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28 de agosto de 2014

Capítulo 19 - EL MONSTRUO

CAPÍTULO 19


EL MONSTRUO

HEARING DAMAGE

TOM YORK

Edward se había comportado efervescente con la noticia del retorno. Él parecía tomarla como la confirmación a la pregunta que no había formulado respecto a la eternidad y su transformación. En cambio Elise, se mostraba nerviosa todo el tiempo, nunca dejando de planear las acciones a realizar una vez que se hallara de vuelta en casa. Esa ansiosa hiperactividad de ella era lógica, pensaba Edward. Después de todo, se trataba de los preludios de su muerte. Así que él sólo se limitó a preguntar cuál sería su rol y cómo debería llevarlo a cabo. 

A él no le agradó nada tener que aceptar el hecho que no podrían estar juntos durante la mayoría del tiempo que se conservara la charada, pero tuvo que concederle la razón al no poder controlar al sol y sus consecuencias. Así que tendrían que verse a escondidas por las noches e inventar una excusa viable, para mantenerlo lejos de ella durante el tiempo que fuese necesario, con tal de recrear plausiblemente la parodia del fin.

El plan de Elise era arriesgado. Se trataba de un ballet muy preciso que iba a necesitar de la ayuda de Carlisle para monitorear su salud y de las cualidades histriónicas de Alice para concluir la charada. Al cual, ambos accedieron de buena gana participar, una vez que los contactaron vía virtual, desde Estambul.

La empresa iniciaría desde el arribo a América, comenzando con un efecto de Jetlag, como excusa idónea para permanecer un día más solos en Seattle y continuar después el trayecto hacia la casa de los Renaud. Evitando con ello, el encuentro temprano con la familia de Elise y comprando tiempo con la de los Cullen. 

Todo eso salió perfecto. Y mientras que Elise dormía verdaderamente; Edward coordinaba a los suyos,  quienes se habían apostado en el aeropuerto para recibirlos y ayudarlos en todo lo posible.

Como era lógico, los Cullen se mantuvieron resguardados del poco sol hasta que fue necesario y para cuando Elise finalmente despertó al atardecer de ése día, se encontró una vez más, sumamente nerviosa ante todo lo que se venía por delante. El estrés de Elise fue evidente, pero nadie lo tomó a mal, conscientes de las fuertes emociones humanas de su futura hermana. 

Morir no era fácil.

Una de las cosas que Carlisle realizó en cuanto fue posible, fue retomar su papel de médico y hacerse cargo de Elise como su paciente de ahí en adelante, ejecutando una valoración general del estado de ella y quedando de acuerdo en chequear su sangre y el estado de sus órganos en una visita a la casa de él, ante la presencia del cáncer activo en el delgado cuerpo femenino.

Como galeno, advirtió inmediatamente y con alarma la apariencia física de ella. Elise había tomado la decisión de regresar a tiempo, declaró. Ya era evidente para él en su práctica, que la ponzoña estaba perdiendo ante la enfermedad. No tenía idea del porqué Edward no había comentado nada al respecto durante las ocasionales llamadas desde el viejo mundo, cuando debió ser muy llamativo el hecho de que cada vez se cerraba más el círculo de las fechas en que ella requería del “tratamiento”. 

Elise no debería estar bebiendo la sangre de Edward con tanta frecuencia como ellos lo relataron durante el interrogatorio médico. Si la ponzoña se esfumaba tan rápidamente de su organismo, sólo podía implicar que ella estaba produciendo muy poca sangre, tal como antes. Y eso estaba peligrosamente mal. Sobre todo, para el plan que pensaban llevar a cabo.

Esa noche, cuando se despedían de los Cullen y se subían al automóvil rentado para dirigirse a casa, Edward escuchó algo que lo desconcertó mucho. Provino de Alice, quien al abrazar a Elise para despedirla le dijo al oído algo que sabía su hermano iba a escuchar también, por ser lo que ambos eran.

-Elise. Se fuerte, decide bien. Y te prometo una cosa, hermanita. No intervendré en nada aunque esté muriendo por ello, a menos que tú así lo quieras. Yo siempre te escucharé y me apegaré a la verdad.

Ambos, Edward y Elise la miraron confundidos.

Elise se mordió el labio, impresionada y muda. Asintiendo simplemente con la cabeza a sabiendas de que Edward preguntaría de qué se trataba lo que Alice acababa de decirle apenas estuvieran solos. ¡Dios! Había olvidado que aquella podía percibir los cambios en el futuro de las personas y seguramente había visto ya el desenlace de sus acciones. Así que jugándosela, al igual que ella, le preguntó en un susurro innecesario.

-¿Sabes qué es lo que va a pasar?

Alice asintió, pero sólo agregó.

-Únicamente lo que tú decidas sucederá. Recuerda lo que te pedí antes de que marcharas en tu viaje, por favor.

Las dos mujeres se miraron con cariño y tristeza, asintiendo una y otra a las palabras que callaron.

No tenían mucho de haber entrado a la carretera, cuando Edward rompió el pesado silencio en el que se habían sumido desde la partida. Sus puños agarraban firmemente el volante, tenso. Había estado intentando leer a Alice largo tiempo desde el arranque del motor, y todo lo que había recibido había sido desconcierto y tristeza contenida. Aquello no le gustaba nada. ¿Qué se le estaba escapando? ¿Qué no le había dicho Elise?

-Elise…

Aquella saltó en el asiento cuando escuchó la aterciopelada voz romper el silencio por fin, en la oscuridad de la noche.

-¿A qué se refería Alice con lo de no intervenir? ¿Vas a decírmelo?

La interpelada pestañeó varias veces seguidas, alterándosele la respiración y los latidos antes de poder si quiera contestar.

-Edward. Es que, no quiero hablar de ello ahora. Prometo que lo haré más adelante, pero… ¿Podrías conformarte por el momento con mi palabra al respecto? 

-No me gusta eso Elise. Alice estaba triste. Dime qué es lo que vio. ¿Qué sabe ella que yo no?

-¡Edward! Por favor, dame tiempo. Todo esto es muy complicado y me tiene muy preocupada. Entiende que estoy viniendo a casa a morir. Que tengo que prepararles el camino a mis padres y a mi hermano, para que no sufran tanto con mi pérdida.

-Lo comprendo Elise, sé que estas muy estresada por todo esto y quiero apoyarte con lo que sea para que todo te resulte lo menos angustioso posible. Pero ahora sé que hay algo más. Algo que me atañe directamente a mí.

-Edward… -dijo ella mordiéndose el labio y ocultando la mirada.

Aquél suspiró pesadamente. Alertado hasta lo más profundo de su esencia ante el miedo que emanaba de Elise. Hacía mucho que no percibía ese sentimiento en ella y si por el momento aquella no deseaba expresar lo que ocultaba, entonces él tendría que cazar ese secreto y devorarlo por completo.

Con sus instintos en alerta y siseando por lo bajo en respuesta al silencio de Elise, jamás estuvo preparado para lo que dijo ella uno momento más adelante, luego de un largo silencio entre ambos.

-Edward. Hay algo que quiero pedirte. Tiene que ver con, lo que aún no te puedo decir.

Él tensó la mandíbula, pero sólo asintió, animándola a seguir.

-Yo. Quisiera que antes de dejar correr mi enfermedad, bueno… Me llevaras a conocer a Bella.

-¡¿Cómo?! -¡Maldición!, pensó sumamente nervioso en su mente. ¿De qué se trataba todo aquello?- ¿Para qué quieres hacer eso Elise? ¿Qué caso tiene que vayas a ver una tumba? -Una molesta sensación comenzó a subírsele al pecho a él y un inesperado gruñido se le escapó de la garganta.-

Elise tragó en seco cuando reconoció cuan alterado se había puesto a Edward y volvió a morderse los labios. Sabía que aquello no iba a ser fácil, pero ya se había puesto en marcha todo antes de lo previsto, por la culpa de Alice Cullen.

-Quiero, hablar con ella Edward.

-¿Estás loca tú ahora? ¿Qué tiene que ver Isabella en esto?

Elise se contuvo. Aún no era el momento de dar nada más.

-Por favor, Edward.

Él rechinó los dientes, frustrado. En ese justo instante, unos ojos marrones comenzaron a aparecerse en el parabrisas nocturno. De la nada, el fantasma de Bella flotaba frente a él y muy cerca de su rostro. Ambos voltearon a mirar a la pelirroja sentada al lado de Edward, sumamente preocupados.

-¿Vas a decírmelo si es que te hago caso?

-Te lo prometo.

Un suspiro rendido salió de la boca del vampiro, observando el camino a la par que veía como la inexistente mano de Isabella se posaba sobre la suya en el volante, para luego desvanecerse lentamente, en la noche.

-Está bien. Iremos cuando estemos con mi familia. No sé qué esperas sacar de esto, pero más vale que valga la pena Elise.

Ella asintió calladamente mirándolo a la cara, desviando después la suya hacia un costado y fijando la vista en la oscuridad que los rodeaba.

-Gracias.

Tres horas más tarde y encerrados en un pesado silencio, arribaban al pueblo de Elise que se encontraba cubierto de nubes, como usualmente lo estaba.


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El recibimiento por parte de los Renaud fue todo algarabía a pesar de ser ya casi las once de la noche. La madre de Elise no se cansaba de abrazar a su hija y no paraba de hablar e interrogarla respecto a todo lo sucedido durante tres años fuera de casa que habían sido inicialmente, sólo seis meses.

Tanto efusivo cariño llenó la cara de Elise de rojo placer. Sentirse tan amada, evaporó por un rato la inquietud y simplemente disfrutó de saberse en casa de nuevo. Edward también se sitió afectado por el amor que flotaba en el hogar y se dejó llevar por la corriente, al menos por un rato. 

Quizá esos serían los últimos minutos de paz por varias semanas para ambos. Una vorágine de problemas se aproximaba y había que ser muy exacto para sobrellevarla de principio a fin, con perfecta sincronización.

La noche se prolongó bastante con una ligera cena seguida por la apertura de múltiples regalos que provenían de distintas partes del mundo. Karl, Sylvia y Franco, todos disfrutaban de las historias detrás de cada objeto y discutían sobre los detalles de los mismos, antes y ahora, al encontrarse en su posesión. Había tantas anécdotas que contar, que el tiempo parecía insuficiente. Y no fue sino hasta que Franco se despidió renuente para irse a dormir, ya que aún tenía algunos trabajos por entregar la mañana siguiente, que la velada se dio por terminada cerca de las cuatro de la mañana.

Unos días atrás, a los Renaud se les había dificultado decidir si era correcto o no instalar a Edward en el cuarto de Elise, pero luego de dialogarlo, se dieron cuenta cuan absurdos eran esas tardías cavilaciones morales y habían dejado la habitación lista para la llegada de ambos. 

Mientras padre y madre organizaban el lugar, habían discutido en voz alta también, cuánto tiempo pasaría antes de que su hija les anunciara que se iría a vivir con Edward en cuanto encontraran un lugar. O bien, con mucha esperanza por parte de Sylvia, les comunicarían una próxima boda.

Con un último beso en la puerta de la recámara, Sylvia se despidió de su hija y de Edward hasta el día siguiente.


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Muy pronto llegó la media semana, día en que Franco recibiría su papel de graduación del College y todos se alistaron para la feliz ocasión bajo los cerrados cielos del estado de Washington. Y luego de concluir la ceremonia, Edward se disculpó con la familia para monitorear algunos asuntos y evitar así, la incómoda celebración para él, en un restaurante.
Elise y Edward habían montado un falso negocio de importaciones y exportaciones que supuestamente les había proveído de excelentes ganancias a lo largo de su travesía y usándola como excusa, Edward se había retirado para marchar rumbo a Seattle y ver a unos abogados esa misma tarde misma. Prometiendo volver al día siguiente. 

Los Renaud, convivieron a solas en plenitud, aceptando de muy buen agrado la ausencia de Edward. Finalmente tenían a Elise para ellos solos y eso los hacía felices. Todo parecía tan bueno como antaño, como cuando Franco era sólo un niño y Elise aún vivía con ellos.

La chica también disfrutó de aquella privacidad. Amaba a Edward, pero necesitaba su espacio ahora que todo iba a terminar. Las cosas nunca más iban a ser así. Además, iría donde los Cullen ése mismo fin de semana y luego de ello, estallaría la tormenta. Dando un trago a su bebida en la mesa del restaurante, Elise sumergió en esa, los secretos que cargaba, un poco más.

El viernes apareció de la nada y con sentimientos encontrados en todos los adultos presentes, la pareja se despidió para dirigirse donde la familia de Edward. Nadie pudo alegar nada, era lógico que aquellos también estuviesen ansiosos por abrazar a su hijo y saludar a Elise luego de tanto tiempo. Todos los padres eran así, pero Sylvia mantuvo altas las expectativas ya que no había habido comentario alguno sobre mudarse solos aún. Quizá, los chicos iban a casa de él para organizar todo y regresar para pedir la mano de su Elise. Con un saludo hondeando al aire, los Renaud despidieron a la pareja, esperando por su regreso en unos cuantos días más.

Todos los Cullen acudieron a su encuentro a penas percibieron el motor a lo lejos. Listos para apoyarlos. La recepción fue cálida para seres tan fríos. Incluso Rósalie fue amable con Elise, ya que en realidad le tenía estima y esperaba con suma curiosidad observar, si es que su hermano había cambiado gracias al amor de una mortal, otra vez.

Elise en verdad apreció los esfuerzos del clan por hacerla feliz y prodigarla. En especial por parte de Esme, la amorosa madre voluntaria de todos ellos y le remordió la conciencia hacerlos pasar por todo eso también. Estar en casa de seres inmortales y siempre previsores de su entorno, afectó mucho las emociones de Elise, subiéndola aún más alto en la cuerda floja por la que estaba andando. Todos volvieron a notarlo, pero callaron de nuevo, en señal de respeto.

Los exámenes que Carlisle le hizo arrojaron justamente los resultados que él preveía. Elise tenía el tiempo contado y para fingir su muerte sólo tendrían un par de semanas antes de que su cuerpo colapsara ante la carencia de la ponzoña para sostenerla. La cacería familiar de esa noche, sería la última vez que traería en consecuencia que Edward y Elise compartieran la sangre de él, hasta que llegara el momento de la eternidad, en menos de un mes después de ese acto.

El domingo por la tarde, con un desconfiado Edward al volante, tomaron el automóvil para dirigirse a la antigua reservación india en busca del ancestral cementerio. Él estaba muy incómodo aún con lo que estaban sucediendo, pero lo había prometido. Y ante la muralla que había puesto Alice sobre sus pensamientos, la única manera de averiguar qué rayos cruzaba la mente de Elise con esa petición, fue la de cumplir su palabra. E intentando prepararse para lo que ella tuviese que decirle o la reacción que ambos sintiesen cuando Elise leyera lo que había escrito él en la lápida de Bella, hacía un siglo atrás, cuando ya no había quedado ni un descendiente Black para cuidar de sus predecesores en la reservación. 

Y para demostrarle a Isabella, que siempre sería suyo.

El lujoso auto propiedad de Carlisle, se detuvo a las afueras del perímetro. Y ambos bajaron de él en silencio. Turbados por lo que estaban llevando a cabo. A los pocos minutos de andar por entre las veredas algo descuidadas, llegaron a una tumba que sobresalía por su tamaño, belleza y preservación. Señalando con la cabeza, Edward indicó en silencio que se trataba de esa. La última morada de Isabella Marie Swan.

Cada uno suspiró por razones distintas al acercase a ella, siendo Edward el primero en aproximarse en un extraño silencio, al posar la mano sobre la dura piedra que marcaba la cabecera  del sitio. La respiración se le detuvo al instante. Hacía mucho que no iba allá y le calaba mirar de nuevo el lugar, acompañado de Elise.

Había esperado con temor que la alucinación de Bella lo asaltara negativamente justo ahí, enfrente de ella, pero de momento, nada había sucedido. Así que, cerrando los ojos, se concentró en un bello rostro del ayer y voluntariamente se conectó con éste para intentar controlar las consecuencias de juntar presente y pasado en un mismo lugar.

-Hola amor. –Dijo en un susurro tan bajo, que Elise sólo pudo notar el movimiento de sus labios, mas no escuchar lo que él había pronunciado.- Perdona por no haber venido antes, yo… Yo… Ella es Elise.

Parecía que Edward lloraba silenciosamente parado sobre el lugar, pues ninguna lágrima caía de sus mejillas, pero ocasionales lamentos cruzaban su pecho y se escapaban, esta vez audibles para Elise. Eso, le dolió en el alma a ella. Edward lucía desprovisto de su propia fuerza y atormentado por lo que cruzaba su mente. Una fuerte punzada de celos le ciñó el pecho a la pelirroja. Bella aún tenía poder sobre él. 

Elise comenzó a sentirse como si se encontrara dormida, dentro de una extenuante pesadilla que la mantenía encadenada justo ahí, ciñendo con fuerza invisibles grilletes alrededor de sus tobillos y forzándola a contemplar uno de sus peores miedos. 

Aún completamente enajenada, alejó su vista del caído ídolo hacia la bien cuidada piedra. Seguramente aquello era cosa de Edward, quien aún a la distancia se había encargado siempre de pagar a alguien para que conservara lo que aún le quedaba de su gran amor. Mirando con más atención a los detalles, pudo darse cuenta que en realidad se trataban de dos lápidas, la más vieja absorbida por la nueva, que también se evidenciaba antigua. 

En la primera se notaba el nombre completo de ella, con su fecha de nacimiento y muerte; además de las consabidas palabras que la adjudicaban como amorosa madre y amada esposa. Pero lo que había en la segunda, la de mayor tamaño, hizo que se le revolvieran las entrañas. Aquella era un niño ángel que reposaba su pesada cabeza acompañando en sueño, a la residente de la tumba. Y al pie de la losa, había otra inscripción en un trazo demasiado elegante y preciso para la antigüedad que seguramente tenía. Parecía la letra de Edward mismo y decía: “Descansa en paz, amada mía. Perdóname. - Tuyo, por la eternidad.

Con un sollozo, Elise se abrazó a sí misma al terminar de leer. Aquello no dejaba duda alguna, definitivamente, él mismo había escrito esa verdad, justo ahí.

Edward la miró compungido. Había esperado exactamente esa reacción al verse al descubierto y tembloroso de la voz, se dirigió a Elise.

-Sí. –Le dijo casi leyéndole el pensamiento.- Yo lo hice. Para ella. Ya has visto mi último secreto Elise. Ahora, tú debes decirme el tuyo. ¿Por qué estamos aquí?

Elise lo miró, lejana. Midiendo a leguas, la tensión en él.

-La amas. La sigues amando y así será por toda la eternidad.

-Es parte de lo que soy Elise. Ella es una pieza de mi historia. Pero, ahora, tú eres mi presente. -Elise no respondía, sólo le observaba con un notorio temblor en sus labios.-Comprende, soy igual que esta piedra Elise. Pero tu calor me ha conmovido. Ella, Isabella, me pidió aprendiera de mis errores y que siguiera adelante honrando su memoria y nuestra semblanza. Tú llegaste a mi vida sin buscarte ni desearte Elise y ahora no quiero que termines como ella, bajo tierra. Hecha polvo y ajena a mi recuerdo. Yo sería el fantasma de tu olvido. Por favor, ayúdame a perdonarme y cumplir mi promesa para con Bella.

La confesión de Edward no conmovió a Elise como hubiese sido lógico en su natural generosidad. No. Ella estaba herida y despechada. Harta de ayudarlo a recoger y pegar los fragmentos de una excusa para seguir lamentando la pérdida de Isabella hacía tanto, por culpa de su cobardía. 

¡Maldito Edward! No. No quería esa quejumbre para el resto de una existencia interminable, menos luego de tanto vivido juntos y haberle entregado todo. Además, le indignaba que él pareciera haberse desmoronado apenas habiendo mirado en su pasado con Bella.

Completamente descompuesta, se giró sobre sus pasos para alejarse, rabiosa, del lugar. Evidentemente, Edward le dio alcance en cuanto se decidió a hacerlo, absolutamente tomado por sorpresa por la reacción huraña de Elise. Automáticamente supo que algo estaba muy mal y temió. Pero eso no lo contuvo de tomarla por el brazo para detenerla. Su asombro fue aún mayor, cuando ella se lo sacudió bruscamente de encima de inmediato.

-¡Elise! ¿Qué tienes? Háblame.

Ella se giró a mirarle, con lágrimas calientes en los ojos. Todo su rostro denotando enojo.

-Quiero irme, ¡ya!

-Pero…

-He dicho que ya. No necesito saber más.

-Elise. Perdón. ¿Te he lastimado con mis palabras? Yo no quería que vinieras aquí, pero tú insististe y… Yo tenía la razón. 

-No. Yo estaba en lo correcto. Pero tenía que verlo con mis propios ojos. Llévame a la casa, ahora, por favor Edward. Sácame de aquí ahora mismo.

El vampiro midió las reacciones en el cuerpo de Elise. Estaba demasiado alterada. No escucharía razones en ese estado, porque nunca antes la había visto tan cerrada y herida. Así que asintió en silencio, planeado retomar la importante discusión a penas notara que ella estuviera más calmada. 

Asintiendo a sus deseos, la tomó entre sus brazos y corrió con ella aferrándola contra su pecho para protegerla del viento. En un instante estuvieron de vuelta en el auto. Y un par de minutos humanos después, manejaba rumbo a los Cullen en silencio y con Elise llorando quedamente a su lado.

Faltando unos cuantos kilómetros para llegar a la casa y ya dentro del camino rural que desembocaba en su hogar, Edward, repentinamente viró el volante y se orilló. Ella seguía alterada pero parecía un poco más serena. Elise lo miró cansada bajo la mano que protegía sus ojos.

-¿Por qué te has detenido, Edward?

-Elise. Prometiste decirme lo que pasaba si yo te llevaba con Bella. Cumplí con mi parte. Ahora quisiera saber qué es lo que sucede. 

-No estoy de humor para decírtelo, Edward.

-Estas siendo injusta. ¿Crees que no temía que te alteraras justo así? He confiado en ti y en tu honestidad siempre y si me pediste hacer esto, habrás tenido tus buenos motivos. Quisiera oírlos lejos de casa, donde aún puede ser privada nuestra conversación. Creo que estoy en mi derecho de pedírtelo, ¿no es así?

Elise le miró asqueada. ¿Derecho? ¡No tenía ninguno! Con el corazón alterado una vez más, le miró con fría cólera poniendo la mano en la manija y abriendo la puerta mientras decía.

-Si no me piensas llevar, me iré a pie. Cualquiera de ellos podrá escucharme dentro de poco y venir por mí al instante.

Edward se puso lívido al verla dejar el auto. ¡¿Qué estaba sucediendo?! Esa no era Elise. Éste era el peor momento para dejar los celos aflorar, no justo cuando iba a transformarla tan sólo en semanas. 

Impulsado por el disgusto, se movió más rápido que nunca para darle alcance apenas unos cuantos pasos adelante y aún dentro del bosque.

-Elise, estas siendo una niña. Por favor, no me decepciones.

Aquella brincó furiosa apenas le escuchó. Por supuesto que sabía que él no se iba a quedar en paz y contaba con ello; pero la rabia que ella sentía era auténtica también y el control se le fue de las manos.

-¿Yo? ¿Decepcionarte? ¿Qué hay de ti, Edward? ¿Acaso no te das cuenta de cuánto me has decepcionado tú a mí?

Él respingó, incómodo. Jamás había peleado de esa forma con Elise y jamás la había escuchado tan herida como para reclamarle con semejante crudeza. 

Ella lo había mirado sólo un instante y lo había destruido al contacto de la verdad en sus ojos. Luego, le había dado la espalda y había seguido andando, dejándolo clavado ahí. Completamente avergonzado.

-Elise… ¡Detente!

Ella sólo gruñó por lo bajo sin hacerle caso. La actitud cerrada de ella lo estaba descomponiendo al instante y una vez más, le dio alcance.

-Elise, -le dijo- perdóname si te he lastimado. No estaba en mí evitarlo. Tú sabes que amar a Bella es algo que no puedo controlar.

-Pero sí puedes elegir superar tu trauma, Edward. -Le escupió ella, rabiosa.- Estoy hastiada de que te escondas tras de tu naturaleza y tu estado de piedra. -Añadió, con frialdad.- ¿Qué, en verdad no estás consciente de que también, sigues voluntariamente atado a su recuerdo? He apostado todo por ti, pensando que si tenía paciencia, mi amor te sanaría; pero no has querido hacerlo y estoy harta de ser tu panacea. 

-Elise, no puedes salir con esto ahora. Estamos solamente a días de todo. Si no creías en mí, ¿por qué no lo dijiste antes?

-Por estúpida, quizá. Pero no me voy a callar ahora. Y justamente por lo mismo. Porque no pienso llevármelo a la tumba tampoco.

-¿De qué estás hablando? -Siseó alarmado al oírla.- 

-De que no voy a dejarte cambiarme. De que prefiero morir que vivir a medias por siempre, contigo. -Le escupió ella al rostro verbalmente, dejándolo desarmado al acto.-

-¿Cómo? ¡No! -Los ojos se le abrieron descomunales a él.-

-Eso era lo que guardaba, Edward. Lo que necesitaba confrontar justamente en el sitio donde sabía no podrías mentirme.

-No puedes estar hablando en serio Elise. -Un frío espantoso parecía estarlo invadiendo de golpe con lo que estaba entendiendo, cortándole la respiración al acto.- 

-Lo estoy, Edward. Lo tenía decidido desde el momento en que te pedí regresar a América. Sólo quería comprobar si quedaba alguna esperanza de lo contrario, pero no fue así. -Le contestó ella un poco más calmada, confesando lo que había cargado por más de un mes ya.-

El pulso en relajación, le indicó con claridad a Edward que ella no estaba mintiendo y un temblor comenzó a sacudirlo de adentro hacia afuera con brutal fuerza. Sus puños se crisparon mientras todo excepto ella, se difuminaba. Cegado de incredulidad. Y su cuerpo se encorvó en modo defensivo, ante el abrumador dolor que estaba experimentando.

-No. –Soltó él repentinamente, con un bajo siseo proveniente de su garganta.- No vas a hacerme esto. No puedes dejarme solo ahora.

-Lo siento Edward, pero ya lo decidí. No me vas a hacer cambiar de opinión y sé que tampoco  vas a hacer algo en contra de mis deseos.

-¡Estas…! -La ponzoña empezó a acumulársele en la garganta, ahogándole la voz de rabia e impotencia.

- No. –Escupió con un gruñido.- ¡No vas a morir! 

Su voz sonaba cada vez menos humana y a Elise se le erizaron los vellos de la nuca involuntariamente en respuesta.

-No puedes forzarme a quedarme a tu lado Edward. Te odiaría por siempre.- Dijo ella, aún tratando de sonar firme y valiente.

Él la miró obnubilado de su control. 

¡NO! -Fue el salvaje grito interno.- Ella no podía simplemente haber dejado de amarlo en un breve acto. Estaba confundida. Ellos estaban hechos para estar juntos, para la eternidad. 

Edward no se dio cuenta cuando perdió la batalla con su monstruo interno que rugía ensordecedoramente. Furioso de despecho.   

Azuzado por el desconsuelo de éste, simplemente actuó por impulso. En un segundo tenía a una horrorizada Elise atrapada entre sus brazos y con el cuello expuesto para tomarla contra su voluntad, ahí mismo.

-¡No vas a dejarme ahora! –Gruñó de nuevo, a centímetros de su cara.- Vas a estar conmigo por siempre. ¡Me amas!

Elise gritó, estremecida en el mareo que le provocó la violenta acción de Edward. Aquello había sido algo que jamás había previsto y estaba completamente aterrorizada al contemplar a Edward con su auténtica careta expuesta como lo que era: Un vampiro. Sediento.

-¡Edward! ¡Déjame! –Gritó con toda su alma, esperando poder con ello hacerlo retroceder en sus instintos y liberarla. Pero de nada sirvió. En cámara lenta, contempló como él retiraba su rostro un poco del de ella para acceder mejor a su cuello. Por un segundo, pareció que se lamentaba de lo que estaba haciendo, pero era evidente que no se iba a detener a tiempo. 

Sus ojos se apreciaban completamente desprovistos de color y el rostro, se notaba avejentado y carente de expresión. Aquél era justamente el monstruo del que él le había hablado y el cuál no quería mostrárselo, jamás.

Elise, cerró los párpados entre fuertes sollozos. Horrorizada de lo que iba a pasar después. ¿La drenaría por completo en su furia? ¿O procuraría convencerla de estar a su lado una vez que fuesen iguales? De una cosa estaba segura. Si sobrevivía, despertando en muerte, iba a temerle por el resto de su existencia.

Justo cuando Edward cerraba el espacio entre ellos para prenderse de su piel y desgarrarla al acto. Una fuerte sacudida impactó a ambos. Unos musculosos y protectores brazos la libraron de golpearse contra el suelo y luego la cargaron para alejarla rápidamente del lugar. A lo lejos, podía escuchar la pelea entre gruñidos salvajes de Edward contra Emmet y Jasper. Carlisle, era quien la estaba llevando a casa, lejos de toda esa locura.

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¡Dios mío! Tengo el corazón en la garganta.
Esta es justamente la pesadilla que motivó el fic.
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Tom York. Gracias por prestarme tu arte para crear mis imágenes verbales. Eres grande.
Hearing Damage”. Todas le ubicamos perfectamente, sobre todo si vimos una y otra vez la película. 

------------ NOTA: -------------
Detrás de los Ojos Azules se basó en un sueño que terminó en una horrorizante pesadilla de la cuál desperté muy asustada. 

Luego de haberme hecho amiga, compañera y pareja del maravilloso Edward, entré una calurosa tarde a la oscura habitación que compartíamos. Venía feliz de estar afuera conviviendo con lugareños en el pequeño poblado donde estábamos viviendo.

Mi Edward, estaba sentado de espaldas sobre la cama y se negaba a mirarme. Ingenuamente me acerqué a abrazarle y besarle. Pero cuando estaba a punto de hacerlo, él se giró abruptamente sobre sí para dejarse ver. 

De su boca escurría sangre fresca, roja y brillante. Su rostro estaba muy pálido y sus ojos eran  transparentes y carentes de expresión. No era una persona la que estaba frente a mí. Era un monstruo que me erizó el pelo y me congeló de pavor comprendiendo al instante lo peligroso que era y lo que su apariencia ensangrentada explicaba de sus actos.

Huí despavorida, temiendo me diese alcance antes de si quiera llegar a la puerta y me hiciese su siguiente víctima. Pero eso no sucedió. Él simplemente se quedó sentado ahí. Mirándome correr lo más lejos y lo más rápidamente posible, de él. Cuando me hallaba lejos, protegida por el caluroso sol del atardecer y huyendo en mi auto sin pensar en nada más que ponerme a salvo; su rostro salvaje se me vino a la mente. Sus ojos aún eran inhumanos, pero una tristeza se leía en ellos.

No volví a su lado. El miedo me perseguía con fuerza. Y desperté. Muy asustada aún.

¡Vaya con mi imaginación!, ¿verdad?

¿Qué les ha parecido el capítulo? Ya falta tan poco para el final que estoy muy contrariada en mis sentimientos respecto a sus reacciones como lectoras. Ojalá y puedan contarme que hay en sus mentes justo en estos momentos.

Gracias a todas, de antemano. Las quiero.

Sissy


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