuvo que confirmarles a los padres de ella, que era urgente movilizarla al hospital.
Pero no les dio falsas esperanzas. La oxigenación de su hija era muy baja y así
mismo, su signos vitales.
La
ambulancia llegó pronto y lleno de frustración, Edward tuvo que aceptar el no
poder subir a bordo con ella por falta de espacio. Los padres de Elise ya se
habían instalado primero. Con la mandíbula tensa y sumamente silenciosos escoltaron
al vehículo aullante en el auto de Carlisle, con Franco junto a ellos. Alice fingió
ir a casa a descansar un poco y asearse rápidamente.
Y así, bajo esas circunstancias, se ubicó a Elise en un
privado. Su estado no ameritaba si quiera ingresar a terapia intensiva; sino
más bien, darle el apoyo para hacer lo menos dolorosa posible y pacífica su
muerte.
Conectada
a oxígeno y monitores, la pelirroja ya no recuperó la consciencia. Aunque de
sus labios aún salieron ocasionales, quedos e ininteligibles balbuceos. Cada
vez menos frecuentes.
Pronto,
ni siquiera eso se escucharía nunca más.
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Estoy triste.
Ya es el final.
Cariños: Sissy
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ESPERO SUS COMENTARIOS. GRACIAS
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ESPERO SUS COMENTARIOS. GRACIAS
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Ya se acaba esto,
y hoy quiero aprovechar para contarles algunos detalles de la construcción del
final y para aclarar sus hipótesis, que me hicieron sonreír al leer sus
comentarios en capítulos anteriores.
Sé que muchas
de ustedes creían que Edward estaba confundido, que no dejaba a Bella por el
remordimiento de seguir vivo y volver a amar; pero no. Ese no era el caso
totalmente.
La cuestión es
que la señora Meyer creó un vampiro de piedra, casi incapaz del cambio y a eso
me apegué.
Edward se
enamoró de Isabella aquella noche en su habitación cuando se dio cuenta de que
ella también pensaba en él, y por todo lo que en ella le atraía, como su aroma
o el misterio de no escuchar sus pensamientos. Elementos que le causaban una
deliciosa tortura de ansia y anhelo que combina con su personalidad “masoquista” y del
cortejo estilado en la época en que él
estuvo vivo. Y siguiendo esa línea, y aventurándome en le idea de, “¿…qué
hubiera pasado sí…?”, lo dejé fracturado al morir Bella.
A veces, el
único modo de arreglar algo roto, es hacer algo nuevo a partir de ello. A
veces, simplemente hay que aceptar que ya no tiene arreglo. En éste caso,
destruí al Edward anterior -en un colapso para alguien de su especie- y lo dejé
formarse de nuevo en un evento casi imposible para alguien congelado en el
tiempo. Por lo cual metamorfosis debía ser aún más brutal que la anterior. Por eso
casi mató a Elise. No por egoísmo, como intenté hacer parecer en el capítulo
anterior.
Si Elise muere,
el pobre estará atado de nuevo a un fantasma, no sólo por amarla, sino porque ya
sería casi imposible para él superar dos veces una pérdida de ese tipo. Y creo
que, definitivamente se volvería loco y eventualmente peligroso para los de su
tipo, o se destruiría a sí mismo incapaz de seguir eternamente solo.
Si ellos logran
conjuntar un acto de salvación, el Edward de Elise sería el hombre completo que
ella siempre anheló. Sólo que ahora ella es la vampira nueva y tendría mucha
fuerza desbocada y peligrosa, si es que se lleva a la otra vida el terror
contra él.
Para que todo
funcione, ambos deben estar listos y en el mismo momento. Creo que para una humana
con tan poco tiempo, es una gran tarea a enfrentar.
Y no sigo con
más, porque podría dar demasiadas pistas sobre el final y arruinarles el adiós.
Así que, ahora
soy yo la que está ansiosa por oírlas, porque ya les dije mucho y, ¡¡¡muero por
saber que piensan!!!!
Besos. ¡Las quiero!
Cariños. Sissy
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